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CAPÍTULO CINCO

¿A quiénes escogemos como amigos?

¿A quiénes escogemos como amigos?

 1, 2. a) ¿A qué situaciones nos enfrentamos los cristianos en lo relativo a las compañías? b) ¿Por qué nos interesa la clase de amigos que escogió Jeremías?

 ¿QUÉ haríamos si nuestros colegas, vecinos o compañeros de clase nos invitaran a una fiesta de Navidad? ¿O si el patrón nos pidiera mentir o hacer algo ilícito? ¿O si las autoridades nos ordenaran realizar actividades que violaran nuestra postura neutral? Probablemente, la conciencia no nos dejaría hacerlo, aunque ello supusiera aguantar burlas o maltrato.

2 Como veremos enseguida, Jeremías se halló con frecuencia en situaciones similares. Por eso nos viene bien conocer algunos individuos y grupos con los que se relacionó durante sus años de servicio. Aunque se vio obligado a tener trato cercano con algunos que intentaron desalentarlo para que abandonara su misión, de ningún modo los incluyó en su círculo de amistades. Si nos fijamos, notaremos que él escogió como amigos a personas que lo apoyaron y lo animaron a mantenerse fiel, un ejemplo ilustrativo de la importancia de saber elegir nuestras compañías.

¿CON QUIÉNES ENTABLAMOS AMISTAD?

 3. ¿Qué buscaba Sedequías de Jeremías, y cómo respondió el profeta?

3 El rey Sedequías consultó a Jeremías de forma reiterada antes de la destrucción de Jerusalén. ¿Con qué fin? Con la esperanza de recibir un mensaje alentador sobre el futuro de su reino. Quería oír de boca del profeta que Judá sería librada de sus enemigos por la providencia divina. Los emisarios del rey le dijeron: “Por favor inquiere de Jehová [...], porque Nabucodorosor el rey de Babilonia está haciendo guerra contra nosotros. Tal vez Jehová haga con nosotros conforme a todas sus obras maravillosas, de manera que [Nabucodorosor] se retire” (Jer. 21:2). El monarca se negó a obedecer la orden divina de rendirse a Babilonia. Cierto biblista lo asemejó a “un paciente que vuelve una y otra vez al médico buscando alivio pero que no se toma el medicamento recetado”. ¿Y Jeremías? Bien pudo haber conquistado el favor de Sedequías regalándole los oídos; entonces, ¿por qué no cambió el mensaje, ahorrándose así muchos problemas? Porque Jehová le había mandado anunciar la caída de Jerusalén (léase Jeremías 32:1-5).

 4. ¿A qué decisiones nos encaramos en cuanto a hacer amistades, como, por ejemplo, en el trabajo?

4 La situación de Jeremías y la nuestra presentan puntos en común. No podemos evitar todo trato con nuestros vecinos, compañeros de trabajo o condiscípulos. Pero ¿vamos más allá y entablamos amistad con ellos aunque no tengan interés en oír o seguir las normas de Dios? Jeremías no podía rehuir todo contacto con Sedequías, pues todavía era el rey aunque desoyera los consejos de Dios; sin embargo, no estaba obligado a aceptar su errada forma de pensar ni a congraciarse con él. Es verdad que si se hubiera plegado a sus deseos, el rey lo habría colmado de regalos y favores; pero Jeremías no cedió a la presión ni a la tentación de buscar su compañía. ¿Por qué? Porque no iba a cambiar la postura que Jehová le había dicho que adoptara. El ejemplo de Jeremías debe movernos a examinar si los amigos que elegimos nos estimulan a ser leales a Dios. Desde luego, es imposible evitar completamente el trato con quienes no sirven a Jehová, sea en el trabajo, la escuela o el vecindario (1 Cor. 5:9, 10). Ahora bien, somos conscientes de que si cultivamos su amistad, correremos el peligro de perder la amistad de Dios.

¿AMIGOS DE LOS ESCÉPTICOS?

 5, 6. ¿Cómo intentaron silenciar algunos a Jeremías?

5 Sedequías no fue el único que trató de influir negativamente en Jeremías. Cierta vez, un sacerdote llamado Pasjur lo “golpeó”, quizás ordenando que le dieran 39 azotes (Jer. 20:2; Deu. 25:3). En otra ocasión, unos príncipes también lo azotaron y lo hicieron encarcelar en “la casa de los grilletes”, donde fue a parar a una mazmorra; allí pasó largos días en condiciones tan deplorables que temió por su vida (léase Jeremías 37:3, 15, 16). Un tiempo después de haber salido de la prisión, otros príncipes azuzaron a Sedequías para que lo matara acusándolo de desmoralizar a los soldados; como consecuencia, fue arrojado en una cisterna fangosa para que muriera (Jer. 38:1-4). Aunque sabemos que el profeta de Dios se salvó de aquella horrible muerte, estos incidentes ilustran que quienes más deberían haber creído sus palabras se volvieron escépticos y la emprendieron con él.

