CAPÍTULO UNO
“He puesto mis palabras en tu boca”
1, 2. ¿Por qué nos inspiran confianza las palabras de la Biblia?
“EXISTE un amigo más apegado que un hermano.” (Pro. 18:24.) ¿Ha tenido usted un amigo como el que describe este proverbio inspirado? La palabra de un amigo verdadero es digna de crédito. Si nos dice algo bueno o nos cuenta lo que va a hacer, le creemos. Y si nos señala algo en lo que debemos mejorar, le hacemos caso. Ha demostrado a través del tiempo que se preocupa por nuestro bienestar; por eso, incluso nos aconseja. Quiere lo mejor para nosotros, y nosotros queremos lo mejor para él y que perdure la amistad.
2 En muchos sentidos, esa es la clase de amigos que encontramos en los hombres que Dios utilizó para escribir los libros de la Biblia. Podemos creer en ellos y tener la completa certeza de que lo que dicen es para nuestro bien. Así deberían haber visto los israelitas a los “hombres [que] hablaron de parte de Dios al ser llevados por espíritu santo” (2 Ped. 1:20, 21). Para redactar el libro profético de mayor extensión, Dios se valió de Jeremías, quien también compuso las Lamentaciones y dos libros más.
3, 4. ¿Qué concepto tienen algunas personas de los libros de Jeremías y Lamentaciones, y por qué es erróneo? Dé ejemplos.
3 Sin embargo, hay lectores que consideran que los libros de Jeremías y Lamentaciones no son para ellos. Se imaginan que solo contienen advertencias alarmistas y predicciones sombrías. a ¿Se ciñen tales ideas a la realidad?
4 Es cierto que Jeremías escribió amonestaciones y consejos en términos muy francos, ¿pero acaso no es eso lo que hace un amigo a veces? Hasta Jesús corrigió abiertamente a sus amigos, los apóstoles, cuando manifestaron una mala actitud (Mar. 9:33-37). No obstante, el grueso de su mensaje fue positivo, pues mostró cómo lograr la aprobación de Dios y la felicidad futura (Mat. 5:3-10, 43-45). Algo parecido sucede con los escritos de Jeremías, los cuales forman parte de “toda Escritura”, que es útil para “rectificar las cosas” (2 Tim. 3:16). Por un lado, exponen claramente el parecer de Dios sobre los que afirmaban servirle pero merecían cosechar las consecuencias de sus malos actos; por otro, contienen un mensaje esperanzador y nos muestran cómo gozar de un futuro bendito. Los libros de Jeremías y Lamentaciones incluyen profecías sobre la manera como Dios trataría a su pueblo, cuyo cumplimiento nos atañe directamente hoy día; además, encierran declaraciones positivas que nos llenan de ánimo (léanse Jeremías 31:13, 33, 33:10, 11 y Lamentaciones 3:22, 23).
5. ¿Qué tenemos que hacer para sacar provecho de los escritos de Jeremías?
5 Nuestra felicidad presente como parte del pueblo de Dios y nuestra esperanza para el futuro están vinculadas a los escritos de Jeremías. Estos, por ejemplo, nos ayudan a profundizar los lazos de hermandad y a seguir el consejo del apóstol Pablo: “Hermanos, continúen regocijándose, siendo reajustados, siendo consolados, pensando de acuerdo, viviendo pacíficamente; y el Dios de amor y de paz estará con ustedes” (2 Cor. 13:11). Los escritos de Jeremías guardan asimismo una relación directa con el mensaje que predicamos: aunque hablamos a la gente acerca de los últimos días y le advertimos del fin inminente de este sistema, nuestro mensaje mantiene su carácter positivo porque ofrece una esperanza sólida. Además, existe un estrecho paralelismo entre la vida y mensaje de Jeremías y nuestra situación, por lo que sus escritos nos resultan muy útiles. Con el objeto de entenderlo mejor, conozcamos más a fondo los antecedentes y la misión de este profeta ejemplar a quien Dios dijo: “He puesto mis palabras en tu boca” (Jer. 1:9).
