¿Dónde hallar las respuestas?
¿Dónde hallar las respuestas?
¿LE INCOMODAN las encarnizadas disputas entre evolucionistas y creacionistas? Si así es, no es el único.
En un bando se sitúan científicos y académicos muy instruidos que acostumbran expresarse con tecnicismos y que recalcan que toda persona educada e inteligente ha de aceptar como verdad incuestionable la teoría de la evolución. En el otro frente hallamos a religiosos, igual de prepotentes, quienes con su retórica emocional argumentan que la verdadera fe implica abrazar su peculiar visión del creacionismo.
A mucha gente razonable le repelen tales extremismos. La cuestión de la existencia de Dios merece algo más que altivas afirmaciones dogmáticas. En efecto, no es un mero tema de debate, puro ejercicio intelectual, ya que repercute en nuestra vida y nuestro futuro.
Escollo común entre los científicos
Como hemos visto, no son pocos los prestigiosos entendidos que ven en la naturaleza pruebas de que hay un Diseñador o Creador. Otros van más allá y cuestionan la integridad científica de aquellos colegas suyos que rechazan dogmáticamente la existencia de Dios.
Así, el geofísico John R. Baumgardner señala: “Frente a unas probabilidades desfavorables en grado sumo, ¿qué científico honrado puede apelar a la acción del azar como explicación de la complejidad de los seres vivos? Actuar así cuando se tiene conciencia de estos números es, en mi opinión, una grave violación de la integridad científica”.
El distinguido físico Richard Feynman destacó otro rasgo de la integridad científica. En un discurso de graduación universitaria habló de “cierto tipo de integridad extraordinaria” que incluye “hacer lo imposible por mostrar que uno pudiera estar equivocado”. “Esa es —añadió— nuestra responsabilidad como hombres de ciencia, ante otros colegas, y creo que también ante la ciudadanía.”
Al exponer sus teorías, ¿emplean los evolucionistas con frecuencia frases como “pudiera estar equivocado”? Lamentablemente, tal modestia es muy rara entre ellos. En realidad, la modestia y la integridad deberían impulsar a muchos expertos a admitir que la ciencia, la cual se limita al estudio del mundo físico, no cuenta con los medios necesarios para contestar las preguntas referentes a la existencia de un Creador. Sin embargo, ¿qué hay de los guías espirituales que defienden el creacionismo?
Escollo común entre los religiosos
La modestia y la integridad tampoco abundan entre los líderes religiosos. Para empezar, ¿actúa con integridad quien afirma que la Biblia enseña doctrinas que en realidad no contiene? ¿Y da muestra de modestia quien antepone a las Escrituras las opiniones y dogmas de su preferencia? Pues eso es, ni más ni menos, lo que hacen muchos creacionistas.
Por ejemplo, suelen asegurar que el universo fue creado en seis días de veinticuatro horas hace seis mil años. Con tales doctrinas no se ajustan a la Biblia, la cual enseña que Dios formó los cielos y la Tierra “en el principio”, es decir, en un momento que no se precisa anterior a los “días” creativos, que son más específicos (Génesis 1:1). Es significativo que el relato del primer libro bíblico emplea la expresión “día” con flexibilidad. Así, Génesis 2:4 habla del conjunto de seis días del capítulo anterior como de un solo día. Por tanto, no son divisiones de veinticuatro horas, sino períodos mucho más largos, épocas milenarias.
Otro punto en el que yerran bastantes maestros religiosos es el de la fe. Algunos dan a entender que se trata de creer apasionadamente en algo que carece de pruebas serias, lo que para muchas mentes razonables no es más que credulidad. Pero la Biblia da una definición muy distinta: “Fe es la expectativa segura de las cosas que se esperan, la demostración evidente de realidades aunque no se contemplen” (Hebreos 11:1). Así pues, no se trata de ser ingenuo, pues se parte de pruebas sólidas, de garantías lógicas.