6 Los enemigos de Jeremías no fueron solamente las autoridades civiles. En una ocasión, los hombres de su ciudad natal, Anatot —en otras palabras, sus propios paisanos—, amenazaron con matarlo si no dejaba de profetizar (Jer. 11:21). A pesar de sus amenazas, Jeremías prefirió la amistad de Jehová a la de sus conciudadanos. Otros fueron más allá de las palabras. Cuando Jeremías se puso en el cuello un yugo de madera e instó a los judíos a rendirse al rey de Babilonia como único medio para sobrevivir, Hananías, un falso profeta, se lo arrancó y lo rompió. Según él, Jehová había dicho: “Quebraré el yugo del rey de Babilonia”. Hananías murió en aquel mismo año, y ya sabemos quién resultó ser el profeta verdadero (Jer. 28:1-11, 17). Tras la ruina de Jerusalén predicha por Jeremías, los jefes militares, junto con Johanán, se negaron a seguir el mandato de Dios de permanecer en Judá. “Es una falsedad lo que estás hablando”, dijeron a Jeremías. “Nuestro Dios no te ha enviado, diciendo: ‘No entren en Egipto para residir allí’”. Y como si esta irreverencia fuera poco, los jefes fugitivos se llevaron a Jeremías y a Baruc a Egipto (Jer. 42:1–43:7).

¿Con qué tipo de personas tuvo que tratar Jeremías? ¿Qué aprendemos de su ejemplo?

 7. ¿A qué prueba de fidelidad a Jehová nos encaramos?

7 Por años, Jeremías vivió rodeado de escépticos y rivales. Meditemos un momento sobre su proceder. Fácilmente pudo haber aceptado con resignación la amistad de personas que le tenían poco respeto a Dios o a Su Palabra, pues estaban en todas partes. También nosotros nos vemos en la necesidad de tratar con individuos así. Ahora bien, sea que se opongan tenazmente a nosotros y a nuestro Dios, o que parezcan agradables, ¿los elegiremos como amigos? ¿Sería sensato tener trato social con personas que no toman en serio las profecías de Dios? Si Jeremías estuviera en nuestro lugar, ¿entablaría amistad con gente que niega la verdad de la Palabra divina por su estilo de vida o que pone su confianza en los hombres? (2 Cró. 19:2.) Dios no dejó a Jeremías con dudas sobre las consecuencias de confiar en el hombre y no en él (léase Jeremías 17:5, 6). ¿Cuál es nuestro sentir a este respecto?

 8. ¿A qué situaciones difíciles se enfrentan los hermanos donde usted vive?

8 Algunos cristianos se han imaginado que pueden promocionar su negocio o hacer carrera en su empresa agasajando a clientes mundanos. Sin embargo, ¿no los expondría esto a compañías corruptas y a peligros como el habla vulgar o el exceso en la bebida? Es de entender que muchos hayan preferido sacrificar posibles ganancias o dejar de adelantar materialmente antes que andar en malas compañías. Por otro lado, puede ocurrir que el patrón o los compañeros de trabajo no tengan ningún reparo en engañar a los clientes. Los cristianos verdaderos no debemos dejarnos influir por las personas que nos rodean, aunque a veces no sea fácil decidir en este tipo de situaciones. ¡Cuánto agradecemos contar con ejemplos como el de Jeremías, quien por su modo de actuar gozó de una conciencia limpia y, lo que es más importante, de una buena relación con Dios!

 9. ¿Qué peligro conlleva el deseo de ser populares?

9 La posición y convicciones de Jeremías lo convirtieron en el hazmerreír de sus contemporáneos (Jer. 18:18). Con todo y con eso, estuvo dispuesto a navegar contra la corriente en vez de seguir el “proceder popular” (Jer. 8:5, 6). A veces prefirió estar “absolutamente solo” antes que mal acompañado; evitó la amistad de aquellos que podrían influir en él negativamente (léanse Jeremías 9:4, 5 y 15:17). ¿Lo hacemos nosotros? Hoy prolifera la infidelidad a Dios tanto como en los días de Jeremías. Los siervos de Jehová han tenido que escoger con cuidado sus amistades desde siempre. Claro, lo anterior no quiere decir que el profeta no tuviera allegados, pues hubo algunos que lo defendieron y lo ayudaron. ¿Quiénes fueron? Saberlo nos resultará muy útil.

¿A QUIÉNES ESCOGIÓ JEREMÍAS COMO AMIGOS?

10, 11. a) ¿Qué principios guiaron a Jeremías en la selección de amigos? b) ¿Quiénes fueron los amigos de Jeremías, y qué preguntas surgen acerca de ellos?

