La Antártida, continente amenazado
La Antá rtida, continente amenazado
CUANDO los astronautas contemplan la Tierra desde el espacio —señala el libro Antarctica: The Last Continent (La Antártida, el último continente)—, les llama particularmente la atención el casquete polar antártico, el cual, según su descripción, “es como una gran linterna blanca que irradia luz por toda la parte inferior del globo”.
Con 30.000.000 de kilómetros cúbicos de agua sólida, constituye una colosal máquina de hacer hielo a escala continental. La nieve que cae se compacta y solidifica para formar hielo, al que la gravedad obliga a fluir lentamente hacia la costa, donde penetra en el mar y crea enormes plataformas (véase el recuadro de la pág. 18).
La reducción de las plataformas de hielo
Pero en los últimos años se ha acelerado la fusión, con la consiguiente reducción de algunas plataformas y la desaparición de otras. En 1995 se desplomó una sección de aproximadamente 1.000 kilómetros cuadrados de la plataforma de Larsen, que tiene casi 1.000 kilómetros de longitud, la cual, según informes, se escindió formando miles de icebergs.
La única región afectada hasta la fecha por la recesión del hielo es la península antártica. Localizada a continuación de la cordillera de los Andes (Sudamérica), esta península con forma de ese ha registrado una subida de 2,5 °C en los últimos cincuenta años. El retroceso indicado posibilita la circunnavegación de la isla de James Ross, que antaño estaba rodeada de hielo, y ha ocasionado un drástico aumento de la vegetación.
Debido a que el deshielo se ha limitado a la península antártica, hay científicos que dudan que sea indicio del calentamiento del planeta. Sin embargo, según un estudio noruego, el hielo ártico también se está reduciendo. (Dado que el polo Norte no está situado sobre tierra firme, buena parte del agua sólida del ártico es marina.) De acuerdo con el citado estudio, todos estos cambios encajan con las predicciones de un calentamiento del globo.
Pero la Antártida no solo reacciona ante los cambios de temperatura. Se ha dicho de este continente que es, “en muchos aspectos, el motor vital del clima del mundo”. Siendo este el caso, los modelos climáticos tal vez se alteren si la Antártida sigue sufriendo cambios.
Entretanto, se ha formado sobre ella, a gran altura, un agujero en la capa de ozono que duplica el tamaño de Europa. El ozono, una variedad del oxígeno, protege la Tierra de la nociva radiación ultravioleta, que ocasiona lesiones en los ojos y cáncer de piel. En vista del aumento que ha habido en la radiación solar, los investigadores que trabajan en la Antártida se protegen la piel y llevan gafas de esquí o de sol con una capa reflectante especial para no sufrir daños oculares. El tiempo dirá hasta qué grado resulta afectada la fauna estacional de la zona.
Continente delicado: pise con cuidado
Este encabezamiento sería un buen letrero para recibir a quienes visitan la Antártida. ¿Por qué? Como indica la División Antártica Australiana, por varios motivos. Primero, las relaciones ecológicas simples que allí existen propician un ambiente sumamente sensible a las perturbaciones. Segundo, la vegetación crece con tal lentitud, que las pisadas sobre un lecho de musgo pudieran observarse hasta diez años después. Las plantas dañadas o debilitadas están a merced de fuertes vientos, capaces de destruir comunidades vegetales enteras. Tercero, el frío extremo
hace que los desechos tarden décadas en descomponerse. Cuarto, el ser humano pudiera traer sin darse cuenta organismos microscópicos ajenos a este continente aislado y, por ende, vulnerable. Por último, los turistas y los científicos suelen frecuentar las franjas costeras, las zonas más propicias para la flora y la fauna. Puesto que estas regiones comprenden tan solo un 2% de la tierra firme, no cuesta entender que sería muy fácil que en poco tiempo se superpoblara la Antártida. De ahí que se suscite la pregunta de quién controla este enorme continente.¿Quién manda en la Antártida?
Aunque hay siete naciones que reclaman para sí porciones del territorio, este posee la distinción, como conjunto, de no tener ni soberanía ni ciudadanos. “Es el único continente terrestre gobernado enteramente por un acuerdo internacional”, señala la División Antártica Australiana.
Con estas palabras se hace referencia al Tratado Antártico, que suscribieron doce gobiernos y que entró en vigor el 23 de junio de 1961. Hoy, el número de países participantes supera los cuarenta. El acuerdo persigue que la Antártida, “en interés de toda la humanidad [...] continúe utilizándose siempre exclusivamente para fines pacíficos y que no llegue a ser escenario u objeto de discordia internacional”.
