Malaui
Malaui
¡BIENVENIDO al cálido corazón de África! El clima agradable y la amigabilidad de sus gentes hacen de Malaui un país verdaderamente cálido y lleno de atractivos. A muchos les atrae en especial el reconfortante mensaje de la verdad bíblica que predican más de cuarenta mil testigos de Jehová Dios.
Sin embargo, en un pasado no muy lejano, estos siervos humildes de Dios se enfrentaron a mucha tribulación. En lugar de recibir un trato amigable de sus vecinos, fueron objeto de violenta persecución, de horrores que recuerdan los pogromos contra los judíos y la Inquisición de la Edad Media. La historia de lo que experimentaron y de su aguante es un destacado ejemplo de integridad en condiciones adversas. Pero antes de pasar a dicha historia, echemos un vistazo al país.
Características generales de Malaui
Pese a su reducida extensión, Malaui comprende una hermosa variedad de montañas, ríos y lagos. El monte Mulanje, al sur del país, impresiona de forma particular. Rodeado de verdes haciendas de té, se eleva majestuoso hasta una altitud de 3.002 metros [9.849 pies] por encima del nivel del mar, lo que lo convierte en el monte más alto de esta región africana. El principal atractivo, sin embargo, probablemente sea el lago Malaui, de 580 kilómetros [360 millas] de longitud. El famoso explorador David Livingstone lo llamó “el lago de las estrellas” por el
modo como brilla el sol en la superficie. Sus aguas contienen cientos de especies de peces, más, se ha dicho, que ningún otro lago de agua dulce del mundo.La cordialidad de los once millones de habitantes de Malaui hace sentir bien al visitante. Ofrecen amplias y afectuosas sonrisas, y se muestran muy dispuestos a ayudar. También es evidente su amor a la Palabra de Dios. Desde hace unos cien años, la Biblia puede obtenerse en chichewa, yao y tumbuka, los idiomas principales del país. En casi todos los hogares hay al menos una Biblia, y muchas personas la leen con frecuencia. La mayoría de los malauianos son pobres en sentido material, pero los que han aceptado la ayuda que ofrecen los testigos de Jehová han hallado grandes riquezas espirituales en las páginas de sus ejemplares de las Escrituras.
La actividad de los testigos de Jehová en Malaui se remonta a comienzos de siglo. Su mensaje se empezó a dar a conocer a este pueblo de una forma un tanto espectacular.
“Como un reguero de pólvora”
Nuestra historia comienza con Joseph Booth, un individuo pintoresco y polémico. Entusiasmado tras haber leído algunas publicaciones de la Sociedad Watch Tower, conoció a C. T. Russell en 1906 y lo convenció de que se necesitaba un representante de la Sociedad en el sur de África. Puesto que había trabajado anteriormente en Malaui (o Nyasalandia, como se la llamaba entonces), parecía que podría prestar un servicio valioso. Pero el hermano Russell desconocía la mala fama que tenía Booth en esa parte del mundo. Se sabía que era lo que cierto escritor llamó posteriormente un “oportunista religioso”, es decir, que se aprovechaba de una confesión religiosa tras otra para alcanzar sus propios objetivos. Como consecuencia, Booth se granjeó la antipatía de las autoridades de la región y en Malaui ya no era bien recibido. No obstante, este oportunista avezado se aprovecharía de una religión más.
Como sabía que no podía ir directamente a Malaui, estableció primero una base en Sudáfrica. Allí se encontró con el joven Elliott Kamwana, a quien había conocido tiempo atrás en Malaui. Poco después, Booth mandó a este regresar a su país. A su llegada, en 1908, Elliott Kamwana inició una campaña de predicación pública, basando su mensaje en interpretaciones libres de algunas publicaciones de la Sociedad Watch Tower. McCoffie Nguluh, anciano fiel que murió hace unos años, tuvo su primer contacto con la verdad en aquel entonces. Él contó que el mensaje de Kamwana “se propagó como un reguero de pólvora”. Los efectos de la predicación de este hombre, con sus espectaculares bautismos al aire libre, realmente se extendieron por todo Malaui a la velocidad del fuego. Miles de personas respondieron, y se formaron enseguida muchas “congregaciones”.
Pero ni Booth ni Kamwana habían abandonado “Babilonia la Grande” (Rev. 17:5; 18:4). Sus motivaciones eran en realidad de carácter político. Al poco tiempo, los dudosos métodos de predicación de Elliott Kamwana atrajeron la atención de las autoridades de Malaui, quienes lo deportaron rápidamente a las islas Seychelles. Para 1910, Joseph Booth también había salido del país y había cortado toda relación con la Sociedad Watch Tower. Lamentablemente, estos dos hombres hicieron más daño que bien, aunque hubo al menos un aspecto positivo: se distribuyeron por todo el país muchas publicaciones que contenían la verdad bíblica. En los siguientes años, algunas personas de corazón sincero, como McCoffie Nguluh, responderían favorablemente a lo que habían leído.
Los “movimientos Watch Tower” causan confusión
Tras el insatisfactorio comienzo de la obra en Malaui, la Sociedad envió a William Johnston —un hermano muy capacitado de Glasgow (Escocia)— a investigar la situación. Este
descubrió que se habían formado muchas “congregaciones”, pero que su entendimiento de la verdad bíblica era escaso. No obstante, algunas personas buscaban sinceramente la verdad. De entre ellas el hermano Johnston escogió a unos cuantos varones y les enseñó a llevar la delantera, después de lo cual se trasladó a Sudáfrica. Pasó mucho tiempo antes de que se volviera a dedicar atención a la obra en Malaui. La situación se volvió muy confusa, lo que causó adversidades a los Estudiantes de la Biblia, como se conocía entonces a los testigos de Jehová, y puso a prueba su integridad.Surgieron muchos movimientos que imitaban el estilo carismático de Elliott Kamwana y mezclaban algunas verdades bíblicas con doctrinas falsas y prácticas antibíblicas. Como tales movimientos utilizaban hasta cierto punto las publicaciones de la Sociedad Watch Tower, con frecuencia incluían la denominación Watch Tower en su nombre, lo cual causó dificultades a los pocos hermanos auténticos que había en el país. Teniendo en cuenta que estos hermanos no disponían de la supervisión adecuada ni del alimento espiritual necesario, es sorprendente que su actividad no fuera decayendo hasta desaparecer. Por el contrario, siguieron reuniéndose y dando testimonio, y procuraron seguir los pasos de Jesucristo (1 Ped. 2:21).
Los dirigentes religiosos del país se aprovecharon de la situación para calumniar a los Estudiantes de la Biblia, identificándolos con los movimientos que habían adoptado indebidamente el nombre Watch Tower. Pero con el tiempo se hizo patente la diferencia entre estas sectas locales y nuestros hermanos. Los comentarios inquietantes del clero de la cristiandad incitaron al comisario jefe de policía a realizar una investigación a principios de los años veinte. Asistió disfrazado a varias reuniones de los Estudiantes de la Biblia. ¿Cuál fue su reacción? Le indignaron las mentiras infames que estaban circulando sobre ellos. No obstante, la confusión que provocaron
estos falsos movimientos Watch Tower duró muchos años.La organización de la obra
En 1925, la Sociedad dirigió nuevamente la atención a Malaui. John Hudson pasó quince meses en el país y pronunció conferencias en las congregaciones. Trató de ayudar a los hermanos a captar la importancia de mantenerse en comunicación con la Sociedad Watch Tower, que era un instrumento del “esclavo fiel y discreto”, y aceptar su dirección (Mat. 24:45-47).
Gresham Kwazizirah, de Ntcheu, se benefició de la visita del hermano Hudson a Malaui. El mismo año en que este llegó al país, Gresham se bautizó. Enseguida se enfrentó a una prueba severa, pues por instigación del clero de su anterior iglesia, lo acusaron de difundir enseñanzas subversivas y lo detuvieron. ¿Qué haría? ¿Renunciaría a su fe por temor? Tras una investigación de las autoridades provinciales, al cabo de un mes lo absolvieron de los cargos y lo pusieron en libertad. De mucha más importancia fue, sin embargo, que se había resuelto a ser leal a Jehová y su organización. Jehová podía utilizar a personas con tal espíritu. Después
de trabajar un tiempo en Mozambique, él mismo disfrutó de muchos privilegios al divulgar el mensaje del Reino y fortalecer las congregaciones malauianas (véase La Atalaya del 1 de mayo de 1973).La visita del hermano Hudson también estimuló mucho a McCoffie Nguluh y Junior Phiri. Estos dos hermanos se trasladaron posteriormente a Sudáfrica, donde sirvieron fieles muchos años. A Richard Kalinde también le benefició relacionarse con John Hudson. Antes de irse del país, el hermano Hudson dispuso que él se encargara de supervisar la predicación de las buenas nuevas hasta que llegara más ayuda.
No a todo el mundo le complació la visita del hermano Hudson. El hermano Nguluh, mencionado anteriormente, explicó cuáles fueron las reacciones de los disconformes. “A nosotros no nos van a enseñar los de Ciudad del Cabo —dijeron—. Haremos lo que nos parezca bien.” Como no estaban dispuestos a aceptar la dirección de la Sociedad, formaron sus propios movimientos Watch Tower. Los que buscaban sinceramente la verdad, en cambio, manifestaron una actitud humilde. Se mantuvieron en contacto con la sucursal de la Sociedad en Sudáfrica y agradecieron la instrucción y guía recibida por ese conducto. Dicha sucursal se dio cuenta enseguida de que aquel grupito de personas con interés sincero necesitaba más ayuda.
Un representante permanente en el país
En 1933 tuvo lugar un acontecimiento emocionante en la historia de los testigos de Jehová de Malaui. Se presentó una solicitud para tener un representante permanente de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract en el país. El gobernador dijo que le parecía muy bien, y aprobó la petición. Por fin pudieron hacerse planes para llevar a cabo la predicación de las buenas nuevas en Malaui de forma más sistemática. Bajo la dirección de la sucursal de Sudáfrica se abrió un almacén de publicaciones
y una oficina en mayo de 1934, y se puso a Bert McLuckie al frente de la obra.El hermano McLuckie se había bautizado en 1930, por lo que era bastante nuevo en la verdad. Pese a ello, había demostrado ser un precursor muy eficiente en sus asignaciones anteriores en Madagascar y Mauricio. A su llegada a Malaui, consiguió dos habitaciones en la capital, Zomba, al sur del país. Una habitación sirvió de almacén de publicaciones y de oficina, y la otra, de dormitorio. El hermano McLuckie, que entonces no estaba casado, dijo de su nueva asignación que era solitaria y le suponía “mayores responsabilidades que nunca antes”.
Richard Kalinde, quien se convirtió en su compañero allegado, le brindó una gran ayuda. La principal tarea al principio fue aclarar la confusión que afectaba a los hermanos debido a la existencia de los falsos movimientos Watch Tower, tarea que no resultó tan difícil como se esperaba. En primer lugar, la mayoría de los funcionarios reconocían que las sectas autóctonas no tenían nada que ver con la verdadera Sociedad Watch Tower. Además, la sucursal de Sudáfrica había dado a Bert McLuckie instrucciones claras respecto a cómo tratar la situación. Ateniéndose a ellas, visitó uno tras otro todos los grupos de Malaui junto con el hermano Kalinde, que le servía de intérprete. Tales visitas a las congregaciones ayudaron a muchos a retirar su apoyo a los falsos movimientos Watch Tower y a sus dirigentes.
La bendición de Jehová fue evidente. Por fin se estaba formando una organización teocrática sólida. Se recogieron informes del servicio del campo por primera vez, y en 1934 estos revelaron que había un promedio de veintiocho publicadores.
Nueva asignación en el almacén de Zomba
Cuando Bert McLuckie llevaba en Malaui alrededor de un año, se le pidió que volviera a Sudáfrica. Siguió sirviendo lealmente a Jehová en otros lugares del sur del continente africano durante más de sesenta años, hasta su muerte, en 1995. Otro
miembro de la familia McLuckie, su hermano Bill, lo sustituyó en Malaui.Bill McLuckie había sido precursor en Sudáfrica, aunque no estaba bautizado. George Phillips, el siervo de sucursal de Sudáfrica, le preguntó a Bill si aceptaría una asignación en Malaui. Tras su respuesta afirmativa, le dijo: “Claro que primero tendrás que bautizarte”. Bill se bautizó y llegó al almacén de Zomba en marzo de 1935, cuando contaba 26 años. Este hermano fiel demostró su integridad ante grandes adversidades hasta su deportación, en 1972.
¿Cómo eran las condiciones en aquellos primeros tiempos? Bill McLuckie, que en 1998 tenía 89 años y vivía con su familia en Sudáfrica, aún recordaba las limitaciones de espacio del almacén de Zomba. Dijo: “El dormitorio no era más ancho que la chimenea de una habitación [1,4 metros] [4 pies con 6 pulgadas]. Como el ambiente estaba bastante cargado, por la noche dejaba las ventanas abiertas, hasta que en una ocasión asomó la cabeza un policía y me dijo: ‘Bwana [señor], es mejor que cierre las ventanas. Por estas calles deambulan leopardos durante la noche’. Así que las cerré”.
A pesar de las incomodidades, resultó muy ventajoso tener el almacén en la capital. Como las oficinas del gobierno y la jefatura de policía estaban cerca, el hermano McLuckie podía responder rápido a los cargos que se imputaban a la Sociedad como consecuencia de que se siguiera confundiendo a los testigos de Jehová con los falsos movimientos Watch Tower. Tal como había hecho su hermano, Bill McLuckie trató pacientemente con los funcionarios a fin de aclarar los malentendidos. Los testigos de Jehová acabaron ganándose una buena reputación.
Limpieza de la organización
Bill McLuckie puso mucho empeño en ayudar a los hermanos a valorar las normas de Jehová expuestas en la Biblia, 1 Cor. 6:9, 10; Rev. 22:15). La ayuda de Gresham Kwazizirah en esta labor fue inestimable. Este hermano sirvió mucho tiempo en la obra itinerante, sobre todo en el norte del país. El hermano McLuckie dijo de él que era una persona “madura e íntegra”. Se le conocía por su respeto y defensa fiel de las justas normas bíblicas en todo momento. Cada vez que el hermano Kwazizirah tropezaba con alguien cuya conducta era inmoral y decía servir a Jehová, se enfrentaba a él enérgicamente. Si la persona admitía su conducta no cristiana, le quitaba las publicaciones y le decía que no era un verdadero testigo de Jehová. También le impedía participar de nuevo en el servicio del campo. Muchos limpiaron su vida a raíz de esa actuación tan firme. Fue él quien comunicó que, lamentablemente, Richard Kalinde había adoptado prácticas incompatibles con el modo de vivir cristiano, por lo cual no se pudo seguir utilizando a este antes celoso hermano para representar a la organización limpia de Jehová.
lo que incluía comprender que en la vida del testigo de Jehová no cabían prácticas antibíblicas como la inmoralidad sexual, el espiritismo y el consumo excesivo de alcohol (Gracias a esta postura firme respecto a las altas normas morales de la Biblia, los testigos de Jehová adquirieron fama de personas íntegras, lo que les protegió en muchas ocasiones.