Entonces, ¿qué fundamentos tiene la fe en Dios? Los hay de dos tipos, ambos igualmente persuasivos.
Evaluación de las pruebas
El apóstol Pablo se sintió movido a escribir lo siguiente sobre Dios: “Las cualidades invisibles de él se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad” (Romanos 1:20). Durante miles de años, hombres y mujeres sabios han hallado en la naturaleza pruebas de la existencia del Altísimo.
Ya hemos visto que la ciencia puede ser una ayuda muy útil. Cuanto más aprendamos acerca de la complejidad y el orden del cosmos, más razones tendremos para reverenciar a Quien lo concibió. Hay científicos que mantienen una actitud abierta ante tales testimonios y los encuentran convincentes, por lo que seguramente acepten que la ciencia los ha ayudado a encontrar a Dios. Otros, sin embargo, no se convencen ni con un torrente de pruebas. ¿Y usted?
Si desea evaluar tales pruebas, le instamos a hacerlo valiéndose quizá del libro ¿Existe un Creador que se interese por nosotros?, preparado para quienes realizan esta trascendental búsqueda de respuestas. * Además, le conviene examinar un segundo conjunto de pruebas: el que ofrece la Biblia.
Las Escrituras presentan múltiples indicaciones de estar inspiradas por una inteligencia sobrehumana. Entre ellas, un sinnúmero de profecías sobre situaciones que tendrían lugar Mateo 24:3, 6, 7; Lucas 21:10, 11; 2 Timoteo 3:1-5). Dado que el hombre es incapaz de hacer predicciones tan exactas, tienen que proceder de Dios.
en diversas épocas, incluida la actual (Además de permitirnos constatar que Dios existe, la Biblia nos revela su nombre, su personalidad y el interés que él ha mostrado en los seres humanos a lo largo de los siglos. Hasta nos manifiesta sus designios acerca de nuestro futuro. En estos particulares, la ciencia humana no nos ayuda a encontrar ni respuestas ni motivos para la esperanza ni tampoco valores morales firmes.
Fuente de valores morales
Lamentablemente, la práctica científica actual tiende en muchos casos a minar los principios de la ética. El biólogo Richard Dawkins, quien rechaza la idea de Dios, señaló: “En un universo de fuerzas físicas ciegas y reproducción genética, unos sufrirán daños y otros no, y es imposible encontrarle el sentido o la justicia”. ¿Verdad que es una visión muy pesimista? ¿No cree que la sociedad necesita un código moral que recompense el bien y castigue el mal?
En este particular, la Biblia y la evolución atea tienen concepciones muy opuestas sobre la humanidad. La primera subraya que el hombre ocupa un lugar especial entre los seres vivos, y la segunda lo presenta como fruto accidental de procesos naturales ciegos. A diferencia de las Escrituras, según las cuales estamos hechos a la imagen de un Dios justo y amoroso —y por ello podemos regirnos por el bien y la virtud—, la evolución, con su lucha por la supervivencia, no logra explicar que demostremos cualidades como el amor y el altruismo.
Mientras que la evolución no nos brinda ni esperanza ni finalidad, las Escrituras nos ofrecen un magnífico futuro con sentido. En efecto, declaran el grandioso propósito del Creador para el día de mañana: “Les daré un porvenir lleno de esperanza” (Jeremías 29:11, Biblia de América).
Aprenda más sobre el Creador
En muestra de humildad y sabiduría, un salmista escribió: “Sepan que Jehová es Dios. Es él quien nos ha hecho, y no nosotros mismos” (Salmo 100:3). Muchas mentes pensantes encuentran que este reconocimiento tiene mucho más sentido que las teorías modernas que atribuyen la existencia del hombre a la casualidad.
