El cambio de hora: ¿una idea demasiado innovadora para su época?
El cambio de hora: ¿una idea demasiado innovadora para su época?
¿Por qué tiene tanta gente que cambiar la hora dos veces al año? Adelantar o atrasar los relojes constituye una verdadera complicación para algunas personas. ¿Cuándo hacer una cosa u otra? ¿De dónde surgió la idea? ¿A quién se le ocurrió?
Según la Encyclopædia Britannica, el primero que sugirió crear un horario estacional fue Benjamin Franklin, en 1784. Más de un siglo después, un inglés llamado William Willett hizo campaña a favor del cambio de hora, pero murió antes de que se aprobara la ley en el Parlamento.
El escritor británico Tony Francis cuenta que a Willett, maestro de obras de Chislehurst (Kent), se le ocurrió que sería práctico cambiar la hora mientras cabalgaba en Petts Wood temprano una mañana de verano. Durante su paseo se dio cuenta de que muchos hogares tenían los postigos de las ventanas cerrados. Seguramente pensó que era una pena desperdiciar así la luz del día, de modo que abogó ante el Parlamento Británico a favor de un proyecto de ley sobre el cambio horario. Con solo adelantar ochenta minutos todos los relojes en cuatro veces —veinte minutos cada vez— durante los meses de primavera y verano, y retrasarlos en el otoño, la gente podría disfrutar de más horas de luz.
Francis dice que Willett escribió en uno de sus panfletos: “La luz es uno de los mayores dones que el Creador ha otorgado al hombre. Cuando brilla la luz diurna, reina la alegría; las preocupaciones nos oprimen menos, y reunimos valor para enfrentarnos a la lucha cotidiana”.
El rey Eduardo VII no esperó a que el Parlamento promulgara una ley. Declaró que Sandringham, su mansión real de 7.900 hectáreas, se regiría por el nuevo horario. Más tarde hizo lo mismo con las propiedades reales de Windsor y Balmoral.
¿Por qué se rindieron por fin los políticos y aceptaron el cambio de hora? Durante la primera guerra mundial, se vieron en la necesidad de ahorrar combustible reduciendo la demanda de luz artificial. Por razones similares, otros países siguieron su ejemplo. Es más, en Inglaterra llegaron a adelantar los relojes dos horas durante la segunda guerra mundial. Esta medida permitía una diferencia de dos horas en verano y de una en invierno.
En Petts Wood hay un monumento —cuya fotografía aparece a la derecha de la página— dedicado a William Willett, “el defensor incansable de la ‘hora estival’”. Bajo el reloj de sol se encuentra una inscripción que dice: “Horas non numero nisi aestivas”, que significa “No cuento más que las horas estivales”.
[Reconocimiento de la página 31]
Nuestro agradecimiento a National Trust