El aumento de alabadores de Jehová evidenció su bendición sobre una organización limpia. En 1943 había un promedio mensual de 2.464 publicadores, que formaban parte de 144 congregaciones, un aumento magnífico con relación a los 28 publicadores que había diez años antes.
Se despierta a Malaui
En 1944, la expresión el Nuevo Mundo, que se utilizaba a menudo en las publicaciones de la Sociedad Watch Tower, causó una honda impresión en los malauianos. Como explicaban tales publicaciones, se refería al nuevo sistema de cosas de Jehová, una nueva sociedad humana gobernada por el Reino celestial de Dios en manos de Jesucristo (Dan. 7:13, 14; 2 Ped. 3:13). Las publicaciones indicaban, basándose en la Biblia, que en el nuevo mundo la Tierra se convertirá en un paraíso, el hombre vivirá en paz con los animales, terminarán las guerras, la Tierra producirá en abundancia para todos, desaparecerán las enfermedades y la muerte, e incluso se resucitará a los muertos y se les dará la oportunidad de vivir para siempre (Sal. 67:5, 6; Isa. 2:4; 11:6-9; Luc. 23:43; Juan 5:28, 29; Rev. 21:3, 4).
Un hermano que pronunció una conferencia sobre este tema, dio la siguiente explicación con sabor local: “Cuando Adán pecó, no le nacieron hijos en el jardín; todos nacieron en la ‘maleza’, y, amigos, todavía estamos en la ‘maleza’. Aún no hemos regresado al jardín. Pero ya está cerca el día en el que dejaremos este mundo matekenya (de niguas, insectos semejantes
a las pulgas) y entraremos en el nuevo mundo de Jehová plenamente establecido”.Los discursos sobre el nuevo mundo de Dios causaron tanto impacto, que en una parte del país una muchedumbre de personas interesadas siguió a los hermanos de un lugar a otro, empapándose de las promesas bíblicas del Paraíso. En otra zona, varios sacerdotes malauianos que escucharon un discurso sobre el nuevo mundo se emocionaron tanto por lo que habían aprendido, que acudieron en masa a un misionero europeo y le dijeron: “¿Por qué nos ha ocultado estas cosas? Hoy vemos a niños y niñas visitar a las personas y contarles las cosas más maravillosas que jamás han oído. Y las doctrinas que usted nos ha dado para predicar resulta que son falsas”.
En 1946, la cantidad de publicadores del Reino de Malaui sobrepasó los tres mil, y los hermanos estaban verdaderamente despertando al país.
Naturalmente, no a todas las personas les complacía el mensaje del nuevo mundo de Dios. Unos años antes, el gobierno había prohibido la importación de las publicaciones de la Sociedad Watch Tower, que hablaban del nuevo mundo. Pero esta medida surtió poco efecto, pues ya había existencias considerables de publicaciones en el país. Algunos sacerdotes, por su parte, intentaron paliar el impacto de la actividad de los testigos de Jehová imitando sus expresiones y métodos. “Nosotros también predicamos el nuevo mundo”, aseguraban. Unos cuantos incluso probaron a hacer revisitas a los miembros de su Iglesia, pero a las pocas semanas desistieron.
Los dirigentes religiosos también trataron de convencer a los jefes de las aldeas de que no permitieran a los testigos de Jehová predicar en sus territorios. Era costumbre pedir permiso al jefe de la aldea antes de pronunciar un discurso en ella. Pero si este se dejaba influir por los guías religiosos, no se podía celebrar ninguna reunión.
Ecl. 9:5; Eze. 18:4). Poco después asistió a un funeral que oficiaron varios dirigentes religiosos. En él se dijo a los presentes que el niño que había muerto ‘ahora era un ángel y estaba en el cielo’. El viejo jefe gruñó, se puso en pie con dificultad, se volvió hacia uno de los hombres principales de su aldea y le pidió rapé. A continuación se marchó del funeral a la vez que inhalaba enérgicamente el rapé y decía: “¡Bah!, en Lizulu aprendimos dónde están los muertos. ¡Esto son todo mentiras!”.
Pese a todo, muchos jefes recibían con gusto a los testigos de Jehová y los invitaban con frecuencia a pronunciar conferencias en sus aldeas. Un jefe escuchó una conferencia en un pueblo llamado Lizulu, en la que aprendió en qué condición se hallan los muertos (Una visita especial
En enero de 1948 tuvo lugar un acontecimiento muy especial: la visita a Malaui de N. H. Knorr y M. G. Henschel, de la central de la Sociedad, en Brooklyn (Nueva York). Era la primera vez que venían hermanos de la sede mundial. Se programó una reunión en el Ayuntamiento de Blantyre para los europeos y los indios que vivían en la ciudad. Teniendo en cuenta que solo había 250 europeos en Blantyre por aquel entonces, fue muy estimulador recibir a 40 personas para el discurso público. Al día siguiente, los hermanos visitantes asistieron a una asamblea al aire libre que se celebró para los hermanos africanos. Bill McLuckie, que ya hablaba chichewa con fluidez, sirvió de intérprete. En el discurso público de la tarde hubo una asistencia de 6.000 personas. Como no había sistema de megafonía, los oradores tuvieron que hablar en voz muy alta para que todos los oyeran. En un momento dado, una lluvia fuerte interrumpió el discurso, y el público empezó a dispersarse para buscar refugio bajo los árboles o casas cercanos. Pero los Testigos se quedaron, y el hermano Knorr terminó el discurso cubriéndose con un paraguas. El hecho de que aquel mzungu
(blanco) permaneciera bajo la lluvia para concluir un discurso dirigido a un auditorio africano, demostró al público que los testigos de Jehová se interesaban de verdad en su bienestar, pues ningún europeo de la localidad hubiera hecho jamás lo mismo.La visita de los hermanos Knorr y Henschel dio un gran impulso a la obra. En aquel año, 1948, la cifra de publicadores sobrepasó los cinco mil seiscientos, y seguían entrando personas nuevas en la organización muy rápidamente. En algunos lugares era difícil encontrar suficiente territorio donde predicar.
Se abre una sucursal
Mientras tanto, el almacén de la Sociedad se había trasladado desde Zomba hasta Blantyre, el centro comercial de Malaui, situado más al sur. Finalmente, el 1 de septiembre de 1948, tras haber estado la actividad de los testigos de Jehová del país bajo la supervisión de la sucursal de Sudáfrica por muchos años, se abrió una sucursal en Malaui, y se nombró a Bill McLuckie primer siervo de sucursal. Ahora podían atenderse directamente las necesidades del campo malauiano, bajo la supervisión de la sede mundial.
Para entonces había varios hermanos maduros y experimentados que podían visitar las congregaciones y fortalecer a los hermanos en calidad de siervos de circuito. Se celebraban asambleas de circuito dos veces al año, y Gresham Kwazizirah era el siervo de distrito de todo el país. Bill McLuckie también trabajaba intensamente en la sucursal. A menudo se quedaba escribiendo a máquina hasta la madrugada.
Todavía faltaba mucho por hacer y se necesitaba más ayuda, de modo que cuando llegaron los graduados de la escuela misional de Galaad Peter Bridle y Fred Smedley, en 1949, se les dispensó una calurosa bienvenida. La ayuda que estos y otros
graduados de Galaad brindaron al siervo de sucursal alivió su carga excesiva de trabajo. Ahora se podía dedicar más atención al funcionamiento de las congregaciones y asambleas.“Nunca me acostumbraré”
Trasladarse a Malaui, sobre todo en aquellos días, podía suponer un cambio impactante para un europeo o un norteamericano. No existía ninguna de las comodidades modernas a las que tal persona probablemente estaba acostumbrada. En la sabana africana no había aparatos eléctricos. Lo que a un nativo podía parecerle parte normal de la vida, a un extranjero podía causarle mucha aflicción. ¿Cómo se adaptarían los nuevos misioneros?
Peter Bridle recuerda así sus primeras impresiones a su llegada a Malaui tras un agotador viaje en tren desde el puerto mozambiqueño de Beira: “Cuando por fin llegamos al río Shire, empezaba a anochecer. Grandes escarabajos volaban por todas partes. Se agolpaban alrededor de las lámparas, tapándolas por completo. Se nos posaban en el cuello y se nos metían por la ropa. Le dije a Jehová: ‘No puedo soportarlo. Esto es
demasiado para mí. Nunca me acostumbraré’. A continuación cruzamos el río y nos subimos al tren, que ya estaba en la estación. Las luces del tren eran sumamente débiles. Enseguida comprendí la razón: evitar la entrada de aquellos insectos. Nos sirvieron la cena, que comenzaba con sopa. La luz era tan tenue que apenas veíamos a la persona que teníamos al otro lado de la mesa. Mientras tomábamos la sopa, sorbiéndola entre los dientes para que no se colara ningún insecto, le dije a Jehová: ‘Por favor, creo que con esto ya he tenido suficiente. No voy a acostumbrarme’”.En un viaje posterior a la misma zona, el hermano Bridle pasó dificultades para pronunciar un discurso público. ¿Por qué? Él cuenta: “Era increíble la cantidad de mosquitos que había. Una noche, para dar un discurso, tuve que meterme los pantalones por dentro de los calcetines, colocarme una toalla sobre la cabeza y por dentro de la camisa y ponerme gomas elásticas en las mangas, para que solo me quedaran descubiertas las manos y la cara. Presenté el discurso mediante un intérprete. Decía una oración y espantaba los mosquitos que tenía en la cara. A continuación, me los sacudía de las manos y de nuevo de la cara. En cuanto terminaba el intérprete, pronunciaba otra oración y volvía a repetir el mismo proceso”.
A pesar de estas incomodidades, Peter Bridle y otros hermanos como él se acostumbraron a la asignación con la ayuda de Jehová. La mayoría de los misioneros asignados a Malaui sirvieron fielmente muchos años. Su labor devota reportó muchas bendiciones al campo malauiano.
Más hermanos nativos maduros
Mientras tanto, más hermanos malauianos iban progresando hasta alcanzar la madurez cristiana. Estos hermanos también se beneficiaron de relacionarse con los misioneros. Uno de ellos fue Alexander Mafambana, a quien solían llamar Alex. Se trataba de una persona muy capaz. Había nacido en
Mozambique, y era hijo de un jefe, a quien tenía que suceder en el cargo. Pero se marchó a Sudáfrica para buscar trabajo y conoció a los testigos de Jehová, mediante quienes obtuvo un conocimiento exacto de la verdad bíblica. Concluyó que si hacía lo que se esperaba de un jefe, tendría que pasar por alto los principios cristianos. A fin de evitar problemas, decidió establecerse en Malaui. Al poco tiempo, el hermano Mafambana se hizo precursor, y en 1952 empezó a ayudar en la sucursal de Blantyre. Su conocimiento de varios idiomas fue muy útil para tramitar las cartas que se recibían del campo. En 1958 y 1959 tuvo la oportunidad de asistir a la escuela misional de Galaad, y se graduó con la clase en la que estaban Jack y Linda Johansson, que también fueron asignados a Malaui.Otro hermano que conoció la verdad en Sudáfrica fue Kenneth Chimbaza. Después de bautizarse en ese país, en 1942, regresó a Malaui. Enseguida dio muestras de estar desarrollando las cualidades de un cristiano maduro. Fue precursor por una temporada, tras lo cual sirvió de superintendente viajante mucho tiempo. Algunos misioneros que llegaron después disfrutaron predicando con el hermano Chimbaza, su esposa, Elisi, y su hijo, Maimba. Así fueron conociendo el modo de vivir de Malaui.
Estos hermanos maduros verdaderamente demostraron ser preciosas “dádivas en hombres” (Efe. 4:8).
Los misioneros favorecen el aumento
A los misioneros que sirvieron fielmente en Malaui aún los recuerdan con cariño los hermanos nativos, sobre todo los más antiguos, que tuvieron la oportunidad de predicar con ellos en aquellos días. Algunos de estos misioneros descubrieron que su nueva asignación les exigía realizar cambios importantes en su vida, pero el amor los impulsó a efectuarlos.
Malcolm Vigo llegó soltero en 1957. Cuando acabó de cenar en la sucursal la primera noche, preguntó ansioso qué
trabajo se le iba a asignar. Lonnie Nail, graduado de Galaad que había llegado el año anterior y era entonces el siervo de sucursal, le respondió que la obra itinerante. ¿Tomaría primero un curso de aprendizaje del idioma o esperaría un tiempo para ambientarse? No, en aquel entonces no se seguían esos métodos. Comenzaría al mismo día siguiente.Los misioneros asignados a la obra itinerante aprendieron enseguida que, además de servir a las congregaciones, si iban a conducir un vehículo, tenían que ser mecánicos. También descubrieron que en muchas ocasiones las carreteras no eran más que el rastro apenas visible en la maleza de vehículos anteriores. Naturalmente, los hermanos malauianos agradecían sus esfuerzos y se esmeraban al máximo en hacerles la vida más fácil. Por lo general, construían una casa con techo de hierba y un baño pulcros para el misionero y su esposa, si estaba casado. Sin embargo, a las hermanas que viajaban con sus esposos les causaban terror los ruidos extraños que se oían por la noche. Les tomaba tiempo acostumbrarse a la “risa” escalofriante de las hienas y a la “orquesta” de ruidos procedentes de la gran variedad de insectos.
Jack Johansson recuerda que era muy trabajoso preparar un lugar en el monte para celebrar una asamblea. En primer lugar despejaban el terreno de vegetación, y después construían las instalaciones, en la mayoría de los casos con los materiales que encontraban en el propio terreno. Todos los hermanos —hombres y mujeres, jóvenes y mayores— ofrecían gustosos su ayuda. En un terreno que estaban preparando cerca de Mulanje
se acercó a Jack Johansson un hermano mayor con rostro sonriente y le dijo: “Yo también quiero ayudar”. No parecía un ofrecimiento fuera de lo normal. Pero el hermano Johansson supo después que el anciano había tardado casi un mes en recorrer a pie los 800 kilómetros [500 millas] que lo separaban del lugar de la asamblea, y que lo primero que había hecho al llegar había sido ofrecerse para colaborar en la preparación de las instalaciones. Con un espíritu tan dispuesto, los hermanos y hermanas transformaron el terreno lleno de vegetación en un “estadio” para 6.000 personas.Los misioneros contribuyeron a mejorar la organización de las congregaciones y circuitos de Malaui. Hermanos tales como Hal Bentley, Eddie Dobart, Keith Eaton, Harold Guy, Jack Johansson, Rod Sharp y Malcolm Vigo realizaron una buena labor en calidad de superintendentes de distrito. Los testigos nativos respondieron bien al consejo y la guía que amorosamente les dieron. Como consecuencia, se organizaron mejor las reuniones de congregación y la predicación del mensaje del Reino. Al mismo tiempo, los hermanos se estaban estabilizando en la verdad, lo cual los preparó para las adversidades que se avecinaban.