Los científicos promueven en ocasiones la arrogante idea de que la guía definitiva se halla en el razonamiento y el saber del hombre, y las religiones organizadas a menudo caen en el mismo error. Sin embargo, el conocimiento humano es, y siempre lo será, limitado. Aunque el apóstol Pablo poseía gran sabiduría espiritual, mantuvo la humildad. De hecho, afirmó con realismo: “Ahora vemos todo como el reflejo tenue de un espejo oscuro [...]. Ahora mi conocimiento es parcial” (1 Corintios 13:12, La Palabra de Dios para todos).
Hay que reconocer que la auténtica fe en Dios no depende de la ciencia moderna. Aun así, podemos fortalecerla valiéndonos de ella, siempre que lo hagamos con observación meditativa. La fe y la espiritualidad genuinas son las claves de una vida feliz y plena (Mateo 5:3). Así pues, si recurre a la Biblia para conocer a fondo a Jehová y su propósito para la humanidad y la Tierra, usted encontrará el verdadero sentido de la vida y buenas razones para la esperanza.
[Nota]
^ párr. 18 Editado por los testigos de Jehová.
[Ilustraciones y recuadro de la página 9]
En sus propias palabras
Muchos científicos admiten sin vacilar que creen en un Diseñador inteligente, en un Creador. Aunque a veces tengan vagas nociones sobre quién es, coinciden en que hay pruebas de su existencia. He aquí algunos comentarios:
“Como científico, encuentro en el mundo que me rodea mecanismos de ingeniería tan complicados que me veo obligado a concluir que tras un orden tan complejo existe diseño inteligente.” Andrew McIntosh, matemático (Gales, Reino Unido)
“El carácter intrincado de la naturaleza indica con claridad que hay un Creador. Una vez comprendido, todo sistema biológico y físico manifiesta increíble complejidad.” John K. G. Kramer, bioquímico (Canadá)
“Entre los seres vivos resulta patente el orden, obra de un Poder superior al que yo llamo Dios. Es en este punto donde coinciden la fe y la verdad científica. La primera de ningún modo contradice a la segunda, sino que la completa al aportar una comprensión más sencilla del universo.” Jean Dorst, biólogo (Francia)
“No concibo el universo y la vida humana sin un comienzo inteligente, sin una fuente de ‘calidez’ espiritual que trasciende a la materia y sus leyes.” Andrey Dmitriyevich Sakharov, físico nuclear (Rusia)
“Todos los animales presentan de algún modo un diseño singular adaptado a un ambiente determinado, y no puedo menos que atribuir la complejidad de dicho diseño a un Creador, más bien que a fuerzas evolutivas aleatorias.” Bob Hosken, bioquímico (Australia)
[Ilustraciones y recuadro de la página 10]
Juicio sobre la crónica de Génesis
Gerald Schroeder, ex profesor de Física Nuclear, escribe: “La Biblia refiere en treinta y un versículos, con tan solo varios centenares de palabras, acontecimientos que abarcan dieciséis mil millones de años y sobre los cuales se han escrito millones de palabras en la prensa científica. Todo el desarrollo de la vida animal se resume en la Escritura en ocho oraciones. Teniendo en cuenta la brevedad de dicha narración, es extraordinario que coincidan los descubrimientos de la ciencia moderna con las afirmaciones de Génesis 1 y el orden en que se suceden, y más aún cuando nos percatamos de que toda la interpretación que presenta la Biblia en este capítulo se puso por escrito siglos —mejor dicho, milenios— antes de que tuvieran lugar los hallazgos de la ciencia moderna. Por consiguiente, es la ciencia la que ha llegado a demostrar su conformidad con el relato bíblico sobre nuestros orígenes” (THE SCIENCE OF GOD—THE CONVERGENCE OF SCIENTIFIC AND BIBLICAL WISDOM [LA CIENCIA DE DIOS: CONVERGEN LA SABIDURÍA CIENTÍFICA Y LA BÍBLICA]).
[Ilustraciones]
La Biblia habla de seis períodos creativos
[Ilustración de la página 12]
La Biblia contiene pruebas convincentes de su inspiración divina