Acinipo, antiguo puesto fronterizo
Acinipo, antiguo puesto fronterizo
De nuestro corresponsal en España
APASIONADOS con la idea de recorrer los lugares donde hace más de dos mil años residieron iberos y romanos, mi acompañante y yo salimos en automóvil de San Pedro de Alcántara, población costera de la provincia de Málaga, en el sur de España. Con la intención de visitar algunos de los llamados pueblos blancos de Andalucía, nos dirigimos hacia el norte por una carretera de montaña, dejando a la derecha la sierra de las Nieves con su pico Torrecilla, de unos 1.900 metros. El precioso paisaje apenas es un anticipo de lo que encontraremos en el descenso hacia la histórica ciudad amurallada de Ronda, impresionante joya que a lo largo de milenios habitaron sucesivamente celtas (que la llamaron Arunda), griegos, fenicios, romanos, vándalos y, finalmente, los beréberes, moros que derrotaron a los visigodos en el siglo VIII de nuestra era.
En realidad, nuestro destino final es Ronda la Vieja, conocida en la antigüedad como Acinipo. Según una respetada enciclopedia española, fueron los mercaderes fenicios que se establecieron allí procedentes de Sidón (ciudad del actual Líbano) quienes le dieron este nombre, que se deriva de las palabras en griego y en latín para uva. De hecho, se han encontrado monedas antiguas con la inscripción “Acinipo” y con espigas de trigo por una cara y un racimo de uvas por la otra, lo que denota la importancia de la producción agrícola y vinícola. Cierta obra señala que gracias a “su emplazamiento, [...] Acinipo se convierte en ciudad, llegando a ser municipio, con poderes para acuñar monedas y, más tarde, sus vecinos [pasan] a tener los mismos derechos que cualquier ciudadano de la imperial Roma”.
Al consultar el mapa y la guía de viaje, vemos que Acinipo queda a unos pocos kilómetros al noroeste de Ronda. Mi amigo estadounidense está entusiasmado, pues se trata de su primer viaje a Europa y su primer contacto con vestigios del Imperio romano.
Tomamos una angosta carretera rural, pero como no encontramos el lugar que buscamos, pedimos ayuda a un pastor que está apacentando a sus ovejas. Nos dice que hallaremos Ronda la Vieja unos kilómetros más adelante, y tiene razón, pues enseguida divisamos un escarpado cerro que parece estar ubicado en una posición de fácil defensa. Al llegar a la entrada del yacimiento, observamos ante nosotros una colina con montones de escombros esparcidos por doquier. Son restos de un antiguo asentamiento que posiblemente se remonte a la época romana y que, según parece, albergó en un tiempo una población considerable. Sobre la cima, a un kilómetro de distancia, vemos un sólido muro de piedra que despierta nuestra curiosidad. ¿Qué será?
¿Una ciudad aquí?
¿Por qué edificarían los romanos una ciudad en medio de la nada? Porque
desde allí podían divisar fácilmente al enemigo. De hecho, ellos no fueron los primeros en reconocer las ventajas estratégicas del lugar, dado que —según sostienen los arqueólogos— el sitio ya había estado poblado hace más de cuatro milenios. Con la llegada de los fenicios, alrededor del año 1000 antes de nuestra era, Acinipo cobró relevancia comercial, pues era un enlace terrestre ideal entre Málaga y Cádiz, dos de sus colonias costeras.Tras una breve conversación con el guardia de turno de las ruinas, atravesamos la antigua entrada. A la derecha distinguimos viviendas de planta circular de los siglos VIII y VII a.E.C. A medida que ascendemos vamos encontrando restos del foro. Por las excavaciones, los arqueólogos deducen que albergó edificios públicos y que fue la plaza mayor, el centro neurálgico de la ciudad.
Un teatro único
Volvemos a fijarnos en el gran muro que corona la colina y seguimos preguntándonos qué función desempeñaría en la antigüedad. Al acercarnos, nos damos cuenta de que se trata de la parte posterior de la escena de un teatro, cuyas piedras, como mandaba la tradición romana, se tallaron y colocaron sin argamasa. Esta construcción también conserva una torre y un gran arco. Atravesando el arco, salimos a la escena, frente a las gradas labradas en la roca, que tal vez dieran cabida a 1.000 espectadores. Nos impresiona pensar que estamos justo en el punto donde hicieron su intervención multitud de actores y oradores.
Sin duda, aquella civilización sabía aprovechar al máximo las laderas para convertirlas en teatros. Se han encontrado ruinas de teatros y anfiteatros romanos en lugares tan distantes como Mérida (oeste de España), Tréveris (Alemania), Nimes y Arlés (Francia), e incluso en puntos tan septentrionales como Caerleon (Gales). No hay que olvidar las famosas ruinas de Pompeya y las de Roma, cuyo coliseo contaba nada menos que con 50.000 localidades. De hecho, por todo el antiguo Imperio romano hay restos de más de setenta y cinco anfiteatros, que acogieron a compañías itinerantes de actores que entretenían al público con sus funciones.
La parte mejor conservada de Acinipo es el teatro. Sus gradas, que aprovechan la pendiente de la colina, resguardan a los espectadores del viento que pasa silbando sobre ellos. Además, el diseño del edificio permite sacar el mayor partido a la acústica natural.
La vista desde la cima es todo un espectáculo. A nuestra izquierda, al sur, se divisa Ronda en la lejanía, y al norte, la antigua ciudad de Olvera. Con unos nubarrones que no presagian nada bueno como telón de fondo, nos sentamos en el solitario recinto tratando de imaginar qué ocurría hace dos mil años en aquella bulliciosa y aislada población y preguntándonos qué más quedará por descubrir sobre este excepcional lugar. La futura resurrección de sus habitantes tal vez nos revele todos sus secretos (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15).
[Mapa de la página 14]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
MADRID
Acinipo
Ronda
Málaga
[Ilustración de la página 15]
Letrero de la entrada
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Restos de viviendas romanas
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Parte posterior de la escena
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Escena y gradas del teatro
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Torre de esquina del teatro
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Cerro donde se ubica Acinipo
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En primer plano, cimientos de viviendas prerromanas