Se da testimonio a los europeos
Con el tiempo se destinó a algunos misioneros a trabajar en la sucursal, donde también había mucho que hacer. Sus esposas tuvieron así la oportunidad de predicar en el campo europeo de Blantyre y Zomba. Phyllis Bridle, Linda Johansson, Linda Louise Vigo, Anne Eaton y otras efectuaron un buen trabajo en este territorio. A veces, los europeos estaban predispuestos en contra de nuestra obra, a menudo como consecuencia de que se nos siguiera confundiendo con los “movimientos Watch Tower”. Pero estas hermanas aprovecharon bien las oportunidades que se les presentaban para aclararles la cuestión y hablarles del Reino de Dios.
La mayoría de los europeos y los asiáticos de Malaui eran dueños de negocios o tenían contratos de trabajo lucrativos, por lo que generalmente estaban satisfechos con su situación en la vida. No obstante, algunos europeos y nativos anglohablantes respondieron a la verdad. Unos cuantos se bautizaron, uno de ellos en la bañera de Betel.
“Un intercambio de estímulo”
Como los misioneros se relacionaban con los hermanos nativos, llegó a existir verdadera armonía racial entre ellos. Una nota que Alex Mafambana escribió a unos amigos misioneros expresó bien la situación: “Si hay una brecha en el mundo, es entre Oriente y Occidente. Pero nosotros poseemos el mejor vínculo jamás creado: ¡agape!”. ¡Qué diferente era la actitud de quienes no pertenecían a la organización de Jehová! Por lo común, los europeos se consideraban superiores a los africanos y apenas se relacionaban con ellos. De todas formas, había que aclarar un asunto: el uso del título bwana por parte de los hermanos malauianos. Dicho título, que solía emplearse para saludar a los europeos, lo que incluía a los misioneros, implicaba que los europeos eran señores o amos de los africanos. Por ello, siempre que un hermano nativo se dirigía a un misionero con el título bwana, este le recordaba: “Los testigos de Jehová somos hermanos, no bwanas”.
Los beneficios no fueron solo para los hermanos africanos. Los misioneros aprendieron mucho de su trato con estos. Se forjaron numerosas amistades sólidas. Tal como dijo el apóstol Pablo, hubo “un intercambio de estímulo” (Rom. 1:12).
Adoran a Jehová con cánticos
Todo el que pasa algún tiempo en África se da cuenta enseguida de que a la gente le apasiona cantar. Lo hacen sin acompañamiento, con la voz solamente y en bellas armonías.
Malaui no es la excepción. Aun antes de que hubiera un cancionero en chichewa, los hermanos componían sus propios cánticos poniendo letras que hablaban sobre el Reino, el ministerio y el Armagedón a melodías populares de los cánticos de la cristiandad. Aunque no tenían por escrito tales cánticos, todos los hermanos los conocían y los cantaban muy bien. En los momentos de mayor entusiasmo de las asambleas, entonaban el estribillo, no una, sino dos veces después de cada estrofa. La hermosa armonía de los cánticos emocionó al hermano Knorr en su visita a Malaui de 1953. En el informe indicó: “Debe mencionarse que cantan de maravilla”.Cuando en 1950 llegó a la sucursal el nuevo cancionero en inglés de la Sociedad, titulado en español Cánticos de alabanza a Jehová, se decidió que también debía publicarse en chichewa. Pero ¿cómo iban a enseñar a los hermanos a leer la música? Aunque todos sabían cantar, no estaban acostumbrados a leer las notas musicales. La sucursal decidió utilizar la notación de solfeo tónico, basada en el método “do, re, mi”, en el que las notas musicales se indican con sus letras iniciales. Algunos hermanos lo habían aprendido en la escuela. Peter Bridle, que puso mucho empeño en esa labor, recuerda cómo la realizaron: “Nos sentábamos con los traductores y nos poníamos a trabajar. Teníamos que asegurarnos de que el texto traducido encajara con la música. Así que poco a poco creamos el cancionero”.
La edición en chichewa del cancionero Cánticos de alabanza a Jehová cosechó un gran éxito entre los hermanos. La sucursal lo imprimió en un mimeógrafo viejo, utilizando para ello todo el papel que podía conseguir. Como consecuencia, aquellos primeros cancioneros no eran muy resistentes y había que reemplazarlos con frecuencia. Pero a los hermanos no les importaba. Se contentaban con tener cánticos para poder cantar. En cada asamblea obtenían de dos mil a tres mil cancioneros.
Cuando Brooklyn finalmente asumió su impresión, ya se habían producido unos cincuenta mil ejemplares en el país.Nuevas instalaciones de la sucursal
A lo largo de los años, la obra del Reino en Malaui se había supervisado desde diferentes lugares, donde por lo general faltaba espacio. Por consiguiente, a mediados de los años cincuenta se decidió construir un edificio diseñado específicamente para albergar la sucursal, que incluiría viviendas para los trabajadores de Betel. A tal fin, en 1956 se adquirió un solar en Blantyre, y en mayo de 1958 el edificio quedó listo para ser ocupado. Los hermanos estaban emocionados.
Al cabo de unos años se mudó muy cerca de la sucursal un vecino célebre, al convertirse el edificio contiguo, Mudi House, en residencia oficial del primer ministro de Malaui, el doctor Hastings Kamuzu Banda.
Lamentablemente, después de todo el trabajo que supuso construir la sucursal y el Hogar Betel, las espléndidas instalaciones no permanecieron mucho tiempo en poder de la Sociedad.
Una visita animadora
En 1963, Milton Henschel, de la sede mundial de la Sociedad, visitó nuevamente el país. Llegó poco después de la asamblea de Liberia en la que él y muchos hermanos liberianos sufrieron maltratos de los soldados. Se celebró una gran asamblea nacional cerca del aeropuerto, a unos cuantos kilómetros de Blantyre. Llegaron hermanos de todo Malaui, desde “Nsanje [al sur] hasta Karonga [al norte]”, como dijo un hermano veterano. Los aproximadamente diez mil asistentes agradecieron mucho los buenos discursos del hermano Henschel y otros oradores. La prensa raramente se hacía eco de las reuniones de los testigos de Jehová, pero en esta ocasión apareció un reportaje sobre la asamblea incluso en uno de los periódicos nacionales.
La situación política se estaba volviendo tensa en el país, de modo que la asistencia a la asamblea estimuló mucho a los hermanos. Se les habló de cómo los testigos de Jehová de todo el mundo defendían con firmeza los principios bíblicos. El presidente del programa, el hermano Mafambana, dijo respecto a aquella asamblea: “Recuerdo que, para estar presentes, algunos asambleístas recorrieron en bicicleta 600 kilómetros [400 millas] de ida y otros tantos de vuelta. Pensaban que la asistencia a la asamblea era una obligación cristiana, y estaban dispuestos a afrontar dificultades para cumplir con ella. Su determinación demuestra la fe cristiana tan firme que tenían muchos”.
Indicios de dificultades
A comienzos de los años sesenta había un fuerte espíritu nacionalista en Malaui. Según un acuerdo alcanzado con Gran Bretaña, a mediados de 1964 se otorgaría la independencia después de unas elecciones generales. Mientras tanto, el doctor Banda desempeñaba el cargo de primer ministro de la colonia. Antes de las elecciones generales, el gobierno dispuso que del 30 de diciembre de 1963 al 19 de enero de 1964 se efectuara una inscripción voluntaria de los votantes.
Fue entonces cuando los testigos de Jehová de Malaui se vieron por primera vez empujados a lo que el periódico San Francisco Examiner (editado en E.U.A.) llamó posteriormente “una guerra religiosa [...,] una guerra muy unilateral, en la cual la fuerza se enfrenta a la fe”. Los testigos de Jehová no fueron quienes declararon la guerra. En armonía con las enseñanzas bíblicas, respetan a los gobernantes y pagan concienzudamente los impuestos (Luc. 20:19-25; Rom. 13:1-7). Sin embargo, como Jesucristo dijo que sus discípulos “no [serían] parte del mundo”, los testigos de Jehová mantienen también una postura de estricta neutralidad con relación a las guerras de las naciones y sus asuntos políticos (Juan 17:16; Hech. 5:28, 29).
Mientras todo el país estaba enfervorizado con la inscripción de los votantes, los Testigos ejercieron su derecho a no inscribirse. Cuando los dirigentes del partido se percataron de su postura neutral, se desató una violenta persecución contra ellos. Se intentó obligarlos a cambiar de opinión y comprar las tarjetas de afiliación al partido. Durante ese período llegaron noticias a la sucursal de que se habían quemado o demolido más de cien Salones del Reino y bastante más de mil casas de los hermanos. Centenares de campos y graneros fueron pasto
de las llamas. Tristemente, muchas familias de testigos de Jehová se quedaron sin alimento ni techo. Algunos huyeron al vecino Mozambique para salvar la vida. Muchos recibieron fuertes palizas, como el superintendente viajante Kenneth Chimbaza. Pocos años después de ser objeto de tales maltratos falleció, aparentemente a consecuencia de las lesiones sufridas.Integridad ante las pruebas
Hubo muchas experiencias de hermanos que mantuvieron integridad ante la persecución. Por ejemplo, cerca de Blantyre vivían dos hermanas que tenían entre las dos once niños que cuidar. Sus esposos habían sucumbido a la presión política y habían comprado las tarjetas de afiliación al partido. Cuando se presionó a las hermanas para que hicieran lo mismo, se negaron. Los dirigentes del partido les dijeron que volverían al día siguiente para ver si habían cambiado de opinión. Y, en efecto, una multitud fue a buscarlas por la mañana. Las llevaron a un lugar público, las amenazaron con violarlas y las golpearon por negarse a comprar las tarjetas del partido. No obstante, ellas se mantuvieron firmes. Las dejaron marcharse a su casa, pero al día siguiente las volvieron a llevar al mismo lugar. Las golpearon de nuevo, en esta ocasión desnudas frente a la muchedumbre. Pese a todo, las hermanas no transigieron.
Los perseguidores cambiaron entonces de táctica. “Hemos telefoneado a sus oficinas —dijeron—, y hemos hablado con Johansson, McLuckie y Mafambana. Nos han dicho que deben comprar la tarjeta, tal como ya lo han hecho ellos y todos los demás testigos de Jehová de [Malaui]. Así que ustedes son las únicas mujeres en todo el país que no la han comprado. Más vale que la consigan ya.” Las hermanas respondieron: “Servimos solo a Jehová Dios, de modo que si los hermanos de la sucursal han comprado la tarjeta, a nosotras no nos afecta. ¡No vamos a transigir, así nos maten!” (compárese con Romanos 14:12). Finalmente, las dejaron marcharse.
Salmo 56:11: “En Dios he cifrado mi confianza. No tendré miedo. ¿Qué puede hacerme el hombre terrestre?”.
Estas dos hermanas humildes y fieles no sabían leer ni escribir, pero tenían un amor profundo a Jehová y su ley. Su postura firme recuerda las palabras deIntentos de aclarar nuestra posición
Ante la escalada de incidentes graves, la Sociedad hizo lo posible por convencer a las autoridades de que pusieran fin a la persecución. Los hermanos contactaron con la oficina del primer ministro, y se les concedió una entrevista con el doctor Banda para el 30 de enero de 1964. Llegada la ocasión, Jack Johansson explicó claramente la postura neutral de los testigos de Jehová, basándose en el capítulo 13 de Romanos. El primer ministro pareció quedar bastante complacido con la explicación, y le dio muchas gracias al hermano Johansson cuando este se marchaba.
Sin embargo, solo cuatro días después, se produjo un ataque contra un grupo de Testigos de la región de Mulanje. Los atacantes asesinaron brutalmente a Elaton Mwachande y dispararon una flecha al cuello de Mona Mwiwaula, una Testigo anciana, a la que dieron por muerta. Sorprendentemente, la hermana sobrevivió, y su testimonio se utilizó más adelante para llevar a juicio a los agresores. Cuando llegaron noticias de ese horrible incidente a la sucursal, se envió un telegrama urgente a la oficina del primer ministro.
El resultado fue otra reunión con el doctor Banda y dos de sus ministros el 11 de febrero de 1964. Acompañaban a Jack Johansson los hermanos Harold Guy y Alexander Mafambana. Esta vez, sin embargo, el tono de la reunión fue muy distinto. El doctor Banda se puso a agitar el telegrama en el aire y dijo: “Señor Johansson, ¿qué se propone al enviar un telegrama como este?”. Los hermanos trataron de convencerlo calmadamente de que su posición era neutral y de que obedecían las
leyes del país. Pero el primer ministro y sus acompañantes arguyeron que los testigos de Jehová provocaban deliberadamente a sus agresores. La reunión finalizó con una nota negativa, pues acusaron a los testigos de Jehová de la confusión que reinaba en el país. El doctor Banda incluso amenazó al hermano Johansson con deportarlo de inmediato. No obstante, parece que su ira se debía principalmente a la incapacidad de sus dos ministros para presentar pruebas sólidas de que los testigos de Jehová eran los provocadores.Cabe resaltar que en el juicio por el asesinato del hermano Mwachande, el juez interino L. M. E. Emejulu no encontró pruebas de que los testigos de Jehová hubieran provocado en modo alguno a sus agresores, como había alegado el gobierno. El juez declaró: “No veo pruebas de provocación. Es cierto que los testigos de Jehová propagaban con resolución su fe y trataban de hacer conversos, pero eran conscientes de sus deberes cívicos y hacían todo lo que se les pedía [...]. Lo único que se negaron a hacer fue afiliarse a un partido político”.
Cuando la agitación por la inscripción de los votantes disminuyó, el primer ministro hizo un llamamiento al país para recuperar la paz y la calma. “Dejen tranquilos a los europeos, la policía, los indios y hasta a los testigos de Jehová —dijo—. ¡Perdónenlos!” En julio de 1964, en un ambiente de gran entusiasmo, la colonia de Nyasalandia se convirtió en la república independiente de Malaui. Por fin terminó la persecución, pero no sin antes haberse cobrado violentamente la vida de ocho siervos de Jehová.
Un breve período de calma
A finales de 1964, los hermanos disfrutaban de un período relativamente tranquilo. Algunos anteriores enemigos acérrimos sentían curiosidad por conocer el “secreto” de la firmeza de sus víctimas a pesar de la persecución. Como consecuencia, la predicación del mensaje del Reino cobró nuevos bríos.
A comienzos de 1966 se presentó otra oportunidad de explicar la posición neutral de los testigos de Jehová al doctor Banda. La Sociedad Watch Tower había pedido permiso para que entraran más misioneros en el país. El doctor Banda, que controlaba la expedición de permisos de entrada para los europeos, había preguntado por qué se necesitaban más misioneros, de modo que se concertó una reunión entre este y Malcolm Vigo, el siervo de sucursal. El doctor Banda recalcó que no quería que nadie se inmiscuyera en política. El hermano Vigo le aseguró una vez más que los Testigos obedecían las leyes del país y se mantenían neutrales en cuestiones políticas (Para 1967, la cantidad de publicadores había aumentado a más de diecisiete mil. Durante este período de calma llegaron otros dos graduados de Galaad: Keith y Anne Eaton. Cuando se encontraron con los Johansson en la sucursal, Linda les dijo entusiasmada: “¡Bienvenidos al país más tranquilo de África!”. Poco se imaginaban que se cernían sobre ellos serias dificultades.
