Preguntas de los lectores
Antes de estudiar la Biblia, mi esposa y yo nos sometimos a un tratamiento de fecundación in vitro, pues deseábamos tener un bebé. Algunos de los óvulos fecundados —o embriones— no se utilizaron, por lo que fueron congelados y almacenados. ¿Deberíamos seguir conservándolos, o estaría bien deshacernos de ellos?
Esta es una de las muchas cuestiones morales y éticas a las que se enfrenta un matrimonio que decide recurrir a la fecundación in vitro. Como cada pareja es responsable ante Jehová de las decisiones que toma, conviene entender en qué consiste esta técnica de reproducción asistida.
En 1978, una mujer de Inglaterra que no podía tener hijos debido a una obstrucción en las trompas de Falopio se convirtió en la primera persona en dar a luz a un bebé probeta. Para lograrlo, los médicos le extrajeron un óvulo maduro y, en una placa de laboratorio, lo fecundaron con el esperma del esposo. El nuevo embrión se colocó en nutrientes para facilitar su desarrollo, y luego fue implantado en la matriz de la madre. Con el tiempo nació una niña. Este procedimiento y sus variantes llegaron a conocerse como fecundación in vitro (que significa “en cristal”).
Aunque los detalles varían de país a país, por lo general la fecundación in vitro implica básicamente lo mismo. Primero, a la mujer se le administran potentes medicamentos durante varias semanas a fin de estimular la producción de óvulos. Luego, se solicita al esposo una muestra de semen, la cual se obtiene por masturbación. En el laboratorio se unen el esperma preparado y los óvulos. Es probable que varios de estos logren fecundarse, comiencen a dividirse y se conviertan en embriones. Al día siguiente se examinan cuidadosamente con el fin de separar los defectuosos de los que parecen saludables y con mayores oportunidades de adherirse al útero. Más o menos al tercer día suelen transferirse dos o tres de los mejores embriones a la matriz de la mujer. De esta forma aumentan sus posibilidades de quedar embarazada. Si uno o más de los embriones se fija al útero, comienza el embarazo y se espera que a los nueve meses dé a luz.
Ahora bien, ¿qué se hace con el resto de los embriones, entre ellos los que parecen menos saludables o hasta defectuosos? Puesto que es imposible que sobrevivan por sí solos, los que no se utilizan * Y la situación se complica cuando uno o ambos cónyuges mueren o se casan con otra persona. En efecto, hay muchos factores implicados, y algunas parejas siguen pagando año tras año los gastos de conservación.
pueden congelarse en nitrógeno líquido. ¿Para qué? Pues bien, si el primer procedimiento falla, algunos de los embriones guardados pueden usarse en un segundo intento a un costo menor. No obstante, esta práctica presenta cuestiones éticas. Como le sucede al matrimonio que planteó la pregunta citada al principio, a muchas personas les cuesta decidir qué hacer con los embriones congelados. Tal vez no deseen tener más hijos, o no puedan darse ese lujo debido a su edad o circunstancias económicas. O quizás teman los riesgos asociados a los embarazos múltiples.En 2008, un destacado embriólogo señaló en el periódico The New York Times que muchos pacientes realmente no saben qué hacer con los embriones sobrantes. El artículo declaró: “Hay por lo menos 400.000 embriones congelados en clínicas de todo el país, y la cifra sigue creciendo [...]. Si se conservan correctamente, pueden seguir siendo viables después de una década o más. Sin embargo, cuando se descongelan, no todos sobreviven” (cursivas nuestras). Este último dato da a algunos cristianos mucho en que pensar. Veamos por qué.
Los matrimonios cristianos que se enfrentan a los dilemas provocados por la fecundación in vitro hacen bien en reflexionar en las implicaciones de otra situación médica. Tal vez un cristiano tenga que decidir qué hacer con un ser querido en estado terminal que depende de un respirador u otros medios artificiales para prolongar su vida. Los cristianos verdaderos no rechazan la asistencia médica, pues en armonía con Éxodo 20:13 y Salmo 36:9 tienen la vida en alta estima. La revista ¡Despertad! del 8 de agosto de 1974 dijo: “Debido a que ellos respetan el punto de vista de Dios de la santidad de la vida, en consideración por sus propias conciencias y en obediencia a las leyes gubernamentales, los que desean amoldar su vida a los principios bíblicos nunca recurrirían a la eutanasia positiva”, que no es otra cosa que provocar a propósito la muerte de un paciente. En algunas ocasiones, sin embargo, las máquinas son lo único que mantiene viva a una persona, y sus familiares tienen que decidir si seguirán prolongando su vida por medios artificiales.
Por supuesto, esta no es la misma situación que afronta una pareja que recurrió a la fecundación in vitro y ahora tiene embriones almacenados. No obstante, una de las opciones que tal vez se les ofrezca sea sacarlos del refrigerador de nitrógeno y dejar que se descongelen. Fuera del ambiente artificial del refrigerador, se deteriorarán hasta que ya no sean viables. Los cónyuges deben decidir si permitirán dicho procedimiento (Gál. 6:7).
Los matrimonios que se sometieron a un tratamiento de fecundación in vitro con la esperanza de ser padres pueden optar por mantener los embriones congelados pagando el costo que ello supone, y quizás decidan usarlos en el futuro para tener un hijo. Sin embargo, también pueden poner fin a su mantenimiento si consideran que solo siguen vivos gracias a medios artificiales. Los cristianos que se enfrentan a esta decisión asumen ante Dios la responsabilidad de seguir los dictados de su conciencia educada por la Biblia. Su deseo debe ser tener la conciencia tranquila y respetar la de los demás (1 Tim. 1:19).
