Sigamos el ejemplo de los profetas
¿SABE en qué nos parecemos a los profetas de la antigüedad? Veamos primero lo que es un profeta. La obra Perspicacia para comprender las Escrituras dice que es la “persona mediante la cual Dios da a conocer su voluntad y propósito”. Es la que “declara o da a conocer mensajes atribuidos a una fuente divina”. Los profetas fueron voceros de Dios que, además de hacer predicciones, dieron a conocer sus enseñanzas, mandamientos y juicios. Aunque nosotros no hacemos predicciones, hablamos de parte de Jehová cuando proclamamos el mensaje de la Biblia (Mat. 24:14).
Tenemos el gran honor de enseñar a las personas acerca de Jehová, nuestro Dios, y de su propósito para la humanidad; colaboramos con el ángel que vuela en medio del cielo (Rev. 14:6). Sin embargo, es posible que enfrentemos problemas que nos hagan olvidar por un momento ese maravilloso privilegio. ¿De qué problemas hablamos? Bueno, quizás nos sintamos cansados o desanimados o tengamos sentimientos de inutilidad. Los profetas también se sintieron así, pero nunca se rindieron. Jehová los ayudó a cumplir con sus asignaciones. Veamos algunos ejemplos y fijémonos en qué podemos imitarlos.
LUCHARON CON TODAS SUS FUERZAS
A veces, la rutina diaria nos agota y puede quitarnos las ganas de salir a predicar. Claro, todos necesitamos descansar; hasta Jesús y los apóstoles lo hicieron (Mar. 6:31). Pero piense por un momento en Ezequiel, quien era profeta entre los israelitas cautivos en Babilonia. Dios le dijo que hiciera un grabado de la ciudad de Jerusalén en un ladrillo. Debía representar el sitio o asedio de la ciudad y acostarse sobre su lado izquierdo durante 390 días, y luego otros 40 días sobre su lado derecho. Jehová le dijo: “¡Mira!, ciertamente pondré cuerdas sobre ti para que no te vuelvas de un lado tuyo al otro lado tuyo, hasta que hayas completado los días de tu sitio” (Ezeq. 4:1-8). Sin duda, aquello llamó la atención de los israelitas. Durante más de un año, Ezequiel tuvo que hacer exactamente lo mismo todos los días. ¿Qué lo ayudó a cumplir con esa asignación tan agotadora?
Ezequiel comprendía por qué era profeta. Cuando Jehová lo envió, le dijo: “Sabrán también que resultó haber un profeta mismo en medio de ellos”. No importaba si los israelitas escuchaban o no (Ezeq. 2:5). Ezequiel tuvo claro el propósito de su misión y demostró ser un profeta de verdad: obedeció de buena gana y representó el asedio de Jerusalén. Más tarde, él y los demás exiliados recibieron una noticia impresionante: “¡La ciudad ha sido derribada!”. Los israelitas se dieron cuenta de que habían tenido un profeta en medio de ellos (Ezeq. 33:21, 33).
Hoy los cristianos advertimos a las personas que Jehová pronto destruirá el mundo de Satanás. Aunque a veces nos cansamos, usamos nuestras energías para predicar la Palabra de Dios, hacer revisitas y dar clases de la Biblia. Cuando vemos que las profecías sobre el fin se están cumpliendo, nos sentimos orgullosos de ser las personas mediante las cuales “Dios da a conocer su voluntad y propósito”.
VENCIERON EL DESÁNIMO
Jehová nos ayuda con su espíritu a luchar con todas nuestras fuerzas. Aun así, a veces podría desanimarnos la respuesta de la gente al mensaje que llevamos. Si eso nos pasa, pensemos en Jeremías. Los israelitas lo insultaban y se burlaban de él porque les llevaba el mensaje de Dios. En una ocasión hasta llegó a decir: “No voy a hacer mención de él, y no hablaré más en su nombre”. Jeremías era un hombre con sentimientos como los nuestros. Sin embargo, no dejó de predicar. ¿Por qué? Hablando del mensaje, explicó: “Resultó ser como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos; y me cansé de contener, y no pude aguantarlo” (Jer. 20:7-9).
