La meditación que es beneficiosa
El punto de vista bíblico
La meditación que es beneficiosa
“Que los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón lleguen a ser placenteros delante de ti, oh Jehová, mi Roca y mi Redentor.” (SALMO 19:14.)
¿QUÉ idea le comunica el término meditación? Si usted sigue las enseñanzas de alguna religión oriental, quizás crea que es algo que le permite pensar con mayor claridad u obtener cierta iluminación especial. La meditación budista anima a dejar la mente en blanco; sin embargo, otras formas de meditación persiguen llenarla con “las verdades universales de la sabiduría”.
El punto de vista de las Escrituras sobre esta práctica difiere de los ya mencionados. ¿En qué sentido? Observe el ejemplo bíblico de un hombre llamado Isaac, quien a la edad de 40 años tenía muchas cosas sobre las que meditar. Génesis 24:63 dice: “Isaac estaba afuera paseando a fin de meditar en el campo como al caer la tarde”. No hay razón para suponer que Isaac dejara la mente en blanco o que solo estuviera reflexionando sobre una imprecisa ‘verdad universal de la sabiduría’. Probablemente tenía cosas específicas en las que pensar, tales como su porvenir, la pérdida de su madre y la identidad de su futura esposa. Por ello debió de apartar algún tiempo al anochecer para meditar en privado sobre esos importantes asuntos. Así pues, la meditación de la que habla la Biblia implica más que soñar despierto.
La meditación implica algo más
Fíjese en el ejemplo del salmista David. Se enfrentó a una serie de problemas aparentemente insalvables y sabía que, como humano imperfecto, necesitaba la ayuda de Dios para actuar correctamente. ¿Qué le fortaleció en esas difíciles circunstancias? Según recoge el Salmo 19:14, David dijo: “Que los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón lleguen a ser placenteros delante de ti, oh Jehová, mi Roca y mi Redentor”. La palabra hebrea que aquí se traduce “meditación” proviene de una raíz que significa literalmente “hablar con uno mismo”. Sí, David “habló consigo mismo” sobre Jehová, su actividad, sus obras, sus leyes y su justicia (Salmo 143:5).
Así mismo, para los primeros cristianos, la meditación sobre temas espirituales formaba parte de la adoración verdadera. El apóstol Pablo aconsejó lo siguiente: “Cuantas cosas sean verdaderas, cuantas sean de seria consideración, cuantas sean justas, cuantas sean castas, cuantas sean amables, cuantas sean de buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa que haya digna de alabanza, continúen considerando estas cosas” (Filipenses 4:8). Por supuesto, para pensar en las “cosas” edificantes de las que habló Pablo, estas deben entrar primero en nuestra mente. ¿Cómo?
El salmista nos da la respuesta. Salmo 1:1, 2 dice: “Feliz es el hombre que no ha andado en el consejo de los inicuos, [...] su deleite está en la ley de Jehová, y día y noche lee en su ley en voz baja”. Como el salmista leía la ley de Dios con regularidad, podía meditar sobre lo que aprendía del Creador.
La meditación hoy en día
La lectura de la Biblia es sumamente importante, pero después de leerla debemos meditar, pensar detenidamente, o “hablar con nosotros mismos”, sobre lo que hemos leído. Igual que necesitamos digerir el alimento para que nos aproveche, tenemos que meditar si queremos asimilar lo que leemos. La meditación apropiada no solo borra los pensamientos negativos, sino que puede ayudarnos a solucionar nuestros problemas con el consejo que da la Biblia y a afrontar con éxito las inquietudes de la vida cotidiana (Mateo 6:25-32).
El salmista David sabía que era importante meditar para agradar a Dios, pues dijo: “La boca del justo es la que profiere sabiduría en voz baja” (Salmo 37:30). Así es, la meditación caracteriza al adorador fiel. El que Dios nos considere justos es una auténtica bendición que nos reporta beneficios espirituales. Por ejemplo, la Biblia indica que “la senda de los justos es como la luz brillante que va haciéndose más y más clara hasta que el día queda firmemente establecido” (Proverbios 4:18). De ahí que el cristiano obediente que “profiere sabiduría en voz baja” tenga la perspectiva de aumentar su entendimiento de la Biblia.
Las Escrituras también instan a los cristianos a meditar en sus deberes bíblicos. El apóstol Pablo le aconsejó a Timoteo lo siguiente: “Reflexiona sobre estas cosas; hállate intensamente ocupado en ellas, para que tu adelantamiento sea manifiesto a todos. Presta constante atención a ti mismo y a tu enseñanza. Persiste en estas cosas, pues haciendo esto te salvarás a ti mismo y también a los que te escuchan” (1 Timoteo 4:15, 16). Sí, lo que decimos y hacemos puede tener un profundo efecto en otras personas.
Está claro que tenemos muchas razones para pensar detenidamente en las cuestiones importantes. Es esencial que reflexionemos sobre nuestro pasado, evaluemos las circunstancias presentes y consideremos con detenimiento el futuro. Pero, sobre todo, debemos centrar nuestros pensamientos en la sabiduría de nuestro Creador, Jehová Dios. Si lo hacemos, recibiremos la mayor iluminación de todas.
[Ilustración de la página 20]
El pensador, de Rodin