10 ¿Con quiénes trabaría amistad Jeremías? Por expresa orden de Jehová, el profeta condenó una y otra vez a los hombres malvados, falsos, injustos, violentos, indiferentes e inmorales, a los que cambiaron el culto verdadero por la idolatría, prostituyéndose en sentido espiritual. A sus conciudadanos dirigió esta exhortación: “Vuélvanse, por favor, cada uno de su camino malo, y hagan buenos sus caminos y sus tratos” (Jer. 18:11). Aun después de la destrucción de Jerusalén, Jeremías ensalzó los “hechos de bondad amorosa” de Dios, así como sus “misericordias” y su “fidelidad” (Lam. 3:22-24). Los amigos de Jeremías serían únicamente fieles siervos de Jehová (léase Jeremías 17:7).

11 No estamos completamente a oscuras sobre aquellos a quienes Jeremías escogió como amigos íntimos. Fueron varios sus aliados incondicionales: Ébed-mélec, Baruc, Seraya y los hijos de Safán. Cabe preguntarse: “¿Cómo eran estos hombres? ¿Qué relación tuvieron con Jeremías? ¿En qué sentido fueron buenos amigos suyos? ¿Y cómo contribuyeron a su fidelidad?”. Veamos las respuestas al tiempo que pensamos en nuestra propia situación.

12. a) Como se muestra en la página 58, ¿qué tenían en común Jeremías y Baruc? b) ¿Quién fue Seraya, y qué sabemos de él?

12 Al parecer, el amigo más íntimo de Jeremías fue Baruc, hijo de Nerías. El profeta le tenía tanta confianza que le dictó las declaraciones de Jehová para que las escribiera en un rollo y las leyera, primero a oídos del pueblo y después ante los príncipes de Judá (Jer. 36:4-8, 14, 15). Baruc compartía la fe de Jeremías y su convicción de que las predicciones divinas se cumplirían. El uno y el otro atravesaron circunstancias parecidas durante los agitados últimos dieciocho años de Judá y pasaron mucho tiempo juntos en la misión espiritual que tenían en común. Ambos se enfrentaron con dificultades y tuvieron que esconderse de sus enemigos, y los dos recibieron ánimo directamente de Jehová. Se cree que Baruc, llamado en las Escrituras “el secretario”, pertenecía a una ilustre familia de escribanos de Judá. Su hermano Seraya fue un importante funcionario estatal. Al igual que Baruc, Seraya colaboró con Jeremías más tarde en la transmisión de los mensajes proféticos de Jehová (Jer. 36:32; 51:59-64). La buena disposición de estos dos hijos de Nerías para trabajar con el profeta en aquella época turbulenta debió de fortalecerlo y estimularlo mucho. Nosotros también podemos obtener fuerzas y ánimo de los fieles siervos de Jehová con los que trabajamos hombro a hombro.

¿Qué aprendemos de la elección de amigos que hizo Jeremías?

13. Como se aprecia en la página 63, ¿de qué manera demostró Ébed-mélec ser un buen amigo de Jeremías?

13 Otro importante aliado de Jeremías fue Ébed-mélec. Cuando los príncipes enfurecidos echaron a Jeremías en una cisterna vacía para que muriera, el hombre que tuvo la valentía de salir en su defensa fue un extranjero: Ébed-mélec el etíope, un eunuco, u oficial, del palacio. Este pidió en público al rey Sedequías, que estaba sentado a la puerta de Benjamín, autorización para sacar a Jeremías de la cisterna cenagosa. Entonces tomó consigo treinta hombres, tal vez intuyendo que los enemigos del profeta intentarían impedir el rescate por la fuerza (Jer. 38:7-13). No sabemos cuán estrecha fue la relación entre Ébed-mélec y Jeremías, pero basándonos en la amistad de ambos con Jehová, es lógico concluir que fueron buenos amigos. Aquel reconocía a este como el profeta de Jehová; por eso calificó de mala la acción de los príncipes y arriesgó su propia posición para hacer lo correcto. Así es, Ébed-mélec fue un hombre de bien, tanto que el mismo Jehová le aseguró: “De veras te libraré en [el día de la ruina de Jerusalén] [...] porque has confiado en mí” (léase Jeremías 39:15-18). ¡Qué buena carta de recomendación! ¿No es esa la clase de amigos que queremos?

14. ¿Qué sabemos de la familia de Safán y de su relación con Jeremías?