Si nos sentimos desanimados por culpa de la reacción de la gente, reflexionemos en el mensaje que llevamos. Veremos que puede “ser como un fuego ardiente” dentro de nosotros. Y si leemos la Biblia todos los días, conseguiremos que ese fuego siga ardiendo.
SUPERARON LOS SENTIMIENTOS NEGATIVOS
Algunos cristianos que reciben un cambio de asignación se sienten preocupados, pues no entienden por qué la han recibido o no saben cómo cumplirla. Quizás el profeta Oseas se sintió así. Jehová le ordenó: “Ve, tómate una esposa de fornicación e hijos de fornicación” (Os. 1:2). Imagínese que usted fuera a casarse, pero que Dios le dijera que su esposa lo va a engañar con otros hombres. ¿Cómo se sentiría? Oseas aceptó la asignación, se casó con Gómer y tuvo un hijo con ella. Más tarde, ella tuvo una hija y un hijo que, al parecer, no eran de él. Jehová ya le había dicho que su futura esposa “[correría] tras sus apasionados amantes” —note que dice “amantes” y no “amante”— y luego intentaría regresar con él. ¿Qué habría hecho usted? ¿Habría aceptado que volviera? Pues eso fue precisamente lo que Jehová le dijo a Oseas que hiciera. Y no solo eso, sino que tuvo que pagar una cantidad importante para recomprarla (Os. 2:7; 3:1-5).
Quizás Oseas se preguntó qué sentido tenía cumplir con su asignación. Sin embargo, hizo fielmente lo que se le pidió. Su ejemplo nos ayuda a entender cómo se sentía Jehová por culpa de la traición de Israel. Y la verdad es que algunos israelitas sí volvieron a Jehová.
Hoy día, Dios no le pide a nadie que se case con una “esposa de fornicación”. Aun así, el ejemplo de Oseas nos enseña lecciones valiosas. Así como él estuvo dispuesto a cumplir su asignación, nosotros debemos predicar las buenas nuevas del Reino “públicamente y de casa en casa” aunque nos cueste (Hech. 20:20). Es posible que algunos aspectos de la predicación nos resulten más difíciles. Por ejemplo, muchas personas que estudiaron la Biblia con nosotros dijeron alguna vez que aunque les gustaba lo que estaban aprendiendo, jamás irían de casa en casa. Pero con el tiempo, muchas de ellas hicieron lo que nunca pensaron que podrían hacer. ¡Qué lección tan valiosa!
Hay otra lección que podemos aprender. Oseas aceptó esa asignación tan difícil, aunque pudo haberle pedido a Dios que no se la diera. A fin de cuentas, ¿quién se habría enterado de lo que hizo si él no lo hubiera puesto por escrito? A nosotros también se nos podría presentar la oportunidad de hablar de Jehová, y puede que nadie se entere de si la aprovechamos o no. Este fue el caso de Anna, una estudiante de secundaria de Estados Unidos. La maestra les pidió a todos que hicieran un trabajo escrito sobre un tema que les gustara muchísimo. Cada uno tenía que presentarlo y tratar de convencer al resto de la clase. Anna podría haber decidido no aprovechar esa ocasión para predicar, pero sentía que Jehová le estaba dando la oportunidad. Podía imaginarse cómo reaccionarían sus compañeros, así que le oró a Jehová. ¿Cuál fue el resultado? Comenzó a sentir el deseo de aprovechar la ocasión. Escribió un trabajo al que llamó: “La evolución: ¿qué dicen las pruebas?”.
Cuando a Anna le tocó hablar enfrente de la clase, una compañera que creía en la evolución la bombardeó con preguntas. Anna supo defender su postura, y su maestra quedó tan impresionada que le dio el premio al trabajo más convincente. Desde ese día, Anna ha podido hablar varias veces sobre la creación con la compañera que le hizo las preguntas. Gracias a que aceptó esta “asignación” de Jehová, Anna puede decir: “Ahora predico sin miedo”.
Ezequiel, Jeremías y Oseas estuvieron dispuestos a dejar sus intereses a un lado. Y nosotros, aunque no hacemos predicciones, podemos imitarlos. De esa manera cumpliremos con lo que Jehová espera de sus siervos. ¿Qué le parece si, en su estudio personal o de familia, analiza la vida de otros profetas? Reflexionar en lo que hicieron nos ayudará a seguir su buen ejemplo.