La situación se agrava de nuevo
Tras un breve curso de aprendizaje del idioma, se asignó a Keith Eaton y a su esposa, Anne, a la obra del distrito. Al principio contaron con la ayuda amorosa de Kenneth Chimbaza y su familia. Al joven Maimba, siempre deseoso de colaborar, le gustaba sobre todo llevar el bolso de predicar del hermano Eaton cuando salían juntos al servicio del campo.
En abril de 1967, el hermano Eaton se hallaba en una asamblea de circuito en un pueblo de la zona de Phalombe llamado Thambo Village, cuando escuchó una emisión radiofónica inquietante. El doctor Banda acusó a los testigos de Jehová de provocar intencionadamente a dirigentes y miembros de los movimientos juveniles Malawi Young Pioneers (Juventudes Pioneras de Malaui) y League of Malawi Youth (Liga Juvenil
de Malaui). También afirmó que los Testigos no solo se negaban a comprar las tarjetas de afiliación al partido, sino que convencían a otras personas para que tampoco lo hicieran.Tal como en 1964, la cuestión de las tarjetas del partido se estaba volviendo candente. Aunque su adquisición era voluntaria, los dirigentes del partido consideraban una falta de respeto negarse a comprarla. Posteriormente se dijo que la compra de la tarjeta era una muestra de agradecimiento por lo que el doctor Banda había hecho por el desarrollo de Malaui. Indignados por la postura firme de los testigos de Jehová, los dirigentes del partido redoblaron esfuerzos para obligar a los hermanos a claudicar. Una vez más empezaron a llegar a la sucursal noticias de hostigamientos y palizas.
En una ocasión, unos cabecillas del partido pidieron a Malcolm Vigo que visitara a un hermano de la Congregación Jumbe que estaba detenido por negarse a comprar la tarjeta del partido. Antes de entrar en la habitación, el hermano Vigo oró en silencio. Desde el principio quedó manifiesto que esperaban que este les dijera que la Sociedad Watch Tower había indicado claramente a sus miembros que no debían comprar las tarjetas. Pero él recalcó, más bien, que la Sociedad no le decía a nadie lo que debía hacer, sino que cada persona tenía que decidir por sí misma. A los dirigentes del partido no les satisfizo la explicación y empezaron a bombardearlo con preguntas. En su afán por confundirlo, le hacían una pregunta sin darle tiempo de contestar la anterior. Tras dos horas de interrogatorio, finalmente liberaron al hermano, sin lograr que comprara la tarjeta del partido.
Proscripción
La situación alcanzó su clímax en septiembre de 1967 durante la asamblea anual del Partido del Congreso de Malaui (Malawi Congress Party), que ocupaba el poder en el país. Una de las propuestas aprobadas en tal ocasión decía:
“Recomendamos encarecidamente que se declare ilegal en este país la confesión religiosa de los testigos de Jehová”. ¿Por qué razón? La propuesta indicaba: “Pone en peligro el mantenimiento de la paz y la calma, que es esencial para el buen funcionamiento del Estado”. En el discurso de clausura de la asamblea, el presidente declaró: “Los testigos de Jehová están causando problemas en todas partes. Por consiguiente, la asamblea aprobó ayer la propuesta de proscribir a los testigos de Jehová. Les aseguro que el gobierno va a tomar cartas en el asunto de inmediato”.¿Representaban los testigos de Jehová realmente un peligro para Malaui? De ningún modo. Un observador dijo de ellos posteriormente que eran “ciudadanos modelos” que “pagan los impuestos diligentemente, atienden a los enfermos [y] batallan contra el analfabetismo”. Aun así, el gobierno de verdad “[tomó] cartas en el asunto de inmediato”. Sin pérdida de tiempo se firmó un decreto para proscribir a los testigos de Hech. 5:28, 29).
Jehová, que entró en vigor el 20 de octubre de 1967. Con grandes titulares en negrita se anunció a la nación: “Malaui prohíbe una secta ‘peligrosa’”. Aunque se afirmó que se había adoptado la medida porque los testigos de Jehová suponían “una amenaza para el buen gobierno de Malaui”, fue obvio que la verdadera razón era su negativa a comprar las tarjetas de afiliación al partido. En armonía con sus firmes convicciones basadas en la Biblia, optaron por “obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Las medidas preventivas dan resultado
Antes de decretarse la proscripción, los hermanos de la sucursal comprendieron que iba a producirse algún tipo de intervención oficial en contra de los testigos de Jehová. Si bien no esperaban una proscripción total, empezaron a tomar precauciones. Se celebraron reuniones especiales en diversas partes del país para dar instrucciones y estímulo a los superintendentes de circuito y distrito. Se ofrecieron directrices prácticas respecto a las reuniones de congregación, el ministerio del campo, las existencias de publicaciones y el envío de cartas, información que fue muy útil cuando empeoró la situación.
Las congregaciones siguieron cuidadosamente las instrucciones que iban recibiendo. Dejaron de usarse los formularios de la Sociedad. Las congregaciones escribían los informes de servicio en papel corriente y los mandaban a la sucursal mediante mensajeros. Se cambiaron los horarios de las reuniones de acuerdo con las necesidades de cada congregación. Una de ellas decidió iniciarlas el domingo a las cinco y media de la madrugada, antes de que despertara el resto del pueblo. En cuanto a la predicación, ninguna proscripción impediría que los testigos de Jehová difundieran las buenas nuevas del Reino. Tal como en los días de los apóstoles, la postura de nuestros fieles hermanos fue: “No podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído” (Hech. 4:20).
Poco antes de dictarse el decreto, la sucursal supo de fuentes fidedignas que estaba a punto de anunciarse la proscripción de los testigos de Jehová en el boletín oficial del gobierno, llamado Government Gazette. Por lo tanto, los hermanos trasladaron rápidamente todos los archivos y documentos importantes, incluso algunas máquinas, a las casas de varios Testigos. También se sacaron de la sucursal grandes cantidades de publicaciones, que se enviaron a congregaciones de todo el país. A fin de proteger el valioso alimento espiritual, una congregación llenó de libros dos barriles grandes de petróleo y los enterró. Cuando finalmente en noviembre la policía se presentó en la sucursal para confiscar la propiedad, parecían sorprendidos de que hubiera tan pocos archivos, publicaciones y maquinaria.
Se deporta a los misioneros
Como era de esperar, se ordenó a los misioneros extranjeros que abandonaran el país. Pero antes de marcharse, ellos hicieron cuanto pudieron para fortalecer a sus queridos hermanos. Malcolm Vigo visitó y animó a los que habían perdido sus hogares en actos vandálicos. Uno de ellos fue el superintendente de circuito Finley Mwinyere. El hermano Vigo dijo: “Cuando llegamos, vimos al hermano Mwinyere de pie contemplando los restos quemados de su casa. Pero su actitud fue alentadora. Solo pensaba en ir rápidamente a fortalecer a los hermanos de su circuito que también habían resultado afectados. No estaba abatido por todo lo que él había perdido”.
Jack Johansson viajó en dirección norte a Lilongwe para visitar a unos tres mil hermanos y hermanas que estaban detenidos. Pudo hablar con gran cantidad de ellos y darles aliento. Todavía conservaban el ánimo. De hecho, él, a su vez, recibió mucho estímulo y dijo que la experiencia había fortalecido su fe. El policía que los custodiaba le dijo después al hermano Johansson que la situación era bochornosa. Por mencionar solo una implicación de la proscripción, el agente indicó que
si a partir de entonces fallaba el servicio eléctrico de Lilongwe, probablemente no se volvería a restablecer, porque los trabajadores más eficientes y confiables estaban presos.Los ocho misioneros extranjeros no se marcharon de Malaui por voluntad propia. Por lo que a ellos concernía, no habían hecho nada malo. A los Sharp y los Johansson los condujeron directamente al aeropuerto con escolta policial y los metieron en un avión que salía del país. A los otros dos matrimonios los llevaron a la Prisión Chichiri, de Blantyre, donde pasaron unas cuantas noches, Malcolm y Keith en una celda, y Linda Louise y Anne, en otra. Después los llevaron al aeropuerto con escolta policial y los mandaron a Mauricio. Posteriormente se asignó a los Vigo y a los Johansson a Kenia, y a los Eaton, a Rhodesia.
Con gran dolor de corazón, los misioneros dejaron atrás a sus queridos hermanos. Pero los Testigos malauianos no quedaron sin ayuda. En las 405 congregaciones del país había pastores espirituales, superintendentes amorosos (Isa. 32:2). Alex Mafambana atendía la obra desde dentro, y a la sucursal de Zimbabue (entonces Rhodesia) le transfirieron la supervisión del campo malauiano. En los años siguientes, la sucursal de Harare (Zimbabue) se encargó de que los superintendentes de circuito y otros hermanos que llevaban la delantera en Malaui asistieran a asambleas de distrito y cursos de actualización en Zimbabue. Mediante estos hermanos fieles se transmitía la información de las asambleas de circuito y distrito a las congregaciones.
Una nueva ola de atrocidades
Tan pronto como la proscripción fue del dominio público, los dirigentes del partido y los miembros de las Juventudes Pioneras de Malaui y la Liga Juvenil de Malaui, iniciaron una nueva ola de terrible persecución. Aunque la policía y los jueces a veces se apiadaban de los hermanos, eran incapaces de detener
la violencia, pues se había declarado ilegales a los testigos de Jehová.La persecución fue intensificándose, y en todas partes del país se destruyeron Salones del Reino, casas, tiendas de comestibles y otros comercios de testigos de Jehová. En algunos lugares, los agresores incluso llegaban en camiones para saquear las propiedades de los Testigos. Aunque el valor monetario de tales pérdidas materiales era pequeño, para los hermanos representaba todo cuanto poseían.
También llegaron de todo el país noticias de palizas. Algunas de nuestras queridas hermanas, sufrieron lo indecible. Muchas cristianas fueron víctimas de violaciones, mutilaciones y palizas. Los sádicos agresores no perdonaron a nadie. Sometieron a crueles torturas a jóvenes, ancianas e incluso a hermanas embarazadas, algunas de las cuales sufrieron abortos como consecuencia de los abusos. Millares de hermanos se vieron obligados a huir de sus aldeas una vez más. Muchos se refugiaron en el monte. Otros se exiliaron temporalmente en el vecino Mozambique. A finales de noviembre de 1967, la brutal ola de agresiones contra los testigos de Jehová se había cobrado al menos cinco vidas más.
Reacciones ante la proscripción
Ni siquiera las crueles palizas amedrentaron a los testigos de Jehová. Muy pocos transigieron. A Samson Khumbanyiwa le destrozaron la casa y los muebles, y le hicieron trizas toda la ropa, pero no pudieron acabar con su fe. Con convicción dijo: “Tengo la certeza de que nunca estoy solo, y de que Jehová me ha protegido”. La integridad de estos hombres y mujeres de fe es un motivo de satisfacción para Jehová, una respuesta al desafío de Satanás: “Todo lo que el hombre tiene lo dará en el interés de su alma” (Job 2:4).
La persecución hasta abrió los ojos a algunos malauianos de corazón sincero, en armonía con lo que el propio Jesucristo Luc. 21:12, 13).
había predicho. Después de advertir a sus seguidores que serían perseguidos, que incluso los llevarían ante gobernantes, concluyó con estas animadoras palabras: “Resultará para ustedes en testimonio” (A un hombre que se había opuesto por algún tiempo a las actividades religiosas de su esposa, que era Testigo, la persecución lo ayudó a ver las cosas con mayor claridad. Una mañana, menos de dos semanas después de decretarse la proscripción, apareció una turba en la puerta de su casa. Sabían que el hombre no era Testigo, de modo que le gritaron que habían venido solamente por su esposa. Al principio no quiso abrir la puerta, pero como amenazaron con quemar la casa con toda la familia dentro, los dejó entrar de mala gana. De inmediato lo encadenaron y le ordenaron comprar la tarjeta del partido. Entonces se dio cuenta de que la religión de su esposa debía ser la verdadera y se negó a comprar la tarjeta. Les dieron una paliza a ambos, pero a partir de ese día se puso a estudiar la Biblia. Al año siguiente, dedicó su vida a Jehová y empezó a servirle junto con su esposa.
Tanto dentro como fuera de Malaui la gente expresó preocupación por lo que les estaba sucediendo a aquellos cristianos inocentes. Se oyó a algunos decir: “Ahora sabemos que debe estar cerca el fin del mundo, porque se ha proscrito al pueblo de Dios en nuestro país”. A raíz de los artículos que aparecieron en los números de marzo de 1968 de La Atalaya y ¡Despertad!, se alzaron voces de protesta en todo el mundo. Se recibieron miles de cartas en las que se expresaba indignación y se instaba al gobierno a adoptar medidas para poner fin a las atrocidades. En algunas oficinas de correos se necesitó ayuda para atender la avalancha de cartas. Tan intensa y prolongada fue la reacción internacional ante esta situación, que finalmente el presidente promulgó un decreto para detener la persecución. Posteriormente, el doctor Banda llegó a decir que
no debía obligarse a nadie a comprar la tarjeta de afiliación al partido. “Quiero que el pueblo sea libre de renovar la tarjeta, que lo haga de corazón, no porque se le obligue”, dijo. Por lo tanto, poco a poco también se aplacó la segunda ola de persecución, gracias a lo cual algunos hermanos pudieron regresar a su hogar y seguir con la importante obra de predicar el Reino, aunque utilizando métodos menos llamativos, ya que aún estaban proscritos.La obra en la clandestinidad
Durante este período, el hermano Mafambana atendió la obra fielmente desde el interior del país. Se mantuvo en contacto con la sucursal de Rhodesia, mediante la cual recibió instrucciones oportunas. Pero la policía andaba tras su rastro continuamente, así que tenía que ser muy precavido. En muchas ocasiones estuvieron a punto de detenerlo. Por desgracia, en 1969 murió, al parecer de cáncer. Kenneth Chimbaza asumió entonces la supervisión de la actividad de los testigos de Jehová de Malaui, hasta que un derrame cerebral le causó la muerte en 1971. Sin duda, Jehová recordará con agrado las muchas obras buenas de estos dos mantenedores de integridad en la venidera “resurrección de los justos” (Luc. 14:14; Heb. 6:10).
Al disminuir las presiones, los hermanos malauianos se adaptaron a la nueva situación. La predicación informal empezó a dar fruto enseguida. A pesar de la proscripción, muchos emprendieron el servicio de precursor. En 1971 difundieron con celo las buenas nuevas 925 precursores, junto con miles de publicadores de congregación. Quedaba incluso un precursor especial, Gresham Kwazizirah, que seguía sirviendo lealmente en su vejez, después de haber sufrido muchas adversidades y pruebas. Hasta su misma muerte, en 1978, fue fiel en el servicio a Jehová.
Como los hermanos eran “cautelosos como serpientes”, los informes de congregación y demás correspondencia continuaron Mat. 10:16). Tales informes revelaban que la celosa predicación clandestina daba excelentes resultados. En 1967, justo antes de la proscripción, se había alcanzado un máximo de 18.519 publicadores. En 1972, si bien la proscripción seguía vigente y muchos habían huido a Mozambique, se informó un nuevo máximo de 23.398 publicadores, que dedicaron un promedio de más de dieciséis horas mensuales al ministerio.
llegando a la sucursal de Rhodesia (Se da testimonio en “nuevos territorios”
Pese a todas las precauciones que tomaban los Testigos al predicar, a algunos los detuvieron y metieron en prisión. Pero ni aun así se desanimaban. Seguían predicando, pues hacían de la cárcel su nuevo territorio.
