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La elaboración de un bosquejo

La elaboración de un bosquejo

CUANDO se les pide que hablen en público, muchas personas emprenden la laboriosa tarea de escribir palabra por palabra lo que van a decir, desde la introducción hasta el final. En el proceso quizá desechen multitud de borradores e inviertan largas horas.

¿Es así como prepara usted sus disertaciones? ¿Le gustaría seguir un método más sencillo? Pues bien, si aprende a elaborar un bosquejo, o esquema, ya no tendrá que ponerlo todo por escrito. De este modo dispondrá de más tiempo para ensayar sus exposiciones, y así no solo resultarán más fáciles para usted, sino más interesantes y motivadoras para los oyentes.

Aunque los discursos públicos se basan en un bosquejo básico ya preparado, no ocurre igual con las demás intervenciones, en las que tal vez solo se le indique el tema o la información impresa que debe abarcar, o para las que disponga únicamente de directrices generales. En estas ocasiones tendrá que elaborar sus propias notas.

El ejemplo de la página 41 le ayudará a ver cómo organizar un breve esquema. Fíjese en que los conceptos principales comienzan en el margen izquierdo y se han escrito con mayúscula. Debajo de cada uno se enumeran las ideas que le sirven de apoyo, seguidas a su vez de otros puntos que las desarrollan, dispuestos a varios espacios del margen. Si observa con atención, notará que los dos conceptos principales guardan relación directa con el tema, y que las ideas secundarias no son simples detalles interesantes, sino que respaldan el pensamiento que las encabeza.

Es posible que los bosquejos que usted elabore no tengan una apariencia idéntica a la del ejemplo, pero si capta los fundamentos, podrá estructurar la información y preparar una buena disertación en un tiempo razonable. ¿Cómo debe proceder?

Analice, seleccione y estructure

Primero necesita un título que exprese la idea central que desea transmitir, además de indicar el ángulo desde el que va a abordar el asunto. No basta con un concepto amplio, como el que se expresaría con una sola palabra. En caso de que el título esté previamente fijado, analice con detenimiento las palabras principales que lo componen, y si la asignación se basa en una información impresa, estúdiela teniendo presente tal título. Cuando solo se le señale un tema general, usted tendrá que escoger el título. Sin embargo, puede que antes le convenga investigar un poco. Con mentalidad abierta, encontrará ideas originales.

Mientras da estos pasos, no deje de preguntarse: “¿Por qué es importante este asunto para los oyentes? ¿Qué pretendo conseguir?”. La finalidad no es solo abarcar el contenido o pronunciar un discurso atractivo, sino beneficiar de algún modo al auditorio. Cuando tal objetivo cobre forma, escríbalo y piense continuamente en él durante la fase de preparación.

Una vez que haya establecido lo que pretende conseguir y haya seleccionado un título acorde con ello (o haya analizado cómo apunta a tal propósito el título asignado), podrá efectuar una investigación más específica. Busque aspectos de particular interés para su auditorio. En vez de contentarse con generalidades, busque puntos concretos que sean informativos y prácticos. Asimismo sea realista a la hora de recopilar información. La mayoría de las veces tendrá que seleccionarla, pues contará con más de la que pueda emplear.

Determine qué puntos principales debe tratar a fin de desarrollar el tema y lograr su propósito. Estos compondrán la estructura, el esquema básico. ¿Cuántos habrá? Puede que dos sean suficientes para una exposición breve, y cinco suelen bastar incluso para un discurso de una hora. Cuantos menos puntos principales haya, mejor los recordará el auditorio.

Después de pensar en el tema y en los puntos principales, estructure los datos que haya encontrado. Determine cuáles guardan relación directa con los aspectos clave, e incorpore detalles que añadan frescura a su discurso. Cuando seleccione pasajes bíblicos que apoyen los puntos principales, fíjese en los argumentos que proporcionan. Coloque cada elemento bajo el punto principal correspondiente. Descarte los datos que no encajen en ninguno —aunque sean interesantes—, o archívelos para un uso futuro. Emplee solo los más pertinentes. Si intenta abarcar demasiado, se verá obligado a hablar rápido y su análisis será superficial. Es preferible transmitir con eficacia unos cuantos puntos de verdadero valor para el auditorio. No se exceda del tiempo asignado.

Ha llegado el momento, si aún no lo ha hecho, de estructurar la información, siguiendo el ejemplo del evangelista Lucas, quien puso “en orden lógico” la multitud de datos que había recopilado (Luc. 1:3). En función de lo que mejor convenga a su objetivo, puede optar por un sistema cronológico o temático, quizá siguiendo una relación de causa y efecto o de problema y solución. No puede haber saltos bruscos entre las ideas, pues su auditorio debe pasar suavemente de una a otra sin toparse con lagunas difíciles de salvar. Las pruebas que aporte han de conducirlo a conclusiones lógicas. Al organizar los puntos, piense en el efecto que tendrá la disertación en su público. ¿Seguirá sin dificultad sus argumentos? ¿Se sentirá impulsado a actuar en armonía con lo que usted pretende?

A continuación prepare una introducción que despierte interés por el tema y que muestre a los presentes que va a decirles algo importante. Quizá le resulte útil poner por escrito las primeras frases. Por último, elabore una conclusión motivadora y coherente con su objetivo.

Si redacta el bosquejo con bastante antelación, tendrá tiempo de perfeccionarlo antes de pronunciar el discurso. Puede que considere preciso respaldar determinadas ideas con algún dato estadístico, ilustración o experiencia. La inclusión de un suceso reciente o una noticia de interés local logrará que el auditorio capte mejor la importancia de su disertación. Cuando usted la repase, tal vez se percate de otros aspectos que podría adaptar a las circunstancias de sus oyentes. Este proceso de análisis y refinación es esencial para convertir información de calidad en un discurso eficaz.

Ciertos oradores necesitan más notas que otros. Sin embargo, si estructura la información en unos pocos puntos principales, elimina los datos que no los apoyan y coloca las ideas en orden lógico, comprobará que, con algo de práctica, ya no tendrá que escribirlo todo. ¡Qué ahorro de tiempo puede suponerle este sistema! Además, sus intervenciones serán cada vez de mayor calidad, lo que pondrá de manifiesto que realmente se beneficia de la Escuela del Ministerio Teocrático.