¿Quién acaba pagando los artículos robados?
¿Quién acaba pagando los artículos robados?
EN Japón, un tendero atrapó a un muchacho robando y llamó a la policía. Cuando esta llegó, el joven se echó a correr. Perseguido por los agentes, trató de cruzar las vías del ferrocarril y murió arrollado por un tren.
El suceso causó gran revuelo. Ante las críticas recibidas por haber llamado a la policía, el tendero tuvo que cerrar hasta que se calmaran los ánimos. Cuando volvió a abrir, se repitieron los robos. Sin embargo, debido al recuerdo de la tragedia, temía encarar a los ladrones. Como su negocio cobró fama de presa fácil, no tardó en verse obligado a cerrarlo definitivamente.
Es cierto que se trata de un caso más trágico de lo habitual, pero ilustra una importante verdad: el robo en las tiendas sale muy caro, de muchas maneras y para muchas personas. Examinemos el precio tan alto que se paga por este delito.
El precio que pagan las tiendas
El robo en las tiendas cuesta cada año a los comerciantes de todo el mundo miles de millones de dólares. Según algunos cálculos, tan solo en Estados Unidos el valor de lo sustraído supera los 40.000 millones de dólares. ¿Cuántos negocios pueden asumir su parte de semejante cifra? Muchos se encuentran ya en apuros, de modo que cuando los rateros invaden los pasillos de sus establecimientos, quizás vean amenazado el trabajo de toda una vida.
“Por si la competencia fuera poco, tengo la inquietud de que se lleven mercancía. No sé cuánto más aguantaré en el negocio”, afirma un tendero neoyorquino llamado Luke. Los equipos de seguridad electrónica no están a su alcance. Por eso dice: “En este momento podría estar [robándome] cualquier persona, incluso alguno de mis clientes habituales”.
Hay quienes creen que el problema de Luke no es tan grave. Dicen: “Esas tiendas ganan un dineral; poco importa que uno se lleve algo”. Pero ¿de verdad ganan tanto los minoristas?
Hay lugares donde los comerciantes agregan un 30, un 40 o hasta un 50% al precio de costo de un artículo. Pero ese porcentaje no es de ganancias netas. Con él se cubren los gastos de operación como el alquiler, los impuestos, los salarios y prestaciones sociales de los empleados, el mantenimiento del local, la reparación de equipos, la póliza de seguros, la electricidad, el agua, la calefacción, el teléfono y los sistemas de seguridad. Una vez descontados los gastos, los beneficios tal vez sean del 2 ó 3%. Por lo tanto, cuando alguien sustrae mercancía de una tienda, se lleva por la puerta una buena parte del sustento del comerciante.
¿Y los hurtos menores?
Mientras está en la tienda con su mamá, un niño se dirige solo a donde se hallan las golosinas, abre un paquete y se mete una chocolatina en el bolsillo. ¿Afectará al establecimiento la pérdida de un artículo tan barato?
Un folleto de la U.S. Small Business Administration (Administración de pequeñas empresas de Estados Unidos) afirma: “El hurto menor tal vez no parezca grave a quien un día se echa al bolsillo un bolígrafo y otro día una calculadora, pero para el minorista que lucha por salir a flote es un golpe mortal” (Curtailing Crime—Inside and Out [Cómo prevenir el delito interno y externo]). Dado que el margen de ganancias es tan pequeño, para recuperarse del robo anual de mercancías valoradas en un total de 1.000 dólares, el minorista debe vender 900 chocolatinas o 380 latas de sopa más cada día. Por lo tanto, el
negocio se resiente enormemente si son muchos los niños que roban dulces. En efecto, el problema radica en que mucha gente lo hace.Millones de personas —jóvenes y mayores, ricas y pobres, de toda raza y origen— roban en mercados y tiendas. ¿Con qué resultados? Según el Consejo Nacional de Prevención del Crimen, de Estados Unidos, casi un tercio de los negocios del país se ven obligados a cerrar por dicha causa. Y sin duda los establecimientos comerciales de otros países afrontan la misma amenaza.