Baston Moses Nyirenda estuvo siete meses preso en 1969. Algunos reclusos le preguntaban por qué no participaba en las actividades de la iglesia de la prisión, llamada Iglesia Unida, lo cual le brindaba buenas oportunidades de predicar. Valiéndose de una Biblia vieja y deteriorada que compartían todos los reclusos y a la que le faltaban muchas páginas, les enseñaba las verdades bíblicas. Así les comenzó un estudio bíblico, en el que participaba incluso el líder de la iglesia. Antes de salir de la cárcel, el hermano Nyirenda tuvo la satisfacción de ayudar a cuatro personas a obtener un entendimiento básico de la Palabra de Dios.
La actividad de la congregación inglesa
Aunque se había deportado a todos los misioneros extranjeros a consecuencia de la proscripción, Bill McLuckie, que se había casado con una sudafricana llamada Denise, seguía viviendo en Blantyre, donde tenía un pequeño negocio con el que mantenía a su familia. El hogar de los McLuckie se convirtió en el nuevo lugar de reunión de la Congregación Inglesa de Blantyre. Claro, tenían que celebrar las reuniones de manera
informal para no llamar la atención, de modo que no cantaban ni aplaudían.Por aquel entonces, Guido Otto, que servía en la sucursal de Rhodesia, empezó a introducir publicaciones en Malaui clandestinamente. Su padre tenía un pequeño hotel a orillas del lago Malaui, por lo que sus visitas no levantaban las sospechas de las autoridades. Poco se imaginaban cuántas publicaciones bíblicas llevaba Guido en cada viaje. Los hermanos las almacenaban en un sótano secreto de la casa de los McLuckie. Cuando estaban excavando el sótano, los transeúntes a veces preguntaban para qué era. “Es un baño”, les decían.
Una noche, en mitad de la reunión, se detuvo un vehículo frente a la casa. ¿Quién sería? ¿La policía? Los hermanos no sabían qué hacer con los libros de estudio. De repente se abrió la puerta, y entró Guido Otto alegremente. ¡Qué alivio!
Denise explica qué medidas se adoptaron a partir de entonces: “Bill dijo a los hermanos que lo primero que debían hacer si alguien intentaba entrar era meter todas las publicaciones en un cubo que teníamos a mano. Yo había de dejar caer el cubo por un agujero del suelo del dormitorio que conducía
al sótano. También teníamos siempre listo un carrito con el té servido. A cualquiera que entrara le daría la impresión de que estábamos tomando té con unas visitas”.Ahora bien, cuando empeoraron las condiciones, ya no fue posible reunirse en un solo lugar. Tuvieron que utilizar diversos hogares, y a veces se reunían en el bosque, vestidos como si estuvieran de campo.
Pese a tales dificultades, al predicar de manera informal a los anglohablantes, los hermanos lograban contactar con las personas que buscaban sinceramente la verdad. Unos cuantos la aceptaron, entre ellos Victor Lulker, Daniel Marne y Mike Sharma, que sirven en la Congregación Inglesa de Blantyre hasta el día de hoy.
Procesos judiciales en Blantyre
Cuando la policía finalmente registró la casa de los McLuckie, en 1971, encontraron algunas publicaciones de la Sociedad. Se presentaron cargos contra el hermano McLuckie, de modo que tuvo que comparecer ante el juez de Limbe (Blantyre). Los Testigos locales se enteraron y acudieron en grandes cantidades al juzgado para dar apoyo a los McLuckie, a riesgo de perder su propia libertad. Cuando el juez lo declaró inocente, los hermanos prorrumpieron en aplausos. No obstante, la acusación apeló y la causa pasó al tribunal superior. En esta ocasión lo declararon culpable y lo sentenciaron a siete años de prisión. Pero en realidad no querían meterlo preso, así que le ordenaron abandonar el país.
Por consiguiente, en octubre de 1972 concluyeron treinta y siete años de servicio fiel de Bill McLuckie en Malaui. Antes de partir, organizó a los hermanos para que se llevaran con disimulo todas las publicaciones que había en su sótano secreto. Los hermanos salían con los automóviles llenos de cajas de libros. A algunos los detuvieron después en los controles de carretera, pero la policía no vio ni una sola caja. Antes de que
los McLuckie se marcharan del país, se selló con cemento la entrada del sótano secreto. El servicio fiel y abnegado de Bill McLuckie se recordará durante mucho tiempo en la historia de los testigos de Jehová de Malaui.Comienza la tercera ola de violencia
Justo cuando los hermanos se estaban acostumbrando a la nueva rutina, resurgieron las dificultades. En 1972, durante la asamblea anual del Partido del Congreso de Malaui, se aprobaron varias propuestas muy inquietantes. Una de ellas recomendaba que se despidiera del trabajo a todos los testigos de Jehová, lo cual se cumplió sin ninguna misericordia y sin hacer excepciones. A las empresas que quisieron retener a sus empleados Testigos de confianza no se les permitió hacerlo. Los negocios y demás bienes de los hermanos fueron confiscados. Pero lo peor estaba por venir.
Otra de las propuestas aprobadas en la asamblea pedía que “a todos [los testigos de Jehová] que vivían en aldeas se les echara de la comunidad”, lo cual equivalía a pedir su exclusión de la sociedad. Quemaron o derrumbaron miles de casas de Testigos, destruyeron sus cosechas y mataron a sus animales. Les prohibieron sacar agua de los pozos de las aldeas. Los hermanos del país entero perdieron literalmente todas sus posesiones en los saqueos.
Los miembros de los movimientos juveniles tomaron nuevamente la delantera en esta ola de persecución, la más intensa y brutal hasta entonces. Organizados en bandas de entre doce y más de cien individuos, iban de aldea en aldea buscando a los testigos de Jehová.
En todo el país se dio caza a los hermanos. En Blantyre reunieron a un grupo de ellos y los llevaron a las oficinas centrales del partido en esa región, que se hallaban en lo que había sido la sucursal de la Sociedad hasta su confiscación, en 1967. Entre ellos estaba Greyson Kapininga, que había servido de traductor
en la sucursal antes de la proscripción. Como los hermanos se negaron firmemente a comprar la tarjeta de afiliación al partido, los perseguidores les restregaron una mezcla de sal y pimentón picante por los ojos. A continuación les golpearon con tablas que tenían púas largas. Cada vez que un hermano gritaba de dolor, los torturadores lo golpeaban aún más fuerte y decían: “Que venga tu Dios a salvarte”.Los crueles ataques se cobraron muchas vidas. En Cape Maclear, al extremo sur del lago Malaui, ataron haces de hierba al cuerpo de Zelphat Mbaiko, derramaron gasolina sobre la hierba y le prendieron fuego. Literalmente lo quemaron vivo.
Las hermanas también sufrieron horriblemente. A muchas las violaron repetidas veces los dirigentes del partido por negarse a comprar las tarjetas de afiliación. En Lilongwe, la hermana Magola, junto con muchas más, intentó escapar de la barbarie, pero como estaba embarazada, no podía correr muy deprisa. Una multitud que parecía una jauría de perros salvajes la atrapó y la mató a palos.
En el recinto de la Escuela de Agronomía Bunda, en las afueras de Lilongwe, asesinaron a seis hermanos y una hermana, y dejaron sus cuerpos horriblemente mutilados. El director de la institución, Theodore Pinney, presentó su protesta por las atrocidades al doctor Banda en persona, como resultado de lo cual lo deportaron.
Miles de hermanos huyen
Ante la amenaza inminente de que se produjera un genocidio, en octubre de 1972 comenzó un éxodo masivo de testigos de Jehová. Miles huyeron en dirección oeste a Zambia. Un observador de la ONU que se hallaba en la frontera confirmó que “muchos refugiados tenían cortes en el cuerpo, causados aparentemente con pangas, los machetes comunes en [África]”.
Se colocó a los Testigos en varios campos de refugiados de Sinda Misale, situado en el triángulo de tierra donde convergen Juan 13:34, 35.)
las fronteras de Malaui, Mozambique y Zambia. No obstante, las condiciones insalubres enseguida provocaron epidemias. En poco tiempo murieron más de trescientas cincuenta personas, muchas de ellas niños. Las noticias de la difícil situación de los refugiados llegaron rápidamente a los hermanos cristianos de otros lugares, y empezaron a recibirse suministros de socorro en grandes cantidades. Los testigos de Jehová de Sudáfrica donaron toneladas de tiendas, ropa y otros artículos que se necesitaban urgentemente. Una pequeña flota de camiones dirigida por Karel de Jager y Dennis McDonald transportó los suministros desde la sucursal de Sudáfrica hasta los campos. Las necesidades espirituales tampoco se pasaron por alto. Uno de los camiones llevaba veintiuna cajas de Biblias y publicaciones bíblicas. ¡Qué contentos se pusieron los hermanos malauianos ante esta muestra del verdadero amor cristiano que Jesús mencionó! (Sin embargo, los Testigos se dieron cuenta enseguida de que su presencia en Zambia no era grata. En el mes de diciembre, las autoridades zambianas obligaron a los refugiados a regresar a Malaui. ¡Qué decepción! Puesto que aparentemente no tenían a donde ir, ¿acabarían por transigir? Michael Yadanga resumió así su sentir: “He perdido los dientes por no comprar la tarjeta. Me he quedado sin trabajo por no comprar la tarjeta. Me han golpeado brutalmente, me han destrozado la propiedad y me han obligado a huir a Zambia, todo ello por negarme a comprar la tarjeta. No voy a comprarla ahora”. Los hermanos se mantuvieron íntegros. En su caso se confirmaron las siguientes palabras del salmista: “Son muchas las calamidades del justo, pero de todas ellas lo libra Jehová” (Sal. 34:19).
Los Testigos malauianos, tanto hombres como mujeres, demostraron que su fe era como la de los siervos de Dios mencionados en el Heb capítulo 11 del libro bíblico de Hebreos. Al igual que aquellos adoradores de Jehová del pasado, los Testigos de Malaui “fueron atormentados porque rehusaron aceptar la liberación por algún rescate”, es decir, transigiendo o renegando de su fe en Jehová Dios. Como ellos, “recibieron su prueba por mofas y azotes, en verdad, más que eso, por cadenas y prisiones”. Y tal como en su caso, “el mundo no era digno de ellos” (Heb. 11:35, 36, 38).
Hallan refugio en Mozambique
A su regreso de Zambia, nuevamente se enfrentaron a cruel persecución en su país. Era imposible quedarse en Malaui, de modo que volvieron a emprender la huida, esta vez hacia Mozambique. Las autoridades de este país, que en aquel entonces se hallaba aún bajo dominio portugués, trataron bien a los hermanos. Los que vivían al sur de Malaui cruzaron la frontera cerca de Mulanje y se dirigieron a los campos de refugiados de Carico, donde muchos permanecieron hasta 1986.
Por la frontera occidental de Malaui, entre las ciudades de Dedza y Ntcheu, también era fácil pasar a Mozambique. Los hermanos no tenían más que cruzar la carretera principal, que servía de frontera, para buscar refugio. Los campos de esta zona de Mozambique estaban situados cerca de Mlangeni, y allí fue donde acudió la mayoría de los hermanos.
Los campos de Carico y de las proximidades de Mlangeni se convirtieron en el hogar de unos treinta y cuatro mil
hombres, mujeres y niños. Congregaciones enteras del pueblo de Dios, conducidas por los ancianos, llegaron caminando a los campos. Las autoridades malauianas prohibieron a la población que los transportaran.Con la llegada a los campos empezó una nueva vida para estos siervos de Jehová. Al principio pasaron apuros económicos, pues estaban comenzando de nuevo. Pero poco después ya habían construido casas en hileras rectas. Los campos se mantenían limpios y ordenados. A fin de complementar las raciones que distribuía la Sociedad y las organizaciones humanitarias, muchos hermanos cultivaban la tierra. Otros se las arreglaban para vender artículos que fabricaban manualmente o para encontrar trabajos a tiempo parcial en los pueblos vecinos. Aunque no poseían mucho en sentido material, se contentaban con tener lo necesario para vivir (1 Tim. 6:8). Y en sentido espiritual, eran ricos.
La organización en los campos
Kennedy Alick Dick, Maurice Mabvumbe, Willard Matengo y, más adelante, otros ancianos, constituyeron el Comité del País. Los hermanos los respetaban y amaban por sus esfuerzos 1 Ped. 5:2). Organizaron muchas actividades espirituales en los campos. Se encargaron de que todos los días tuvieran un comienzo espiritual con el análisis del texto diario, según es habitual en la mayoría de los hogares del pueblo de Jehová. Los estudios de la Biblia mediante la revista La Atalaya, los discursos públicos e incluso las asambleas se celebraban con regularidad. Los refugiados entendían que tales provisiones espirituales eran esenciales.
incansables encaminados a satisfacer las necesidades espirituales de todos. Estos ancianos leales tomaron a pecho la exhortación bíblica: “Pastoreen el rebaño de Dios bajo su custodia” (Al principio, todas las reuniones tenían lugar en un punto céntrico: la plataforma central. Allí se reunían diariamente miles de hermanos para recibir enseñanza bíblica e instrucciones respecto a las diversas tareas de los campos. Más adelante, se instó a las congregaciones a construir sus propios Salones del Reino para celebrar en ellos las reuniones. Con el tiempo se organizaron cinco circuitos en los diversos campos.
Los integrantes del Comité del País y otros hermanos se habían beneficiado mucho de la preparación que les habían dado los misioneros antes de la proscripción. Dicha preparación les ayudó a organizar los campos de refugiados. En general, estos
funcionaban de manera muy parecida a las asambleas de distrito grandes. Se formaron departamentos para atender las diversas tareas, entre ellas la limpieza, la distribución de alimentos y, por supuesto, la seguridad.Aun cuando casi todos los testigos de Jehová vivían en el exilio, algunos perseguidores no se daban por satisfechos. Los enemigos a veces pasaban la frontera y atacaban a los hermanos que vivían en los campos cercanos, de modo que tuvieron que tomarse precauciones extraordinarias para proteger al pueblo de Jehová.
El Comité del País nombró a un grupo de hermanos para que vigilaran todas las entradas de los campos. Batson Longwe era el supervisor de los vigilantes del campo de Mlangeni. Su trabajo implicaba desplazamientos continuos por todo el recinto para comprobar si los hermanos estaban en sus puestos. Enseguida se ganó el sobrenombre de Siete-a-siete. Y lo
cierto es que todos los días de sol a sol (de siete a siete) se veía al fiel hermano Longwe por todo el campo, cumpliendo con su labor de proteger a sus compañeros cristianos. Hasta el día de hoy, la mayoría de los hermanos llaman a Batson Longwe Siete-a-siete. Aunque algunos hayan olvidado su verdadero nombre, todo el que vivió en el campo de Mlangeni recuerda con cariño su servicio leal en favor de los hermanos.El exilio temporal en Mozambique no solo les sirvió para escapar un poco de la persecución, sino que también los preparó para enfrentarse a las pruebas y dificultades que se avecinaban. Se estrecharon los lazos entre ellos, y aprendieron a tener más confianza en Jehová. Lemon Kabwazi, que después fue superintendente viajante, dice: “La situación presentaba sus ventajas y sus inconvenientes. Materialmente éramos pobres, pero espiritualmente estábamos bien atendidos. Como vivíamos tan cerca unos de otros, llegamos a conocer bien a nuestros hermanos y a amarlos, lo cual nos ayudó a nuestro regreso a Malaui”.