6, 7. ¿Cómo sabemos que Dios se interesó en Jeremías, y en qué ambiente nació?
6 Cuando un hombre y una mujer aguardan la llegada de un hijo, piensan a menudo en la criatura. ¿Cómo será, y qué hará en la vida? ¿Cuáles serán sus gustos, su profesión, sus logros? Es muy probable que antes de que usted naciera, sus padres hayan meditado sobre estas cosas, y lo mismo deben de haber hecho los padres de Jeremías. Pero el caso de él era especial. ¿En qué sentido? El Creador del universo estaba particularmente interesado en su vida y actividad (léase Jeremías 1:5).
7 En efecto, haciendo uso de su presciencia, o conocimiento del futuro, Dios vio que aquel niño que nacería en el seno de una familia sacerdotal del norte de Jerusalén sería ideal como profeta. Jeremías vio la luz a mediados del siglo VII antes de nuestra era (a.e.c.), en una época nada feliz para Judá debido al mal gobierno de Manasés (véase la página 19). Durante la mayor parte de sus cincuenta y cinco años de mandato, este rey hizo lo malo a los ojos de Jehová, y su hijo Amón siguió la misma línea (2 Rey. 21:1-9, 19-26). La situación dio un profundo viraje con la subida al trono del siguiente monarca, Josías. Él sí buscó a Jehová, y para el decimoctavo año de su reinado había purificado la tierra de la idolatría. Esto debió de haber complacido mucho a los padres de Jeremías, pues fue por aquel entonces que su hijo recibió una misión divina (2 Cró. 34:3-8).
¿Por qué deben interesarnos los libros de Jeremías y Lamentaciones?
DIOS ELIGE UN PORTAVOZ
8. ¿Qué misión recibió Jeremías, y cuál fue su reacción?
8 No sabemos cuántos años tenía Jeremías cuando Dios le dijo: “Profeta a las naciones te hice”. Quizás rondaba los 25, la edad en que los sacerdotes podían iniciar sus servicios (Núm. 8:24). Como sea, repuso: “¡Ay, oh Señor Soberano Jehová! Mira que realmente no sé hablar, pues solo soy un muchacho” (Jer. 1:6). Jeremías se resistió, tal vez porque se consideraba muy joven o porque no se sentía apto para asumir tanta responsabilidad y hablar en público, como lo exigía la función de profeta.
9, 10. ¿En qué circunstancias comenzó Jeremías su ministerio, y por qué resultó tan abrumador después?
9 Jeremías recibió su cometido durante la campaña emprendida por el rey Josías para suprimir el detestable culto falso y fomentar la adoración pura. Aunque no sabemos cuánta interacción existió entre los dos, el clima era manifiestamente favorable para un profeta verdadero. Otros que ejercieron de profetas en Judá a principios del reinado de Josías fueron Sofonías y Nahúm. b También Huldá sirvió de profetisa durante el mandato de Josías. Esta mujer anunció que vendrían tiempos calamitosos... y Jeremías vivió para verlos (2 Rey. 22:14). De hecho, en ocasiones, amigos como Ébed-mélec y Baruc tuvieron que librarlo de la muerte o de enemigos vengativos.
10 ¿Cómo se sentiría usted si Dios le dijera que ha sido especialmente designado como profeta para anunciar un enérgico mensaje? (Léase Jeremías 1:10.) He aquí un botón de muestra de lo que Jeremías tuvo que proclamar. En el año 609, los ejércitos babilonios avanzaban hacia Jerusalén. El rey Sedequías quería oír una palabra favorable de boca de Jeremías, pero Dios le tenía reservado algo distinto (léase Jeremías 21:4-7, 10).
UN HOMBRE DE CARNE Y HUESO COMO NOSOTROS
11. ¿Por qué sería difícil la misión de Jeremías, y cómo fue fortalecido?
