¿Pueden salvarse nuestras selvas?
¿Pueden salvarse nuestras selvas?
DE NUESTRO CORRESPONSAL EN BOLIVIA
EL VALLE cubierto de bosque tropical nuboso * que posee Ramiro en las estribaciones de los Andes es uno de los pocos lugares de esta región sudamericana donde todavía se conservan árboles centenarios. En los alrededores, el paisaje carece de vegetación. Los científicos del mundo entero que acuden a este enclave natural para estudiar la flora y la fauna ya han descubierto varias especies nuevas. Ramiro, muy preocupado por la conservación del medio ambiente, asegura: “En mi bosque no se talará ni un solo árbol”.
Por otro lado, en las tierras bajas de la cuenca del Amazonas hallamos a Roberto, quien tiene a su cargo 5.600 kilómetros cuadrados de selva. Este silvicultor, dedicado a la tala y venta de madera del trópico, también está muy interesado en la protección de los bosques tropicales. “Es posible obtener madera sin acabar con la biodiversidad”, sostiene con firmeza.
Pese a que sus circunstancias difieren, tanto a Ramiro como a Roberto les inquieta profundamente el futuro de las selvas. Y no son, ni mucho menos, los únicos. En las últimas décadas, estos bosques tropicales se han reducido a una velocidad alarmante debido a la explotación descontrolada.
“¿No estarán exagerando? —tal vez se pregunte alguien—. Al fin y al cabo, en el pasado se deforestó gran parte de los bosques de las zonas templadas del planeta, casi siempre con fines agrícolas. Así que, ¿por qué alarmarse si en el trópico ocurre ahora lo mismo?” Lo cierto es que existen diferencias fundamentales. Por ejemplo, el suelo selvático generalmente es muy poco fértil y no apto para el cultivo. Además, la biodiversidad de los bosques tropicales es mucho mayor; de hecho, perderla perjudica a la humanidad entera.
El precio de la deforestación
Estas masas forestales albergan más de la mitad de las especies de organismos vivos del mundo: desde el mono araña hasta el tigre y desde los musgos poco comunes hasta las orquídeas, sin olvidarnos de las serpientes, las ranas, las mariposas raras, los loros y un largo etcétera imposible de enumerar.
Son muchas las criaturas que medran en los numerosos tipos de bosque tropical, como los bosques nubosos de lento crecimiento, las tupidas selvas en las que apenas penetra la luz, los bosques secos y los bosques abiertos. Con todo, la mayoría de las personas jamás han estado en un bosque tropical, como tal vez sea el caso del lector. ¿Por qué, pues, debería preocuparnos este tema?
La conservación de las selvas es crucial para nosotros, pues muchas de las plantas que cultivamos con fines alimenticios y comerciales dependen, en cierto sentido, de sus antepasados silvestres, que todavía crecen en las zonas selváticas. En algunos casos, estas variedades se emplean para producir plantas más resistentes a las enfermedades y las plagas. Por consiguiente, la diversidad genética de las variedades silvestres es esencial.
Además, los investigadores extraen continuamente productos de los bosques del trópico. Por ejemplo, muchos medicamentos que utilizamos en la actualidad se han obtenido de plantas tropicales. La biodiversidad de las selvas suele compararse a una biblioteca natural en la que la mayoría de los “libros” aún están por abrirse.
Un frágil ecosistema
El ecosistema de los bosques tropicales húmedos es frágil y extremadamente complejo. Los miles de formas de vida presentes son interdependientes. Por ejemplo, casi todas las plantas dependen de determinadas aves, insectos u otros animales para su polinización y la diseminación de sus semillas. En un intrincado ciclo de vida, el bosque recicla eficazmente todos los seres vivos que alberga, como plantas, insectos y microorganismos. Lo sorprendente es que este complejo ecosistema suele hallarse en un suelo de ínfima calidad. Si el bosque desaparece, será difícil —o quizá imposible— recuperarlo.
Mucha gente se gana la vida gracias a los bosques tropicales. Su importancia comercial no estriba únicamente en su valor científico y turístico, sino en los productos que ofrece, como madera, frutos secos, miel, palmitos, caucho y resina. Con todo, las selvas desaparecen a un ritmo alarmante. No hay consenso en cuanto a las cifras, pero algo es indiscutible: los bosques están desapareciendo con rapidez.
Lo más lamentable de todo es que esta pérdida no conlleva casi ningún beneficio permanente. Es cierto que muchos bosques han sido convertidos en pastizales para el ganado, pero poco después, la tierra deja de producir, y se abandona. Según los datos disponibles, tal ha sido el destino de 165.000 kilómetros cuadrados de selva amazónica brasileña.
¿Qué esperanza hay para las selvas y todas las formas de vida que albergan? Ramiro, Roberto y muchos como ellos luchan por proteger la selva del comercio internacional, la superpoblación, la caza y la tala furtivas, así como la captura de animales con propósitos comerciales. Ahora bien, ¿cuáles son las verdaderas causas de la deforestación? ¿Existe alguna forma de utilizar los vastos recursos de las selvas sin destruirlas?
[Nota]
^ párr. 3 Un bosque nuboso, o selva de montaña, es un bosque lluvioso a más de 1.000 metros de altitud.
[Comentario de la página 3]
La mayoría de las especies del mundo animal viven en los bosques tropicales, así como una inmensa variedad de plantas
[Ilustraciones de las páginas 4 y 5]
Las empresas madereras y los caminos que estas abren a través de la maleza pueden destruir las selvas