Perseguidos de nuevo
Desgraciadamente, no estuvieron mucho tiempo libres de la violencia de sus perseguidores. Cuando Mozambique obtuvo la independencia, en junio de 1975, el espíritu nacionalista se apoderó de este país también. Sus nuevos dirigentes políticos no entendieron la neutralidad del pueblo de Jehová. Como los hermanos se negaron a transigir, los obligaron a cruzar la frontera por la zona de Mlangeni, con lo cual cayeron de nuevo en manos de sus enemigos.
En la frontera les esperaba el ministro de la región central, el señor J. T. Kumbweza Banda, quien les dijo: “Se fueron de Malaui por su voluntad y ahora regresan por su voluntad. Vuelvan a sus aldeas y cooperen con los presidentes del partido”. Luego añadió, con referencia a los miembros de las Juventudes Pioneras de Malaui y la Liga Juvenil de Malaui: “Mis
muchachos se van a encargar de que cooperen con el partido”. Sus palabras ofrecían pocas esperanzas de que mejorara la situación.Algunos de los que se vieron obligados a regresar entonces a Malaui lograron atravesar el país y salir por la frontera sudoriental, para reunirse a continuación con los hermanos que estaban en los campos de refugiados cercanos a la ciudad mozambiqueña de Milange. Pero eso no resolvió todos los problemas. Por ejemplo, Fidesi Ndalama, que sirvió de superintendente de circuito en la zona hasta el desmantelamiento de los campos de Milange, a finales de los años ochenta, perdió a su esposa en un ataque de la guerrilla al campo. Pero este hermano afable continúa sirviendo a Jehová con celo.
Otros de los que retornaron por la fuerza a Malaui en 1975 tuvieron que permanecer allí. Las carreteras se llenaron de miles de hermanos que regresaban exhaustos a sus aldeas. A muchos de ellos los acosaron a lo largo del camino.
Al principio se permitió a la mayoría establecerse otra vez en sus aldeas de origen. Pero al poco tiempo llegaban los “muchachos” para tratar de obligar a los testigos de Jehová a ‘cooperar con el partido’. Bandas de miembros de la Liga Juvenil rodeaban las casas de los hermanos y les exigían la compra de tarjetas de afiliación al partido. La respuesta era la misma en todas las casas: “¡No!”. La negativa conducía a todo tipo de trato inhumano. Hasta las mujeres y los niños golpeaban a aquellos cristianos inocentes. Se dieron casos de horribles ultrajes sexuales contra hombres y mujeres. Hubo informes repugnantes de cristianos y cristianas a los que ataban juntos en un intento de forzarlos a cometer fornicación.
Aun en el diario vivir, los testigos de Jehová se enfrentaban constantemente a pruebas de integridad. En los hospitales, mercados, escuelas y medios de transporte público, los miembros de la Liga Juvenil andaban siempre a la caza de personas Revelación 13:16, 17, ‘nadie podía comprar ni vender’ ni llevar una vida normal, a menos que tuviera ‘la marca de la bestia salvaje’, es decir, una prueba de su apoyo al sistema político del mundo.
que no tuvieran la tarjeta del partido. Tal como diceLos testigos de Jehová se mantuvieron firmes frente a todas aquellas adversidades, sin transigir jamás. Pero los perseguidores tampoco se rindieron. Aún quedaban pruebas por delante.
Hacinados en prisiones
Se hicieron redadas de congregaciones enteras de testigos de Jehová y se llevó a los hermanos como si fueran ganado a prisiones cuyo funcionamiento recordaba los campos de concentración nazis. Lamentablemente, en algunos casos se separó a los niños pequeños de sus desconsolados padres. A algunos los dejaron a cargo de familiares no Testigos, pero a otros los abandonaron. En enero de 1976 había más de cinco mil hombres y mujeres en prisiones y campos de todo el país.
Al principio, las condiciones eran terribles. El hacinamiento produjo muchas enfermedades mortíferas, y los carceleros crueles aumentaban el sufrimiento. Uno de estos decía a los hermanos en son de burla: “Tal como ha dispuesto el gobierno, nos van a servir de tractores”. Baston Moses Nyirenda recuerda que en muchas ocasiones lo obligaron a trabajar desde antes del amanecer hasta después de la puesta del Sol sin una pausa para descansar o comer algo.
Un hermano logró sacar a escondidas de la infame prisión de Dzaleka la siguiente nota escrita en un pedazo de papel higiénico: “Aunque alguien esté muy enfermo, lo obligan a trabajar. A los niños enfermos los envían al hospital de Dowa [...]. No atienden a los pacientes que son del pueblo de Jehová. Al hospital de Dowa lo llamamos el matadero del pueblo de Jehová”.
Daba la impresión de que los carceleros trataban por todos los medios de que los hermanos se desmoralizaran y quebrantaran su integridad. Pero no lo consiguieron. El pueblo de Jehová había aprendido a hacer frente a las adversidades. Una nota escrita en un trozo de saco de cemento contenía las siguientes palabras fortalecedoras: “Buenas noticias. Todos los hermanos tienen rostros muy felices aunque sufren persecución y acarrean piedras”.
La oficina del presidente, el doctor Banda, recibió muchas cartas de protesta de testigos de Jehová y muchas otras personas del extranjero. No obstante, se hizo caso omiso de las peticiones, y los hermanos siguieron presos.
“La palabra de Dios no está encadenada”
A pesar de las condiciones existentes, los hermanos lograban celebrar las reuniones cristianas en las prisiones. Se introducían publicaciones clandestinamente y se distribuían entre los reclusos Testigos. ¿Cómo lo hacían? Baston Moses Nyirenda cuenta lo siguiente respecto a un Anuario que les llegó a la prisión de Dzaleka:
“Había un hermano que no estaba preso, pero trabajaba en la huerta de la penitenciaría. Como los guardas estaban acostumbrados a sus continuas entradas y salidas, nunca lo registraban. En una ocasión en la que fue a entregar hortalizas a los guardas, llevaba el libro escondido bajo la camisa, y se las arregló para pasárselo a un hermano antes de marcharse. Estábamos emocionados de tener el Anuario, porque en aquel entonces contenía los textos bíblicos diarios y sus respectivos comentarios. Nos pusimos a copiar de inmediato todos los textos y comentarios en pedazos de papel higiénico. Gastamos una buena cantidad de rollos. A las dos semanas, un guarda descubrió el libro, pero para entonces ya habíamos distribuido copias por todo el campo. Hasta conseguimos pasar unas cuantas a la sección donde estaban las hermanas.”
En Dzaleka se celebraba la Conmemoración de la muerte de Cristo en grupos pequeños. La Sociedad recibió una carta que decía: “La asistencia a la asamblea en el precioso día del 14 de abril fue de 1.601”. Hubo trece participantes de los emblemas en aquella ocasión. El informe también indicaba: “En casi toda celda se cantaron cánticos antes del discurso, y se hizo lo mismo después de la asamblea”.
Con el paso del tiempo, las condiciones en las cárceles mejoraron un poco. Algunos guardas acabaron por simpatizar con los hermanos. Uno de ellos incluso abrazó la verdad después de retirarse del servicio de prisiones. Ahora es el hermano Makumba, y su hijo también se ha dedicado a Jehová. Tal como dijo el apóstol Pablo, “la palabra de Dios no está encadenada” (2 Tim. 2:9).
El servicio a Jehová bajo la proscripción
La persecución fue perdiendo intensidad una vez más. En 1979, casi todos los Testigos habían sido puestos en libertad. Los vecinos sentían mucha curiosidad. “¿Por qué los metieron en prisión?” “¿Por qué persigue todo el mundo a los testigos de Jehová?” Tales preguntas conducían a conversaciones bíblicas, como resultado de las cuales muchos malauianos llegaron a ser siervos de Dios. Estos entendían perfectamente que si se hacían testigos de Jehová, también ellos serían objeto de odio, como había predicho Jesús; aun así, se daban cuenta de que los Testigos realmente practicaban la religión verdadera (Luc. 21:17; Sant. 1:27). Curiosamente, hubo más nuevos bautizados entre las personas a quienes se predicaba que entre los hijos de los que ya eran testigos de Jehová.
¿Cómo se introducían por entonces en el país las publicaciones bíblicas que se usaban en las reuniones y el ministerio del campo? A finales de los años setenta se transfirió la supervisión del campo malauiano a la sucursal de Zambia, ya que
este país hace frontera con Malaui, a diferencia de Zimbabue. Se situaron varios almacenes de publicaciones en puntos estratégicos del territorio zambiano cercanos a la frontera con Malaui. Los pocos hermanos que tenían vehículo iban a Zambia a recoger paquetes grandes de publicaciones y los pasaban clandestinamente a Malaui. Este método fue muy eficaz en los primeros años de la proscripción, porque había pocos controles de carretera.Como los hermanos disponían de los libros y las revistas necesarios, se podían programar las reuniones. No era posible, claro está, congregarse abiertamente en Salones del Reino, de modo que se reunían en secreto, a menudo de noche, y donde ni los vecinos ni los demás aldeanos pudieran oírlos. Los sitios más convenientes eran los terrenos de herencia familiar que tenían algunos hermanos en las afueras de las aldeas. Para no llamar la atención, en vez de caminar todos juntos hacia el lugar de reunión, se dividían en grupos pequeños. En cuanto llegaba el último grupo, empezaba la reunión.
No podían cantar vigorosamente los cánticos del Reino, sino con voz apagada. Tampoco podían aplaudir con entusiasmo después de un buen discurso, así que se limitaban a frotarse las palmas de las manos.No obstante, todos los asistentes a las reuniones agradecían el oportuno alimento espiritual y se sentían unidos a sus hermanos del resto del mundo, que disfrutaban del mismo programa instructivo. Tales reuniones también los preparaban para la importantísima obra de predicar, la cual tenían que realizar con suma discreción.
Correos intrépidos
Aunque durante un período no fue muy difícil introducir publicaciones en Malaui, a mediados de los años ochenta cambió la situación. Por todo el país surgieron controles de carretera, y la policía empezó a registrar los vehículos con mayor atención. Los hermanos ya no podían utilizar automóviles para transportar las publicaciones desde los almacenes de Zambia hasta Malaui. ¿Qué harían?
Se dio mayor uso a las bicicletas. Los hermanos eludían los controles de carretera y los pasos fronterizos viajando en bicicleta a campo traviesa. Exigía mucho valor y fe hacer de correo. Pero Jehová Dios bendijo claramente su servicio fiel. Tomemos como ejemplo las siguientes experiencias:
Letson Mlongoti circulaba por Lilongwe con un saco de revistas en la parte trasera de la bicicleta. De repente se dio cuenta de que las calles estaban flanqueadas de multitudes, entre quienes se contaban agentes de policía y miembros de las Juventudes Pioneras de Malaui, que esperaban la llegada del presidente.
Se puso muy nervioso. Fue a doblar una esquina y, horrorizado, vio que se le caía el saco y las revistas se desparramaban delante de todo el mundo. De inmediato se agolpó un grupo de gente a su alrededor. El hermano se temió lo peor. Pero enseguida se dio cuenta de que solo trataban de ayudarle a meter de nuevo las revistas en el saco. Aliviado, aunque un poco inquieto, reemprendió su camino dándole gracias a Jehová por haber cegado los ojos de la policía y las Juventudes Pioneras de Malaui.Fred Lameck Gwirize llevaba una carga importante de correspondencia de congregación. Cuando bajaba velozmente en bicicleta una cuesta cerca de la ciudad de Kasungu, vio delante de él un control de carretera atendido por miembros de la Liga Juvenil. Frenó, dio media vuelta y empezó a pedalear deprisa en dirección opuesta. Los miembros de la Liga Juvenil lo llamaron a voces para que se detuviera. “¿Adónde va?”, le gritaron. El correo respondió: “Iba tan rápido cuesta abajo que me pasé el cruce”. Para su sorpresa, aceptaron la explicación. El hermano dio gracias a Jehová por protegerlo.
Sin embargo, a varios de estos intrépidos hermanos los atraparon y los recluyeron en prisión una temporada. La mayoría de ellos eran padres de familia.
Un “turista” asiduo
En 1987, Edward Finch, de la sucursal de Zambia, empezó a realizar visitas frecuentes a Malaui. Como este país era un destino turístico popular y el hermano Finch tenía un familiar en Blantyre, le resultaba fácil entrar en el país para pasar unas “vacaciones”. Cuando tenía apenas 19 años y era precursor en Rhodesia, su país natal, Ed Finch había acompañado a Guido Otto en algunos viajes a Malaui para abastecer el sótano secreto de los McLuckie. Después de graduarse de la Escuela de Galaad, al hermano Finch le asignaron una nueva tarea relacionada con Malaui.
Sus visitas se originaron a raíz de la preocupación de la sucursal zambiana por que no estaban entrando suficientes publicaciones bíblicas en Malaui. Cuando el hermano Finch se reunió con el Comité del País, este se puso contentísimo de tener a un visitante extranjero que los animara y les diera más instrucciones. Se mantuvieron una serie de reuniones secretas con el Comité del País, los superintendentes de circuito y distrito y los correos. A todos les emocionaba poder contribuir a que se atendieran las necesidades de las congregaciones. Las publicaciones que estaban amontonadas en los almacenes de Zambia cercanos a la frontera con Malaui empezaron a fluir hacia este país con regularidad.
El hermano Finch hizo muchos viajes “turísticos” animadores a Malaui, a menudo acompañado de su esposa, Linda. Viajó a lo largo y ancho del país, no con el objetivo de ver lugares, sino de animar y preparar a tantos hermanos como le fuera posible. Quienes llevaron la delantera durante la proscripción agradecieron mucho sus visitas y el amor y paciencia que les mostró.
Se ayuda a los correos
Obviamente, era imposible que los correos llegaran en bicicleta a todas las congregaciones de Malaui, por lo que en 1988 se compró una camioneta para repartir publicaciones por todo el país. Los conductores se aprendieron las zonas donde había controles de carretera y las evitaban con discreción. También hubo otros hermanos valientes que ofrecieron sus servicios, entre ellos Victor Lulker, de la Congregación Inglesa de Blantyre. Corriendo gran riesgo, transportaba publicaciones por la noche en su automóvil particular hasta almacenes secretos distribuidos por todo el país. Antes de 1972, Cyril Long, que sirve ahora en Sudáfrica, prestó una ayuda similar. Además, suministraba a los hermanos medicamentos esenciales que obtenía a precio reducido de una farmacia que simpatizaba con los Testigos.