El precio que paga el cliente
El robo en las tiendas infla los precios. Por su culpa, el consumidor de algunas regiones paga cada año 300 dólares más. En otras palabras, si una persona gana 60 dólares diarios, dedica todos los años el salario de una semana a pagar la mercancía que otros han sustraído. ¿A quién le sobra este dinero? Para el pensionista o la madre sola que lucha por mantener a su familia, perder así semejante cantidad puede resultarle una carga abrumadora. Pero este no es el único precio que paga el cliente.
A todos los vecinos los perjudica que cierre la tienda de la esquina. Hace poco, una comunidad estadounidense muy unida perdió su farmacia, al parecer por culpa de los robos. Ahora, muchos ancianos y enfermos tienen que recorrer dos kilómetros [milla y media] hasta la más cercana. “Inténtelo en silla de ruedas a ver qué tal le va”, dijo un funcionario.
El alto precio que pagan los padres
Bruce es un hombre de principios que enseña a sus hijos a ser honrados. Un día sorprendieron a su hija robando. “El mundo se me vino encima —señala—. Imagínese que lo llamen a usted para decirle que han atrapado a su hija robando en una tienda. Nosotros pasamos años educándola para ser una buena persona, y ahora nos sale con estas. Nunca creímos que terminaría rebelándose así.”
A Bruce lo martiriza pensar en su hija y en qué será de ella. Además, decidió renunciar a su puesto como maestro voluntario de religión. “¿Con qué cara iba a presentarme ante la congregación? La conciencia no me permitía hablarles desde la plataforma acerca de la crianza de los hijos. No me sentía bien haciéndolo.” Parece que su hija no pensó en el daño que iba a causarle a su padre con su mala conducta.
El precio que paga quien roba
Antes, si un gerente atrapaba a alguien robando, solía darle una reprimenda y lo dejaba ir. Hoy lo común es que el dueño pida que se arreste incluso a quien lo hace por primera vez. Así, aprende las graves consecuencias del delito, como pudo constatar una joven llamada Natalie.
“Cuanto más robaba, más segura me sentía —indica—. Creía que, aunque me pillaran, me saldría más barato pagar los honorarios del abogado y las costas del juicio que toda la ropa carísima que me llevaba.” Pero estaba muy equivocada.
Un día la atraparon robando un vestido, y la policía se la llevó esposada. En la comisaría le tomaron las huellas y la encerraron con otros delincuentes en una celda, donde tuvo que esperar varias horas hasta que sus padres tramitaron la fianza.
Natalie da este consejo a quien piense en robar: “Hazme caso. Lo mejor es que compres el dichoso vestido o el pantalón vaquero. [Si decides robarlo], lo lamentarás por mucho tiempo”.
Algo que lamentar son los antecedentes penales. Muchas personas que han sido condenadas por robar en las tiendas descubren con pesar que su delito no puede borrarse así como así, sino que vuelve a aparecer una y otra vez, como una mancha rebelde en un vestido o una camisa. Tal vez tengan que declararlo en la solicitud de ingreso a una universidad. O pudieran encontrar problemas para acceder a profesiones como medicina, odontología o arquitectura. Y las empresas quizás se lo piensen antes de contratarlos. Todas estas dificultades tal vez las sufran aunque hayan pagado la pena impuesta por un tribunal y no hayan reincidido nunca.
Robar en las tiendas puede resultarle muy caro al delincuente, aunque no sea condenado. Así lo admite Hector, citado en un artículo anterior: “Siempre me salí con la mía. Nunca me atraparon”. Aun así, tuvo que pagar las consecuencias. Dice: “Creo que los jóvenes deben comprender algo: se cosecha lo que se siembra. Aunque no te atrape la policía, acabarás pagándolo de alguna manera”.
Robar en las tiendas es un delito que ocasiona víctimas y pérdidas económicas. Quien lo esté haciendo debería abandonarlo por completo. Pero ¿de dónde puede sacar fuerzas para no recaer? ¿Se logrará erradicar este problema algún día?
[Ilustración de la página 7]
Los robos han acabado con muchos negocios
[Ilustración de la página 7]
Todos pagamos el precio cuando se roba en las tiendas
[Ilustraciones de la página 8]
Quien roba en las tiendas pone en peligro su futuro
[Reconocimiento]
Huellas dactilares: © Morocco Flowers/Index Stock Imagery