En enero de 1998 entró en vigor el Protocolo de Protección Ambiental del Tratado Antártico. Este protocolo prohíbe las explotaciones mineras por un mínimo de cincuenta años. También designa como “reserva natural dedicada a la paz y la ciencia” todo el continente y sus ecosistemas marinos dependientes. Quedan vedadas las actividades militares, las pruebas de armamento y el almacenamiento de residuos nucleares. Hasta se proscriben los perros de trineo.
El Tratado Antártico ha sido aclamado como “ejemplo sin precedentes de cooperación internacional”. Pero quedan muchos problemas por resolver, entre ellos el de la soberanía. Por ejemplo, ¿quién velará por el cumplimiento del tratado y cómo? Y ¿de qué manera harán frente las naciones miembros al auge del turismo, potencial amenaza para la delicada ecología antártica? En los últimos años han llegado en barco a la Antártida más de siete mil turistas anuales, y se prevé que la cifra se duplique en breve.
Es posible que el futuro traiga otros desafíos. Por ejemplo, ¿qué sucedería si los científicos encontraran valiosos yacimientos mineros o petrolíferos? ¿Impediría el tratado la explotación comercial, con la consiguiente contaminación que suele acarrear? El Tratado Antártico, como los demás, es susceptible de alterarse. El artículo 12.° dice que “podrá ser modificado o enmendado, en cualquier momento, con el consentimiento unánime de las Partes Contratantes”.
Es patente que ningún tratado puede salvaguardar a la Antártida de los vertidos del mundo industrializado. Sería toda una lástima que la hermosa “linterna blanca” de la base del globo se contaminara a consecuencia de los abarcadores efectos de la codicia y la ignorancia del hombre. Causar daño a la Antártida resulta en perjuicio para la humanidad. La enseñanza fundamental que nos transmite este continente es que toda la Tierra, como el cuerpo humano, constituye un sistema interrelacionado, coordinado a la perfección por el Creador para el sostén de la vida y para nuestro disfrute.
[Ilustración y recuadro de la página 18]
¿QUÉ ES UNA PLATAFORMA DE HIELO?
Desde lugares altos en el interior de la Antártida, corrientes de hielo, producto de las nieves que han caído, se abren camino con dirección a la costa. Estas fluyen a una velocidad de hasta 800 metros por año, según recientes imágenes de radar obtenidas mediante satélites. Muchas de estas corrientes se unen, como si fueran afluentes, para constituir los glaciares, enormes ríos helados que, al llegar al mar, flotan en el agua y crean plataformas de hielo. La mayor de ellas, la de Ross (en la foto), que recibe hielo de al menos siete glaciares, iguala en extensión a Francia y alcanza en algunos puntos casi un kilómetro de espesor. *
En circunstancias normales, las plataformas no se repliegan. Cuanto más hielo aportan los glaciares a la plataforma, más se adentra su borde en el mar, como si fuera la pasta de dientes que sale al apretar el tubo. Con el tiempo se desgajarán grandes fragmentos: los icebergs. Algunos “alcanzan los 13.000 kilómetros cuadrados”, señala The World Book Encyclopedia. Sin embargo, las escisiones se han acelerado en los últimos años y las plataformas se han retraído, algunas hasta han desaparecido. Con todo, el nivel del mar no sube. ¿Por qué? Porque las plataformas ya se hallan a flote y desplazan su peso en el agua. Pero si los hielos que cubren la Antártida se derritieran, sería como vaciar en el océano 30.000.000 de ki- lómetros cúbicos de agua. El nivel de los mares subiría unos 65 metros.
[Nota]
^ párr. 21 Estas plataformas no deben confundirse con las banquisas, cuyo origen son témpanos relativamente pequeños que se forman en el mar durante el invierno, cuando se congela el agua de la superficie. Dichos hielos se fusionan para formar las banquisas, mientras que en el verano ocurre el proceso contrario. Los icebergs no se originan de las banquisas, sino de las plataformas.
[Ilustración]
Enormes bloques de hielo se desprenden de la plataforma de hielo de Ross, que en este punto se eleva unos 60 metros sobre el nivel del mar
[Reconocimiento]
Tui De Roy
[Ilustración de la página 20]
Cría de foca de Weddell
[Reconocimiento]
Foto: Commander John Bortniak, NOAA Corps