Un factor que contribuyó significativamente a que se suministrara el alimento espiritual fue la autorización de la central de la Sociedad, en Brooklyn, para producir las revistas en papel biblia, los libros en rústica y los artículos de estudio de La Atalaya en un formato especial al que se llegó a conocer como minirrevistas. Cuando Ed Finch se reunió secretamente con los correos en abril de 1989 y les habló de las nuevas ediciones especiales de las publicaciones, estos lloraron de la emoción. ¡Cuánto agradecieron las provisiones amorosas de Jehová! Ahora podrían transportar el doble de publicaciones que antes.
Tales publicaciones eran fáciles de doblar y esconder. Las minirrevistas podían incluso leerse abiertamente en el transporte público. Nadie las reconocía. “El esclavo fiel y discreto” verdaderamente cumplió bien con su comisión de dar “alimento [espiritual] al tiempo apropiado” (Mat. 24:45-47). El valioso “alimento” ayudó a los siervos de Jehová a mantener integridad ante las adversidades.
Una congregación singular
Desgraciadamente, en 1990 la camioneta que utilizaba la Sociedad tuvo un accidente con un vehículo de la policía. Cuando esta descubrió la carga que llevaban los dos hermanos, los detuvieron y los metieron en prisión. Uno de ellos era Lemon Kabwazi.
A su llegada a la cárcel de Chichiri, el hermano Kabwazi vio que los diez hermanos que había presos se hallaban en un estado deplorable. Los reclusos más antiguos robaban todas las mantas y no permitían que los Testigos celebraran las reuniones. El hermano Kabwazi comprendió que debía hacerse algo. Cuando lo visitó su esposa, Chrissie, le pidió que le trajera parte de la ropa de él. En cuanto la recibió, la distribuyó entre los hermanos para que estuvieran bien vestidos. Los demás prisioneros se quedaron asombrados. El hermano Kabwazi se esforzó entonces por hacerse amigo de los reclusos más antiguos, que acaparaban todas las mantas. ¿Cómo lo consiguió? “Le pedí a un hermano que me comprara diez kilogramos de azúcar —dice—. Con cada kilogramo compré una manta.” Con ese azúcar también “compró” la amistad de los reclusos más antiguos, quienes a partir de entonces les dejaron celebrar las reuniones sin trabas.
Los hermanos empezaron a reunirse con regularidad en el patio de la prisión, y al poco tiempo se formó una congregación. Se llamaba Congregación Rincón, porque celebraba las reuniones en un rincón del patio. Llegó a tener una asistencia regular de más de sesenta personas. La nueva congregación contaba con tres ancianos y un siervo ministerial, de modo que estaba bien atendida. Además, tenía un territorio muy fructífero. Siempre se encontraba a gente “en casa” con quien hablar. De los cinco estudios bíblicos que el hermano Kabwazi dirigió en la prisión, dos personas ya se han bautizado.
Alimento “saludable”
Un problema que se le planteaba a la Congregación Rincón era el de obtener las publicaciones de las reuniones. El hermano Kabwazi urdió un plan para este fin también. Pidió que un hermano que acababa de salir de la prisión les llevara un paquete de comida. Cuando los guardas registraron el paquete, solo vieron raíces de mandioca, un alimento básico en la dieta del país. Poco se imaginaban lo “nutritiva” y “saludable” que era esta mandioca. Se habían perforado las raíces por el centro y se habían introducido en ellas rollitos de minirrevistas, secciones pequeñas del libro Razonamiento y el folleto Examinando las Escrituras. Con dos entregas de este “saludable” alimento, los hermanos tuvieron cuanto necesitaban para las reuniones y los estudios bíblicos. El hermano Kabwazi recuerda que recibieron tantos números de las minirrevistas, que en los ocho meses que pasó en prisión no tuvieron que repetir ni un solo artículo del Estudio de La Atalaya.
Afortunadamente, la Congregación Rincón ya no existe. Los testigos de Jehová de Malaui ya no se ven obligados a celebrar las reuniones entre rejas.
Los hermanos se ganan el respeto
Los ataques contra los testigos de Jehová se fueron haciendo cada vez más esporádicos. No obstante, todavía llegaban noticias de incidentes de vez en cuando. Puesto que los hermanos, como siempre, se mantenían firmes, mucha gente empezó a mostrar respeto al pueblo de Jehová.
En la zona de Mchinji, el jefe Mzama dirigió una carta “Al amado pueblo de Dios que vive bajo mi jurisdicción”. En ella decía: “Todos los Testigos de mi distrito, que comprende trece aldeas, son muy buenas personas”. Después de elogiarlos por ser buenos contribuyentes, seguir altas normas morales y ser limpios, respetuosos e industriosos, concluyó así su carta: “Los
animo a todos ustedes, los testigos de Jehová, a continuar rigiéndose por sus leyes”.A principios de 1990, un grupo de miembros de la Liga Juvenil detuvieron a Austin Chigodi y a otras veintiuna personas en una asamblea de circuito celebrada en Nathenje, cerca de Blantyre. Tras un año y medio en prisión, el hermano Chigodi, que rondaba los 80 años, fue puesto en libertad. Cuando algunos miembros de la Liga Juvenil vieron que el anciano seguía vivo y fiel a su Dios, se quedaron tan impresionados que pidieron un estudio bíblico. Sin embargo, el hermano Chigodi actuó con mucha cautela, pues no quería poner en peligro a sus hermanos. Los jóvenes insistieron, y finalmente se les comenzaron los estudios. Algunos progresaron hasta llegar al bautismo, y unos cuantos sirven de ancianos y siervos ministeriales en la actualidad.
Otro hermano fiel, Samuel Dzaononga, cumplió cuatro sentencias de prisión en Dzaleka a causa de su postura neutral. En 1989, tras volverse a negar firmemente a comprar la tarjeta del partido, lo arrestaron por quinta vez. Los miembros de la Liga Juvenil lo llevaron a la comisaría de Salima. Para su sorpresa, el policía que estaba al mando les dijo: “Si quieren que se encarcele a este hombre de nuevo, más vale que se preparen para hacerle compañía. Deberían darse cuenta de lo que ha aguantado sin renunciar a su fe jamás. ¿Están dispuestos a ir con él?”. “No”, respondieron. El policía añadió: “En tal caso, será mejor que devuelvan a este hombre a su aldea y que dejen de hostigarlo. Nunca va a transigir”. De modo que llevaron al hermano Dzaononga de regreso a la aldea. A su llegada, llamaron al jefe de la aldea y le advirtieron que no permitiera que se molestara nuevamente al hermano. A partir de entonces se pudo ver al hermano Dzaononga leyendo las revistas La Atalaya y ¡Despertad! y predicando a sus vecinos abiertamente y sin miedo a que lo hostigaran.
El testimonio informal
Los hermanos predicaron informalmente durante toda la proscripción, pero cuando la oposición no era muy intensa lo hacían aún con mayor audacia. A principios de 1990, unos hermanos ofrecieron el libro Escuchando al Gran Maestro a una joven de Ntcheu que se interesó en la verdad bíblica. Como no leía muy bien, la animaron a pedirle a alguien que le leyera el libro. “Pero debe ser una persona de confianza”, le advirtieron. En esos momentos se hospedaba con ella su hermano Simon, que gozaba de su confianza. En cuanto se puso a leerle a su hermana, Simon se percató de que aquello era la verdad. Poco después se le comenzó un estudio bíblico. “Vi por mí mismo en la Biblia que se perseguiría a los verdaderos cristianos —dijo—, así que concluí que los testigos de Jehová son la religión verdadera.” (2 Tim. 3:12.) Simon Mangani progresó con rapidez y se bautizó aquel mismo año. Actualmente sirve en el Betel de Lilongwe.
En Blantyre, una tormenta repentina produjo resultados inesperados para el precursor regular Beston Madeya. El hermano se refugió en el pórtico de una iglesia pequeña y, mientras esperaba a que dejara de llover, oyó que unos feligreses le preguntaban al pastor: “¿Van todos los buenos al cielo?”. El pastor no supo dar una respuesta. Deseoso de ayudarlos, el hermano Madeya entró en la iglesia y se ofreció a responder la pregunta. Para su sorpresa, aceptaron. Le plantearon muchas más preguntas, y al poco tiempo se iniciaron siete estudios bíblicos.
Los escolares también aprovecharon las oportunidades que se les presentaban de dar testimonio. Cuando a Dorothy Nakula le pidieron que hiciera una redacción, escogió el tema del origen de la Navidad. Su maestro quedó tan impresionado que enseñó la redacción a los demás profesores. “¿Dónde conseguiste la información?”, le preguntaron. Como consecuencia, Dorothy dejó diecisiete revistas en manos de los maestros.
“Querido tío”
Aunque los siervos de Jehová tuvieron que pasar muchas tribulaciones, nunca se sintieron solos. Sabían que Jehová los respaldaba y que contaban con el amor y el apoyo de la hermandad mundial.
Además de lo que hacían las sucursales de Rhodesia (ahora Zimbabue) y Zambia, en el propio Malaui había hermanos maduros que se afanaban por que el rebaño recibiera atención amorosa y alimento espiritual. El Comité del País —u Oficina de Personal, como lo llamaban— desempeñó un papel importante al respecto. ¿En qué consistía su trabajo? Lemon Kabwazi, que sirvió muchos años en dicho comité, explica: “Nuestra responsabilidad fundamental era asegurarnos de que los hermanos recibieran las publicaciones, de forma que dedicábamos mucho tiempo a organizar y alentar a los correos y los superintendentes de circuito. También visitábamos a los hermanos que habían sufrido persecución para determinar cómo podíamos ayudarlos y fortalecerlos”.
Durante la proscripción se enviaban cartas animadoras y suministros a las congregaciones. Como era arriesgado utilizar
el servicio postal, los hermanos se inventaron códigos especiales y sobrenombres para no poner a nadie en peligro. El Comité del País firmaba las cartas con las iniciales S.O. (Oficina de Personal, en inglés). De ese modo, aun si las autoridades las interceptaban, no entendían de qué se trataba. A los superintendentes de circuito se les conocía por el número de su circuito, y sus visitas recibían el nombre de semanas especiales. Hasta el día de hoy todavía se oye a algunos decir, por ejemplo: “Pronto nos visitará M-11 para tener la semana especial”. ¿Y cómo llamaban al Comité del País? Las cartas que le mandaban desde toda la nación llevaban el encabezamiento “Querido tío”, y las respuestas se dirigían a los diversos “sobrinos” y “sobrinas”. Gracias a tales medidas de cautela, se pudo mantener la comunicación durante los muchos años que duró la proscripción.Los ancianos que formaron parte del Comité del País demostraron de verdad lo que significa buscar primero los intereses del Reino (Mat. 6:33). Algunos de ellos, como Ellyson Njunga, Havery Khwiya, Adson Mbendera y Lemon Kabwazi, siguen sirviendo a Jehová en calidad de ministros a tiempo completo. Su ejemplo fiel ha animado a muchos hermanos a darle prioridad al Reino y a mantener integridad a pesar de las adversidades.
Cambios políticos
Cuando una nueva ola de fervor “democrático” empezó a barrer el sur de África, Malaui no escapó a los efectos. En 1992 se intensificó la presión internacional sobre el gobierno para que mejorara su trayectoria en materia de derechos humanos. En respuesta, el presidente, el doctor Banda, anunció: “El que obligue a otra persona a comprar la tarjeta del partido [...] va contra las normas del Partido del Congreso de Malaui”, a lo que añadió: “Es totalmente inaceptable [...]. Yo nunca he ordenado a nadie que haga tal cosa”. El doctor Banda puso así fin a
lo que había causado tanto sufrimiento a los hermanos de Malaui durante veinticinco años.A partir de entonces, los testigos de Jehová pudieron celebrar abiertamente casi todas las reuniones y asambleas. Ya no se supo de ningún caso más de hostigamiento ni persecución. Por fin se concedió cierta libertad, y los hermanos la aprovecharon plenamente. Pero no estaban preparados para lo que sucedió a continuación.
“¡Jehová es un Dios maravilloso!”
El 12 de agosto de 1993 fue un día memorable para el pueblo de Jehová en Malaui, ya que, después de casi veintiséis años, finalmente se levantó la proscripción. Al principio, los hermanos ni siquiera se enteraron. Cuando se proscribió la obra, en 1967, los periódicos de todo el país anunciaron con titulares en negrita las medidas adoptadas contra la “secta ‘peligrosa’”, los testigos de Jehová. Pero al levantarse la proscripción, no dijeron ni una palabra. Solo apareció un anuncio pequeño, que un hermano leyó por casualidad, en el boletín oficial del gobierno. La noticia fue difundiéndose poco a poco entre los hermanos, causándoles gran alegría, pero no podían evitar sentir un poco de desconfianza. ¿Por qué? El hermano Kabwazi explicó: “Nosotros orábamos para que algún día se levantara la proscripción, pero jamás se nos ocurrió que sucediera en vida del doctor Banda”. Añadió: “¡Jehová es un Dios maravilloso!”.
En 1967, antes de la proscripción, había unos dieciocho mil publicadores activos en las congregaciones del país. ¿Cuál era la cifra después de veintiséis años de oposición a menudo brutal? ¡Un nuevo máximo de 30.408! La integridad de los hermanos había triunfado por encima de todas las adversidades, para la alabanza del glorioso nombre de Jehová.
Los testigos de Jehová estaban rebosantes de alegría con su libertad recién estrenada. Sin embargo, también se daban cuenta de que tendrían más trabajo que nunca antes.
Una campaña especial
Tan pronto como llegó la noticia a la sucursal de Zambia, se envió a Ed Finch a Malaui, pero no como turista, sino para ayudar a establecer legalmente de nuevo la obra de los testigos de Jehová malauianos. Durante su visita, él y Linda tuvieron la oportunidad de predicar con la Congregación Inglesa de Blantyre. La mayoría de los publicadores nunca habían predicado de casa en casa, por lo que se comprende que estuvieran algo nerviosos. Pero con un poco de estímulo de parte de los Finch, todos los publicadores salieron al ministerio. Dos horas después se volvieron a reunir para contarse las experiencias. ¡Qué emocionante fue! Muchos amos de casa los habían escuchado con gran interés. Otros los habían felicitado por la libertad de que ahora disfrutaban. De ahí en adelante les resultó mucho más fácil salir al ministerio.
Al principio presentó bastantes dificultades registrar nuevamente en Malaui la obra de los testigos de Jehová. En ninguna oficina del gobierno había constancia de que la Sociedad hubiera estado jamás registrada en el país. Hasta que un día, Ed Finch vio una colección de volúmenes viejos en la oficina del registro de Blantyre. Tomó el correspondiente a la letra W y, en efecto, allí estaba el registro original. Con él se pudo tramitar rápidamente la legalización. El 15 de noviembre de 1993 quedó registrada de nuevo la Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania, entidad jurídica que utilizan los testigos de Jehová, y una vez más se les reconoció legalmente como religión.
A finales de ese año se llevó a cabo una campaña especial por todo el país con el oportuno tratado ¿Qué creen los testigos de Jehová? Se ofreció en los tres idiomas principales, y cumplió dos propósitos: el primero, ayudar a los hermanos a reanudar el ministerio público, y el segundo, ayudar a la gente a conocer por sí misma la verdad sobre los testigos de Jehová.