11 Imaginemos que nos tocara proclamar denunciaciones y castigos contra reyes impíos, sacerdotes corruptos y profetas falsos. Eso fue precisamente lo que tuvo que hacer Jeremías. Ahora bien, él contó con el respaldo divino, y nosotros también (Jer. 1:7-9). Dios mostró confianza en el joven profeta y le infundió valor diciéndole: “He hecho de ti hoy una ciudad fortificada y una columna de hierro y muros de cobre contra todo el país, para con los reyes de Judá, para con sus príncipes, para con sus sacerdotes y para con la gente de la tierra. Y de seguro pelearán contra ti, pero no prevalecerán contra ti, porque: ‘Yo estoy contigo —es la expresión de Jehová— para librarte’” (Jer. 1:18, 19).
12. ¿Por qué podemos identificarnos con Jeremías?
12 Que nadie crea que Jeremías era un superhombre, ni mucho menos: era un ser humano de carne y hueso como nosotros. Y aunque es verdad que vivió en otra época, afrontó situaciones parecidas a las nuestras. Así como él se relacionó con los que lo rodeaban, nosotros también entramos en contacto con personas muy diversas tanto en la vida diaria como en las actividades de la congregación. Por lo tanto, podemos aprender muchas lecciones de Jeremías, quien, al igual que el profeta Elías, fue un “hombre de sentimientos semejantes a los nuestros” (Sant. 5:17). Veamos algunas.
13, 14. ¿Por qué es fácil para algunos cristianos comprender la experiencia de Jeremías con Pasjur, ilustrada en la página 10?
13 ¿Quién no ha pasado vicisitudes en la vida? Jeremías no fue la excepción. Una vez, un sacerdote prominente llamado Pasjur lo agredió y lo mandó poner en el cepo. Este instrumento de madera sujetaba los pies, las manos y el cuello de la víctima, obligándola a adoptar una postura deforme. Jeremías pasó varias horas en este aparato aguantando dolor y siendo seguramente el hazmerreír de sus adversarios. ¿Soportaríamos nosotros la burla maliciosa o el maltrato físico? (Jer. 20:1-4.)
14 No extraña que en aquellas circunstancias Jeremías exclamara: “¡Maldito sea el día en que nací! [...] ¿Por qué he salido de la mismísima matriz para ver duro trabajo y desconsuelo y para que mis días se acaben en pura vergüenza?” (Jer. 20:14-18). Evidentemente, él supo lo que era la desesperación. ¿Nos hemos sentido alguna vez tan afligidos que hemos dudado de nuestra propia valía, de nuestros logros o de si vale la pena seguir adelante? Todo aquel que haya tenido estos sentimientos se beneficiará de conocer mejor las experiencias de Jeremías y los buenos resultados de su proceder.
¿Qué le impresiona de la misión que Jehová le encargó a Jeremías? ¿Por qué es fácil identificarse con él?
15. ¿Cómo nos beneficia saber que Jeremías sufrió cambios en su estado de ánimo?
15 Las expresiones de desesperación recogidas en Jeremías 20:14-18 vienen inmediatamente después de que el profeta hablara de cantar y alabar a Jehová (léase Jeremías 20:12, 13). ¿Experimentamos cambios bruscos en nuestro estado de ánimo? ¿Tan pronto estamos alegres como estamos tristes? Sin duda, todos podemos sacar partido de las vivencias de Jeremías. Sus sentimientos fueron los de una persona común y corriente como nosotros; de ahí la utilidad de examinar las acciones y reacciones de este hombre a quien el Creador empleó extraordinariamente como portavoz (2 Cró. 36:12, 21, 22; Esd. 1:1).
16. ¿Para quiénes es motivo de reflexión el estado civil de Jeremías?
16 Otra razón por la que algunos se identifican con Jeremías es su estado civil. ¿Cuál era? Dios dio a Jeremías una orden poco común y quizás difícil de obedecer: no casarse (léase Jeremías 16:2). ¿Por qué se lo prohibió Jehová, y cuáles fueron las repercusiones de tal mandato? ¿Qué hay de llamativo en este pasaje para los hermanos que están solteros, sea por elección propia o por sus circunstancias? ¿Contiene dicha orden un motivo de reflexión para los casados, sea que tengan hijos o no? ¿Cómo puede ayudarnos personalmente este relato?