Los cristianos que se enfrentan a esta decisión asumen ante Dios la responsabilidad de seguir los dictados de su conciencia educada por la Biblia
Un experto en endocrinología reproductiva comentó que la mayoría de las parejas “no solo se sienten confundidas, sino también profundamente preocupadas por la decisión de qué hacer con los embriones que tienen [congelados]”. Y concluyó: “A muchas de ellas, ninguna opción les parece buena”.
Es evidente que, antes de siquiera pensar en recurrir a la fecundación in vitro, los verdaderos cristianos deben evaluar las graves implicaciones de esta técnica. La Biblia aconseja: “El prudente ve el peligro y lo evita; el insensato sigue adelante y recibe el daño” (Prov. 22:3, La Palabra de Dios para Todos).
Un hombre y una mujer que viven juntos sin haberse casado están estudiando la Biblia y desean bautizarse. Sin embargo, no pueden legalizar su unión porque él reside ilegalmente en el país y el gobierno no permite que ningún indocumentado se case. ¿Podrían firmar una Declaración de Promesa de Fidelidad y luego bautizarse?
Aunque podría parecer una solución, no lo es desde el punto de vista bíblico. ¿Por qué no? A fin de comprenderlo, analicemos qué es la Declaración de Promesa de Fidelidad, por qué existe, cómo funciona y dónde puede recurrirse a ella.
Dicha declaración es un documento que pueden usar las parejas a las que no se les permite casarse por el motivo que se indica más adelante. En tal escrito, firmado ante testigos, se comprometen a ser fieles el uno al otro y a legalizar su unión tan pronto como sea posible. La congregación entonces considera que la pareja se ha prometido fidelidad ante Dios y el hombre, y acepta esa unión como si se hubiera validado ante las autoridades civiles.
¿Por qué y cuándo puede recurrirse a la Declaración de Promesa de Fidelidad? Pues bien, Jehová instituyó el matrimonio y lo tiene en alta estima. Su propio Hijo, Jesús, declaró: “Lo que Dios ha unido bajo un yugo, no lo separe ningún hombre” (Mat. 19:5, 6; Gén. 2:22-24). Y luego añadió: “Cualquiera que se divorcie de su esposa, a no ser por motivo de fornicación, y se case con otra, comete adulterio” (Mat. 19:9). De modo que la fornicación, o la inmoralidad sexual, es la única causa de divorcio que, según la Biblia, pone fin al matrimonio. Si, por ejemplo, una persona tuviera relaciones sexuales fuera del matrimonio, el cónyuge inocente tendría la opción de divorciarse. Y si decide hacerlo, quedaría libre para volver a casarse.
Sin embargo, a pesar de lo clara que es la Biblia a este respecto, ha habido países —sobre todo en el pasado— en los que la religión mayoritaria no ha permitido esta opción. Más bien ha enseñado que no se puede conceder el divorcio por ningún motivo. Por eso, en algunos lugares en que la religión tenía gran influencia, las leyes no autorizan el divorcio, ni siquiera por la razón que estableció Jesús. Hay otros países en los que sí se permite el divorcio, pero el proceso es muy complicado y puede tardar muchísimos años. Es como si la religión o el gobierno quisieran “estorbar”, o impedir, algo que Dios permite (Hech. 11:17).
Una pareja quizás viva en un país donde conseguir un divorcio legal es imposible o sumamente difícil, tal vez por ser un proceso que tarda años. Si ambos han hecho todo lo razonablemente posible para poner fin a un matrimonio legal y a los ojos de Dios son aptos para volver a casarse, pueden firmar una Declaración de Promesa de Fidelidad. Esta es una disposición misericordiosa de la congregación cristiana para quienes viven en esos lugares. Sin embargo, cabe señalar que tal concesión no es aplicable en la mayoría de los países, pues por lo general es posible conseguir el divorcio, aunque a veces los trámites sean relativamente complejos o costosos.
Algunas personas que viven en países donde sí es posible divorciarse han malinterpretado el motivo por el que existe la Declaración de Promesa de Fidelidad y han preguntado si pueden firmar este documento para ahorrarse ciertas complicaciones o inconvenientes.
En la pregunta inicial se plantea el caso de un hombre y una mujer que viven juntos sin estar casados, pero que desean contraer matrimonio. Bíblicamente están libres, pues ninguno está atado a otro cónyuge. Con todo, como él es indocumentado, el gobierno no les permite casarse. (Hay muchos países en los que las autoridades permiten que dos personas se casen aunque sean residentes ilegales.) Ahora bien, en el país de este ejemplo sí se autoriza el divorcio, así que no existe la posibilidad de firmar una Declaración de Promesa de Fidelidad. No se trata de personas a quienes no se les permite divorciarse; los dos están libres para casarse. Pero en vista de sus circunstancias, tendrían que irse a un lugar donde la situación legal de él no sea un impedimento, o bien casarse en el mismo país donde viven si primero él legaliza su situación.
Sin duda, cumplir con las leyes de Dios y las del César es algo que la pareja tiene a su alcance (Mar. 12:17; Rom. 13:1). Se espera que lo hagan y así cumplan los requisitos para el bautismo (Heb. 13:4).
^ párr. 6 ¿Qué sucede si el feto parece tener deformaciones o si varios embriones se adhieren a la pared del útero? Poner fin deliberadamente a un embarazo sería abortar. Los embarazos múltiples (de gemelos, trillizos, etc.) son frecuentes en la fecundación in vitro, lo cual aumenta el riesgo de que se produzcan complicaciones, como nacimientos prematuros y hemorragias. Cuando una mujer lleva en la matriz varios fetos, tal vez se le sugiera efectuar una reducción selectiva, es decir, matar a uno o más de ellos. Esto es un aborto deliberado y equivale a un asesinato (Éx. 21:22, 23; Sal. 139:16).