14 Entre los amigos de Jeremías también se cuentan tres hijos y un nieto de Safán, todos miembros de una familia de alto rango. El propio Safán había sido secretario del rey Josías. La primera vez que los enemigos de Jeremías trataron de matarlo, “resultó que la mano de Ahiqam hijo de Safán estuvo con Jeremías, para que no fuera dado en la mano del pueblo” (Jer. 26:24). Ahiqam tenía un hermano llamado Guemarías. Un hijo de este, de nombre Micaya, oyó a Baruc leer ante el pueblo los juicios de Dios y enseguida puso sobre aviso a su padre y a los príncipes que estaban con él. Preocupados por la posible reacción del rey Jehoiaquim, estos aconsejaron a Jeremías y a Baruc que se escondieran. Y cuando el soberano rechazó el mensaje divino, Guemarías estuvo entre los que le rogaron que no quemara el rollo (Jer. 36:9-25). Elasá fue otro hijo de Safán, por cuya mano Jeremías envió una carta profética a los judíos que estaban cautivos en Babilonia (Jer. 29:1-3). Tenemos, pues, a tres hijos y un nieto de Safán, todos los cuales apoyaron al profeta de Dios. ¡Cuánto los habrá apreciado Jeremías! No eran amigos porque tuvieran gustos afines en la comida, la bebida o el entretenimiento. No. Su amistad se cimentaba en algo mucho más profundo.

ESCOJAMOS BIEN LAS AMISTADES

15. ¿Qué buen ejemplo nos dio Jeremías en su elección de amigos?

15 La manera como Jeremías trató con sus coetáneos, fueran buenos o malos, es un ejemplo para todos. Aunque se vio presionado por el rey, los príncipes, los falsos profetas y los jefes militares para que cambiara su mensaje, se mantuvo inflexible. Su postura no le ganó el afecto de aquellos hombres, ni tampoco él lo buscaba. Desde el principio, su mejor amigo fue Jehová. Si su fidelidad a Dios conllevaba soportar la enemistad de ciertos círculos, ese era un precio que estaba muy dispuesto a pagar (léase Lamentaciones 3:52-59). Además, como ya vimos, él no era el único que estaba resuelto a servir a Jehová.

16, 17. a) ¿Qué ayuda podemos esperar de un buen amigo? b) Sea donde sea que vivamos, ¿dónde encontramos los mejores amigos?

16 Ébed-mélec fue un buen amigo porque tenía fe y confianza en Jehová. Su arrojo y decisión le salvaron la vida a Jeremías. Baruc pasó por voluntad propia mucho tiempo al lado del profeta y lo ayudó a comunicar los mensajes de Jehová. En el presente, los buenos amigos que tengamos en la congregación pueden ser tan valiosos como lo fueron aquellos hombres de la antigüedad. Cameron, una precursora regular de 20 años de edad, agradece muchísimo la buena influencia que ha ejercido en ella otra precursora llamada Kara. Dice: “Con su ejemplo y sus palabras, Kara me ayudó a poner a Jehová en primer lugar en la vida”. Aunque vivía lejos, su amiga la llamaba o le escribía con frecuencia para asegurarse de que estuviera bien y para animarse mutuamente. “Conocía bien las circunstancias de mi familia —relata Cameron—. Sabía lo que estaba pasando con mi hermana y lo que sufrí después cuando se rebeló y abandonó la verdad. No me dejó sola durante todo ese trance. No sé qué hubiera hecho sin su estímulo y ayuda. Ha sido un apoyo extraordinario para mí.”

17 En la congregación cristiana podemos hallar buenos amigos, sean de nuestra edad o no. Nuestros hermanos comparten nuestra fe, nuestros valores, nuestro amor a Jehová y nuestras esperanzas. También afrontan pruebas similares. Podemos trabajar con ellos en el ministerio; nos animan cuando atravesamos dificultades, y viceversa; celebran nuestros éxitos en el servicio a Jehová, y, además, son amistades que perdurarán por la eternidad (Pro. 17:17; 18:24; 27:9).

18. ¿Qué nos enseña Jeremías en cuanto a la selección de amistades?

18 Lo que aprendemos de Jeremías en cuanto a la selección de amistades es obvio. Tengamos siempre presente esta innegable verdad: no podemos buscar la compañía de personas cuyas creencias son contrarias a la doctrina bíblica y, al mismo tiempo, permanecer leales a nuestras convicciones. Actuar en armonía con este principio es tan importante hoy como lo fue en tiempo de Jeremías. A fin de llevar a término su misión con la bendición de Jehová, Jeremías estuvo dispuesto a ser diferente de la mayoría de sus contemporáneos. ¿No lo estamos nosotros también? Él escogió compañeros que compartían su fe y que lo asistieron en su comisión. ¡Que todo fiel cristiano aprenda de Jeremías y elija sabiamente sus amigos! (Pro. 13:20; 22:17.)

¿Cómo imitamos el ejemplo de Jeremías al decidir quiénes serán nuestros amigos y quiénes no?