Se distribuyeron más de un millón de ejemplares, y la sucursal de Zambia recibió muchísimas cartas de personas que lo habían leído y tenían interés. Una vez más se empezó a alabar públicamente a Jehová por las casas y las calles de Malaui.La reorganización de la obra
Cuando se supo en Zambia que se había levantado la proscripción, se estaba celebrando en el país la primera clase de la Escuela de Entrenamiento Ministerial para el sur de África. La noticia entusiasmó tanto a los betelitas como a los estudiantes. Dos de los estudiantes se emocionaron al saber posteriormente que se les había asignado a Malaui. Fueron los primeros siervos a tiempo completo extranjeros en ser destinados al país desde 1967. Ambos hermanos, de nombre Andrew Bird y Karl Offermann, sirven actualmente en el Betel de Lilongwe. Un estudiante de la misma clase, Bernard Mazunda, fue el primer malauiano que recibió tal preparación, y hoy sirve de superintendente de circuito junto con graduados de clases posteriores de la escuela.
Mientras tanto, los hermanos de la sucursal zambiana seguían afrontando los problemas que surgían en la reorganización de la obra en Malaui. Se dieron cuenta enseguida de que, si bien los testigos de Jehová ya no estaban proscritos, sus publicaciones bíblicas sí lo estaban. Concertaron una reunión con el ministro de Justicia a fin de aclarar la cuestión, y se obtuvieron muy buenos resultados. El ministro tomó medidas de inmediato para que se legalizaran las publicaciones de la Sociedad. Además, se ofreció para ayudarlos a encontrar un terreno adecuado donde edificar una nueva sucursal. Como consecuencia, adquirieron un excelente solar de 12 hectáreas [30 acres] en Lilongwe. En la actualidad se está construyendo la nueva sucursal en esta céntrica ubicación.
Cuando las congregaciones empezaron a reunirse libremente de nuevo, muchos tuvieron la gran satisfacción de encontrarse
con hermanos a los que no habían visto desde antes de la proscripción. Las reuniones se pasaban del tiempo, pero a nadie parecía importarle. El auditorio ya no se limitaba a frotarse las manos para mostrar su agradecimiento por los discursos de los hermanos, sino que aplaudía entusiásticamente a cualquiera que aparecía en la plataforma. Ya no tenían que cantar los cánticos del Reino con voz apagada; ahora podían cantarlos con voz fuerte y clara. El cántico “Gracias, Jehová” se convirtió pronto en el preferido de todos.No obstante, los hermanos entendían que necesitaban ayuda para ponerse al día con las cuestiones de organización. Los ancianos aceptaron con humildad y entusiasmo la dirección de la oficina de la Sociedad y de otros hermanos que habían recibido preparación especial. Enseguida se notaron mejoras en los procedimientos de organización de las congregaciones. La cantidad de publicadores también siguió aumentando. En el año de servicio que siguió al levantamiento de la proscripción, se bautizaron 4.247 nuevos discípulos y asistieron 88.903 personas a la Conmemoración de la muerte de Cristo.
Llega más ayuda
La noticia de que iban a regresar dos parejas de misioneros que habían servido en Malaui antes de la proscripción, causó gran alegría en todo el país. Keith y Anne Eaton, que habían permanecido en Zimbabue todo ese tiempo, llegaron el 1 de febrero de 1995 para ayudar en el trabajo de oficina en Lilongwe. Más adelante se asignó al hogar misional de Blantyre a Jack y Linda Johansson, que estaban en Zaire (ahora República Democrática del Congo). A ambos matrimonios se les ha vuelto a conceder el permiso de residencia permanente en el país. Estos veteranos misioneros han tenido muchos reencuentros felices con los hermanos malauianos que sirvieron junto a ellos antes de la proscripción.
En febrero de 1995, Malcolm Vigo, que está ahora en la sucursal de Nigeria pero era el siervo de sucursal en Malaui cuando se impuso la proscripción, tuvo el privilegio de ser el primer superintendente de zona que visitaba Malaui en muchos años. Su esposa, Linda Louise, le acompañó. Él explicó cómo se sintieron: “Fue una experiencia muy emocionante y un privilegio. Nos parecía estar volviendo a casa”.
Mientras tanto, se asignó también a Malaui a otros misioneros y hermanos capacitados de sucursales vecinas. 1 Cor. 15:58).
La gran cantidad de cartas que se recibían del campo indicaban que verdaderamente había “mucho que hacer en la obra del Señor” (“Alabadores Gozosos”
Imaginémonos cómo se sintieron los Testigos malauianos cuando en julio y agosto de 1995 pudieron celebrar asambleas de distrito por primera vez en veintiocho años. Como es común en casi todas las asambleas de África, las familias llegaron
con todo su katundu (equipaje), que incluía mantas, utensilios de cocina, e incluso leña para cocinar.La mayoría de los asistentes no podían recordar la última serie de asambleas celebrada justo antes de la proscripción, pues en aquel entonces o eran muy pequeños, o no habían nacido, o no conocían aún la verdad. Así que para todos ellos era su primera asamblea de distrito. El tema, “Alabadores Gozosos”, fue de lo más oportuno. Al llegar a los lugares de asamblea, algunos, no pudiendo dar crédito a sus ojos, decían: “No estoy soñando, ¿verdad?”. Estaban emocionados de escuchar el mismo programa que sus hermanos en la fe de todo el mundo. Se celebraron en total nueve asambleas en diversos puntos del país, con una asistencia conjunta de más de setenta y siete mil personas. Los asambleístas recibieron con entusiasmo un nuevo instrumento para el ministerio del campo, el libro El conocimiento que lleva a vida eterna. Si bien solo se presentó la edición en inglés, a los hermanos les alegró saber que ya se estaba traduciendo al chichewa.
También se celebró una asamblea en inglés, que, aunque pequeña, tuvo un carácter bastante internacional. Había visitantes de Mozambique, Sudáfrica, Zaire, Zambia y Zimbabue. Curiosamente, tuvo lugar en el Centro de Conferencias Kwacha, de Blantyre, que el doctor Banda había construido expresamente para las reuniones de su partido político. Los visitantes escucharon atentamente las entrevistas de dos hermanos malauianos, Widdas Madona y Lackson Kunje, en las que contaron sus experiencias durante los años de la proscripción. Ed Finch, que también estaba presente, dice sobre aquella feliz ocasión: “¡Cuánto habíamos orado para que llegara ese día! Por los rostros de los presentes corrían lágrimas de alegría. Al ver a Victor Lulker bautizar a su hermana Angeline, no en secreto en una bañera, sino públicamente, se nos aguaron los ojos y se nos hizo un nudo en la garganta”. Cuando se entonó el conmovedor cántico “Gracias, Jehová” en la conclusión de la asamblea, los asistentes se volvieron a emocionar y derramaron más lágrimas. Los alabadores gozosos que estaban presentes en aquellas nueve asambleas las recordarán por mucho tiempo.
Vuelve a haber sucursal
El 1 de septiembre de 1995, la oficina de Malaui volvió a convertirse en sucursal y pasó a funcionar bajo la dirección del Cuerpo Gobernante. Esta vez, sin embargo, la oficina se hallaba en Lilongwe. El país contaba con 542 congregaciones y más de treinta mil publicadores, de modo que había mucho que hacer.
A partir de entonces se hicieron grandes progresos. A los diez hermanos que trabajaban en Betel les resultaba difícil al principio atender el volumen de trabajo, de modo que posteriormente se invitó a más betelitas y a otros hermanos que habían ofrecido su ayuda. Además, los equipos de traducción al chichewa y al tumbuka regresaron de Zambia a la cuna de tales idiomas.
La sucursal ha trabajado con afán para ayudar a los hermanos a hacer frente a las nuevas situaciones que ponen a prueba su lealtad, como el saludo a la bandera, la inmoralidad, el consumo de drogas y las malas compañías. Con el fin de asistir a los que se enfrentan a problemas relacionados con las transfusiones de sangre, se creó el departamento de Servicios de Información sobre Hospitales.
También han sido de gran ayuda dos hermanos que antes de ser asignados a Malaui junto con sus esposas, servían en la obra itinerante en Sudáfrica. Ahora desempeñan una buena labor en calidad de superintendentes de distrito.
Más recientemente, el 20 de marzo de 1997, tuvo lugar otro emocionante acontecimiento. Los Testigos de todo el país escucharon con gran alegría en las noticias radiadas del mediodía que el gobierno iba a devolver a la Sociedad la propiedad de la primera sucursal. El gobierno anterior la había confiscado en 1967 y la había convertido en las Oficinas Centrales del Partido del Congreso de Malaui en la Región Meridional. Pero ahora, tras un lapso de unos treinta años, se restituía a sus legítimos propietarios. La noticia se repitió en todos los noticieros
del día en los idiomas principales, por lo que el país entero recibió un buen testimonio. En la actualidad, el edificio sirve nuevamente de lugar de reuniones cristianas de los testigos de Jehová.Jehová impulsa el crecimiento
Verdaderamente, Jehová ha bendecido la obra de sus siervos malauianos desde que se levantó la proscripción. Muchos amos de casa han invitado con entusiasmo a los testigos de Jehová a pasar a su hogar y han aceptado sus publicaciones, así como la oferta de un estudio bíblico gratuito en su propio domicilio. Con motivo de una de las recientes asambleas de distrito “Fe en la Palabra de Dios”, una mujer se asombró al ver a la gran multitud de testigos de Jehová que se reunían en un lugar cercano a la ciudad de Namitete. “¿De dónde han salido estos miles de personas? —preguntó—. ¡Es increíble! Estuvieron proscritos tanto tiempo...” Lo que vio la indujo a unirse a la feliz multitud de fieles para escuchar el programa. Después de la asamblea, accedió a estudiar la Biblia.
Algunos anteriores enemigos también han respondido a la verdad, y unos cuantos se han sentido impulsados a disculparse por su conducta durante la proscripción. “No éramos nosotros —dicen—. El gobierno nos obligaba a tratarlos mal.” Los hermanos reciben con gran alegría a tales personas en las reuniones. Hasta el anterior ministro del gobierno que los recibió cuando se les obligó a regresar de Mozambique en 1975 y que les dijo que volvieran a sus aldeas y cooperaran con el partido político en el poder, está estudiando con un precursor de Lilongwe.
Ningún Testigo guarda rencor ni busca venganza (Rom. 12:17-19). Los hermanos solo piensan en alabar a Jehová Dios ahora que pueden hacerlo libremente. Están deseosos de aprender a usar los instrumentos que pueden hacerlos maestros eficaces en el ministerio. Valiéndose de publicaciones como Razonamiento a partir de las Escrituras y El conocimiento que lleva a vida eterna, así como de las videocintas de la Sociedad, están ayudando a miles de personas interesadas a empezar a estudiar la Biblia.
No sabemos por cuánto tiempo más permitirá Jehová que sigamos buscando a los individuos “correctamente dispuestos para vida eterna” (Hech. 13:48), pero lo que sí está claro es que en este país hay un magnífico potencial de crecimiento espiritual. En junio de 1998 hubo un emocionante nuevo máximo de publicadores: 42.770. La asistencia total a las asambleas de distrito de 1998, “Andemos en el camino de Dios”, fue de 152.746 personas, y en la Conmemoración de la muerte de Cristo, celebrada un poco antes, hubo 120.412.
En efecto, los testigos de Jehová de Malaui ven el futuro muy brillante. Antes de la llegada del día de Jehová, esperan poder ayudar a miles de personas más a obtener un conocimiento exacto de la Palabra de Dios. También están deseando que llegue el día en el que puedan recibir en la resurrección a sus familiares y amigos queridos, los hermanos cristianos que estuvieron dispuestos a morir antes que renunciar a su preciosa fe. Esperan con ansiedad el día en el que Malaui forme parte del paraíso mundial donde todos moren en seguridad y los que amen y sirvan a Jehová disfruten de vida perfecta para siempre.
Los testigos de Jehová malauianos han aguantado fuertes pruebas de fe. Su integridad ante las adversidades ha sido una fuente de estímulo para la entera hermandad mundial de la que forman parte. Y su deseo de predicar las buenas nuevas “en tiempo favorable [y] en tiempo dificultoso” constituye un ejemplo digno de imitar (2 Tim. 4:2). Quienes tienen la oportunidad de conocerlos sienten que en ellos han encontrado el “cálido corazón de África”.
[Mapa de la página 191]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
ZAMBIA
Campos de Sinda Misale
MALAUI
Lago Malaui
Lilongwe
Zomba
Blantyre
Mte. Mulanje
MOZAMBIQUE
Campos de Mlangeni
Campos de Milange
MOZAMBIQUE
[Ilustración a toda plana de la página 148]
[Ilustración de la página 153]
Gresham Kwazizirah se bautizó en 1925
[Ilustración de la página 157]
Bill McLuckie en la oficina de la Sociedad en Zomba
[Ilustración de la página 162]
Típica aldea malauiana
[Ilustración de la página 165]
Alex Mafambana
[Ilustraciones de la página 170]
Testigos llegando a una asamblea cerca del monte Mulanje en 1966
[Ilustraciones de la página 177]
Se proscribe a los Testigos; cierre de la puerta de la sucursal
[Ilustración de la página 178]
Aunque le destruyeron la casa, lo que más preocupaba a Finley Mwinyere era fortalecer a sus hermanos
[Ilustración de la página 186]
Bill McLuckie con su esposa, Denise
[Ilustración de la página 192]
La plataforma central, desde la que se impartía enseñanza bíblica y se asignaban las tareas del campo
[Ilustración de la página 193]
Batson Longwe, conocido como Siete-a-siete
[Ilustración de la página 194]
Campo de refugiados de Nazipoli, cerca de Mlangeni, con casas construidas por los Testigos para sus familias
[Ilustraciones de las páginas 200 y 201]
Aunque habían estado presos a causa de su fe, los Testigos siguieron sirviendo con gozo
[Ilustración de la página 202]
Correos que arriesgaron su libertad a fin de obtener alimento espiritual para sus hermanos
[Ilustración de la página 204]
Ed y Linda Finch visitaron muchas veces Malaui durante la proscripción
[Ilustración de la página 210]
Ancianos asistiendo a una escuela al aire libre
[Ilustración de la página 215]
Keith y Anne Eaton, y Linda y Jack Johansson estaban muy contentos de haber regresado a Malaui
[Ilustraciones de la página 216]
El Comité de Sucursal (de arriba abajo): Lemon Kabwazi, Keith Eaton y Colin Carson
[Ilustraciones de la página 217]
Arriba: cuando les devolvieron la antigua propiedad de la sucursal, los Testigos se ofrecieron con entusiasmo para limpiarla
Derecha: hermanos recogiendo en la sucursal publicaciones para su congregación
[Ilustración de la página 218]
Malcolm Vigo se reencontró con Widdas Madona, con quien había servido en la sucursal antes de la proscripción
[Ilustración de la página 220]
Salón del Reino con tejado de paja. Se necesitan Salones del Reino para otras 600 congregaciones
[Ilustraciones de la página 223]
Los Testigos siguen proclamando con gozo las buenas nuevas del Reino en Malaui