17. ¿En qué nos hacen pensar las palabras de Jeremías 38:20?
17 Vale la pena destacar la exhortación que en cierto momento dirigió Jeremías al rey de Judá: “Obedece, por favor, la voz de Jehová en lo que te estoy hablando, y te irá bien, y tu alma continuará viviendo” (Jer. 38:20). Este pasaje contiene una excelente guía a la hora de tratar a los demás. Ello incluye a las personas que aún no andan en los caminos de Jehová pero a las que quizás podamos ayudar; asimismo, la actitud de Jeremías hacia los que obedecían a Dios constituye un buen modelo que imitar. En efecto, podemos aprender mucho de este profeta.
¿QUÉ NOS ESPERA?
18, 19. ¿Qué métodos se pueden seguir para analizar los libros de Jeremías y Lamentaciones?
18 La presente obra nos ayudará a examinar los libros de Jeremías y Lamentaciones y a aprender de ellos. ¿Cómo? El apóstol Pablo escribió bajo inspiración: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia” (2 Tim. 3:16). Esta “Escritura” incluye los dos libros acabados de mencionar.
19 Desde luego, podríamos hacer un análisis fructífero de dichos libros siguiendo varios métodos. Uno sería, por ejemplo, estudiarlos versículo a versículo, intentando comprender el trasfondo y valor de cada uno. Otro consistiría en centrarse en los paralelismos que fueran pertinentes, comparando o contrastando personajes y sucesos con sus equivalentes modernos (compárese con Jeremías 24:6, 7 y 1 Corintios 3:6). Y otro sería analizarlos desde el punto de vista histórico (Jer. 39:1-9). De hecho, es preciso conocer hasta cierto grado tales datos a fin de sacar el máximo beneficio. Por esa razón, el capítulo 2, titulado “Sirvamos en ‘la parte final de los días’”, ofrece una visión general del período histórico en que vivió Jeremías y de cómo la mano de Dios guió el curso de los acontecimientos.
20. ¿Cómo abordaremos el estudio de los libros de Jeremías y Lamentaciones?
20 El enfoque principal de esta obra, sin embargo, es otro. Abordaremos el estudio de los libros de Jeremías y Lamentaciones considerándolos regalos de Dios para el vivir cristiano (Tito 2:12). Comprenderemos, más que nunca antes, que abundan en información “provechosa para enseñar”. Sus prácticos consejos y ejemplos nos prepararán para enfrentarnos con éxito a los retos de la vida. Solteros, casados, superintendentes, precursores, empleados, amas de casa, estudiantes... todos hallaremos en estos dos libros inspirados instrucción divina para estar “completamente equipado[s]” para toda buena obra (2 Tim. 3:17).
21. ¿Por qué anhelamos comenzar el programa de estudio que sigue a continuación?
21 Al analizar cada capítulo, busquemos ideas aplicables a nuestra vida. Los libros de Jeremías y Lamentaciones pondrán de relieve estas palabras del apóstol Pablo: “Todas las cosas que fueron escritas en tiempo pasado fueron escritas para nuestra instrucción, para que mediante nuestro aguante y mediante el consuelo de las Escrituras tengamos esperanza” (Rom. 15:4).
¿Qué lecciones para la vida diaria podemos aprender de los libros de Jeremías y Lamentaciones?
a En algunos idiomas existe la expresión jeremiada, que significa “lamentación o muestra exagerada de dolor”. El diario The Washington Post calificó un documental sobre el cambio ecológico y climático de “jeremiada inconveniente”.
b En la parte final de la carrera de Jeremías surgieron otros profetas, a saber, Habacuc, Abdías, Daniel y Ezequiel. Jeremías llevaba cerca de cuarenta años ejerciendo su labor cuando la catástrofe azotó Jerusalén en 607 y vivió otros veinte años más.